— ¿Qué te ha pasado con Senren?
Derius se detuvo, una fina capa de sudor cubriéndole la piel del rostro, brazos, espalda, pecho y piernas bajo unos pantalones y una camisa sin mangas de entrenamiento de lino. Dejando que la punta de la lanza, con la cual se había estado ejercitando, apuntara al suelo, se volvió hacia Mileak.
— ¿Por qué supones que nos ha pasado algo?
Su segundo al mando, que tenía los brazos cruzados sobre el pecho, alzó una ceja; haciendo con ello que destacaran varias de las cicatrices de su rostro, las cuales pasaban bastante desapercibidas en contraposición a la que le cruzaba parte de la mandíbula.
— Porque Senren siempre está pegada a ti cuando de reuniones de Estado se refieren. Aunque solamente con la indumentaria que has ido exhibiendo durante toda la mañana... Nunca te habría dejado ir por los pasillos como si fueras un vulgar granjero, menos a una reunión con tus consejeros.
Derius le dedicó una mirada afilada sin mover ni un músculo del cuerpo, inmóvil como un poste. Solo algunos mechones de su cabello argénteo se mecían por la ligera brisa que soplaba aquella tarde. Pronto finalizaría la primavera y llegaría el sofocante verano húmedo tan típico de Nersem, y las brisas serían muchísimo menos agradables.
— Los granjeros no son vulgares — musitó contrariado con el ceño fruncido — y todo mi consejo está harto de verme vestido de forma humilde, cómoda, y a veces hasta lleno de sangre y vísceras.
— Pero ahora eres rey y, como bien dice Senren, debes actuar y vestir como tal sin importar con quién estés. En estas paredes eres Derius III, el rey de Nersem y el próximo Rey Supremo. Que no se te olvide.
Derius dibujó una sonrisa y, con un movimiento vertiginosamente rápido, giró sobre sí mismo junto con la lanza y colocó la afilada punta bajo el mentón de Mileak, justo en la base de su cuello.
— Si quieres que me comporte como el supuesto rey que soy, deberías tratarme como tal — le dijo a su compañero con una sonrisa sardónica.
Mileak, que no se había asustado ni inmutado, acostumbrado a las extrañas salidas de Derius; amando cuando se comportaba de forma impredecible, le devolvió la sonrisa.
— Y así lo hago, majestad. Cuando es necesario — y le hizo una reverencia apartándose de la hoja metálica de la lanza.
— ¡Ja! Cuando es necesario — repitió negando con la cabeza el monarca, pero soltando una risita divertida mientras volvía a poner la lanza en ristre.
— Es que ahora estoy hablando con mi amigo, no con mi rey.
— Así que ahora sí que puedo dejar de lado mi papel como rey.
— A veces es sano.
— O un error. Ven, hablemos.
Haciéndole una seña para que se sentaran en aquella parte del jardín que Derius había elegido como su zona de entrenamiento personal, lejos del campo de entrenamiento donde se ejercitaban tanto los soldados que lo habían seguido hasta aquí como los guerreros que ahora formaban también parte de su ejército por derecho de conquista.
Dejando la lanza en uno de los expositores que había hecho llevar hasta allí, colocado bajo una construcción básica de madera para que todo el arsenal ahí reunido no se estropeara por las inclemencias del tiempo y estuvieran bajo techumbre, Derius se sentó en el único banco que había y en el que cabían dos personas sin problemas. Mileak lo siguió y se sentó a su lado.
— Ayer le dije algo que no debía a Senren — confesó finalmente con la vista fija en sus manos entrelazadas sobre las rodillas.
— ¿Qué le dijiste?
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Un trono de sangre y espinos. Bilogía de la Obscuridad Vol. 1
Fantasia"No hay ningún niño del continente de Zyrelia que no sepa que, en las noches de luna llena, no hay que salir de casa porque acechan los Obscuros." Después de sufrir una aplastante derrota, el reino de Nersem cae en manos de Derius, un mercenario e h...