Las zonas de mayor vigilancia dentro del Palacio Mayestático eran el Salón del Trono los días de audiencias o de fiestas y las habitaciones privadas del rey. El primero solo tenía que vigilarse en los días señalados, el segundo tenía una vigilancia exhaustiva y constante todos los días del año y a todas las horas del día y la noche.
Virlik constató que seguía siendo así.
El área privada del Rey Supremo se encontraba en el ala este, una con forma de U, con un jardín privado en el centro, el cual se custodiaba desde las dos torres de vigilancia que había en la zona y en las que había cuatro guardias en total, dos por torre. Cuando pasaron por el pasillo del patio central, Virlik observó las torres con disimulo. Dos custodios en cada una, además de dos soldados en cada entrada o salida. No eran muchos, al menos no tantos como los soldados que solía tener allí apostados el rey Xetril, pero podría deberse a varios factores: la falta de soldados, la seguridad del rey en sus poderes o el valor intrínseco de cada uno de los soldados como luchador más que capacitado para eliminar las amenazas.
Virlik sospechó que era la segunda opción cuando se acercaron a la doble puerta de los aposentos del Rey Supremo y no había ningún guardia custodiando la doble hoja de madera con adornos de hiedras en hierro forjado. Uno de sus guardias tocó a la puerta y el hierro de su guantelete repiqueteó sobre la madera de tejo.
— Su majestad, le traemos al prisionero.
Sin esperar respuesta, abrieron una de las dos hojas y empujaron a Virlik al interior.
El capitán de la Guardia del Corps había estado muchas veces en aquella puerta que separaba las estancias privadas del monarca con el resto del palacio. Dicha puerta era la separación física de la vida privada y pública del rey y Virlik no la había franqueado nunca, esperando siempre en el pasillo. Así que aquella fue la primera vez que traspasaba la línea, el tabú que era ultrapasar el límite de un espacio seguro y de descanso de un monarca.
Sin saber muy bien qué hacer, Virlik se volvió hacia la dirección de unos pasos. De una habitación adyacente apareció Derius con el mismo atuendo blanco con ribeteados dorados con el que lo había recibido en su despacho.
— Que no nos moleste nadie si no es estrictamente necesario. Por hoy podéis descansar.
Uno de ellos no tardó en asentir mientras que el otro permaneció inmóvil. Virlik se fijó más en él. Tendrían más o menos la misma estatura y constitución física, y tal vez hasta edades similares. El soldado a las órdenes de Deirus poseía unos rasgos marcados y duros, una barba incipiente castaña le bañaba la mandíbula, en la cual tenía una cicatriz pronunciada que hablaba de una herida pasada bastante fea.
— ¿Ocurre algo, Mileak?
El interpelado miró a Virlik de soslayo.
— No creo que sea conveniente que os quedéis a solas con él.
Derius soltó un suspiro que a Virlik se le antojó entre una mezcla de cansancio y exasperación.
— Ya hemos hablado de esto.
— Sigo sin estar de acuerdo, Derius.
Tres pares de ojos se posaron en su persona. Y fue digno de admirar que no se amilanara un ápice ante la mirada de advertencia de su compañero, la de incredulidad de Virlik y la asesina de Derius.
— Senren tampoco lo está — matizó aguantando la ira iracunda de su caudillo y monarca.
— Y yo te repito lo mismo que os dije a ella y a ti hace unos días: se hará lo que yo diga y como yo diga. ¿Está claro?
Mileak hizo una reverencia llena de sarcasmo.
— Transparente, majestad.
Dándose la vuelta el primero, Mileak se dirigió hacia la salida y, al instante, lo siguió su compañero; cerrando la puerta con una mirada de disculpa hacia Derius.
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Un trono de sangre y espinos. Bilogía de la Obscuridad Vol. 1
Fantasi"No hay ningún niño del continente de Zyrelia que no sepa que, en las noches de luna llena, no hay que salir de casa porque acechan los Obscuros." Después de sufrir una aplastante derrota, el reino de Nersem cae en manos de Derius, un mercenario e h...