Habían pasado tres días desde la audiencia.
Tres días en los que habían cambiado muchas cosas.
Demasiadas.
La primera de ellas era que Derius había sido reconocido como rey de Nersem. Si bien todavía no se había ratificado su título como Rey Supremo, algo que debería hacerse con la connivencia de los demás reyes de la confederación y con una ceremonia aparte, solo era cuestión de tiempo y de la parafernalia correspondiente.
Después de que Virlik hubiera cercenado el brazo asesino del archiduque, éste fue llevado a una mazmorra del palacio donde se le atendió, para evitar que muriera desangrado, a la espera del que fuese su destino después de intentar matar al rey. Con Karhés fuera de circulación, Derius, manchado de sangre, se dirigió al trono sin que sus pasos vacilaran, sin que ninguno de sus músculos temblara y, una vez sentado como un Dios de la Guerra, todos los nobles se postraron ante sus pies y el marqués de Liragués gritó:
— ¡Larga vida al rey Derius III!
— ¡Larga vida al rey Derius III! — corearon los demás al unísono.
Ante los acontecimientos, Derius y Liragués, sin duda el nuevo líder dentro de todas las familias nobles, acordaron la celebración de un Consejo en dos semanas para estructurar todo ese estrato social nuevo y hablar sobre qué hacer con Karhés, entre otras cuestiones que eran, sin duda, muy acuciantes para Derius.
— No sé si podréis hacerlo, majestad — le dijo el marqués con tiento.
— Se hará, marqués, ya os lo dije en su momento que esa cuestión no era negociable.
En ese momento Virlik los miró de soslayo. Estaba claro que Derius había conseguido el apoyo de Liragués y de toda la baja nobleza mucho antes de sitiar Interia. Posiblemente mucho antes de que toda esa guerra suya comenzara.
Habían estado perdidos desde el principio. Derius había planeado aquello durante años, esos años en los que se había dedicado a forjarse un nombre. Un estatus como soldado, mercenario y guerrero. Virlik sonrió con ironía completamente derrotado ante el fascinante hombre que, incluso embadurnado de sangre, mantenía el porte de un soberano.
Aquel mismo día, Virlik regresó a su dormitorio, aquel que Derius le había asignado después de regresar a los barracones y explicarles a los soldados, en calidad de capitán oficial de todos ellos, que Derius había sido proclamado rey con todas las de la ley por la nobleza del reino y que, por lo tanto, era su monarca y la persona que debían obedecer y proteger con la vida.
Ninguno de ellos dijo nada, se limitaron a mirarlo con los semblantes estoicos aceptando la situación. Eran soldados y nobles y si sus familias habían reconocido a Derius como monarca ellos poco tenían que decir u objetar.
— Tal y como me ha ordenado el rey, todos vosotros ahora formáis parte oficialmente de La Guardia del Corps y estáis bajo mi mando. En los próximos días habrá una nueva estructuración del cuerpo y volveremos a nuestras rutinas.
— Sí, señor.
Y en esos menesteres había estado ocupado Virlik en los últimos tres días. Con la ayuda de las intendentes, que realmente eran dos mujeres excepcionales y de grandísima ayuda, el capitán había reestructurado los batallones de la guardia, elegido a los suboficiales de cada uno de ellos y había nombrado a dos subcapitanes más además de mantener en el cargo a Teleris, Firlis y Nirlan. Con ellos había tenido una reunión junto a Orquídea y Lavanda, las cuales se encargarían de llevar la contabilidad de los barracones, además de aprobar los presupuestos de los materiales que solicitaran los soldados.
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Un trono de sangre y espinos. Bilogía de la Obscuridad Vol. 1
Fantasia"No hay ningún niño del continente de Zyrelia que no sepa que, en las noches de luna llena, no hay que salir de casa porque acechan los Obscuros." Después de sufrir una aplastante derrota, el reino de Nersem cae en manos de Derius, un mercenario e h...