Era la segunda noche que Virlik pasaba completamente en blanco intentando dormir en el Salón de los Capitanes. El suelo estaba demasiado duro y las mantas y cojines, que se había agenciado para hacerse un catre improvisado, no eran demasiado cómodos. Pero, en verdad, sabía que ese no era el motivo por el que no podía conciliar el sueño, sino la excusa que se repetía a sí mismo para evitar que su mente pensara de nuevo en la figura semidesnuda de Derius.
Después de la amenaza de Derius, y de que lo echara de su alcoba, el capitán había necesitado dar un largo paseo para aclararse las ideas, evitar que su mente imaginara qué habría pasado si aquella amenaza velada hubiera sido una realidad y, finalmente, cuando los pies empezaron a incomodarlo con punzadas de dolor de tanto deambular, había decidido ir a los barracones de los soldados. Virlik no fue consciente de cuán tarde era hasta que vio todas las lámparas encendidas y el trajín propio de la hora de la cena. Sin querer regresar al lado del caudillo, Virlik se adentró en ese lugar que tan bien conocía y donde fue felizmente recibido por sus hombres, los cuales lo rodearon con miles de preguntas y golpes amistosos mientras lo acompañaban hasta el gran comedor donde los sirvientes estaban ultimando las mesas con las viandas para la noche.
Sin hablar mucho, y escuchando a sus hombres y suboficiales, Virlik se puso al día con las vivencias de muchos de ellos durante la caída de Intera y los días posteriores a la derrota de Xetril VI. Lágrimas, lamentos y rabia era lo que imperaba en todos ellos. También la resignación por la rendición y el juramento que le habían hecho a Derius, así como la promesa y la lealtad indiscutible hacia su persona y la intención de alzar las armas en cuanto Virlik lo solicitara. Éste, temiendo que hubiera agentes de Derius escuchando, miró a diestro y siniestro pero lo único que veía era a caras conocidas con la desesperación y la incertidumbre pintadas en el rostro.
— Pronto se realizará una audiencia con los nobles de Nersem. Debemos ser cautos y esperar. Somos soldados, no es nuestro cometido ir en contra de aquellos que están por encima de nosotros con las capacidades necesarias para gobernar.
— ¿Estáis de acuerdo con que ese bastardo nos gobierne, capitán? — dijo alguien.
— Yo no he dicho eso. Solamente quiero haceros entender que no tenemos información vital sobre los planes de Derius y sobre sus fuerzas reales. Recordad que somos inferiores en número y debemos ser cautos. Como soldados, nos han entrenado para proteger a nuestro pueblo no para derrocar monarcas.
Esas palabras, duras, pero ciertas, acallaron los murmullos de disconformidad y parecieron calmar a sus hombres puestos que veían que su capitán solo actuaba de acuerdo con el usurpador porque no le quedaba otro remedio, no por gusto o por convicción.
Tener a Virlik con ellos hizo que las cosas parecieran de nuevo como antes, como debían ser. Así se lo hizo saber Nirlan que lo escoltó hasta el Salón de los Capitanes donde le habían preparado un catre improvisado, ya que su alcoba había sido ocupada por uno de los soldados heridos, aunque fuera de peligro, por su situación en el edificio. Virlik pidió que no se trasladara al herido sino que le prepararan un catre en la sala reservada a los capitanes. A la postre, no tenía claro si podría quedarse con sus soldados o Derius le haría regresar a su lado: a la habitación que el Rey Supremo tenía reservada para su amante.
Cuando se despidió de Nirlan con un "buenas noches", Virlik se quedó un rato mirando el techo. A sabiendas de que le costaría conciliar el sueño, se levantó, se dirigió a uno de los escritorios y tomó papel y tinta para hacer una lista de lo que debía hacer al día siguiente respecto a esos intendentes de Derius. Cuando terminó, regresó al catre, pero solamente pudo dar cabezadas antes de que el sol despuntara al alba y él se levantara con un dolor de cervicales horrible así como en el resto de los músculos de su cuerpo agarrotados.
ESTÁS LEYENDO
Un trono de sangre y espinos. Bilogía de la Obscuridad Vol. 1
Fantasy"No hay ningún niño del continente de Zyrelia que no sepa que, en las noches de luna llena, no hay que salir de casa porque acechan los Obscuros." Después de sufrir una aplastante derrota, el reino de Nersem cae en manos de Derius, un mercenario e h...