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Pido una gran disculpa por mi tardanza, simplemente no me sentía con la capacidad mental de escribir. En mi Facebook les dejé una foto de Bella. Las amo y gracias por esperar.

***

Bella.

Ya dentro de la camioneta el silencio reino y la brisa me envolvió, antes de eso la persona que me asignaron me inspeccionó de pies a cabeza—según él por precaución y pedido de su jefe—no pregunte, solo lo deje hacer su trabajo como a cualquier otra persona.

El joven hombre fue puntual, así como decía en el correo. A las ocho en punto lo tenía afuera de mi apartamento esperando por mi, él no dijo más que simples, «hola y buenos días». No sabía ni su nombre, solo pude observarlo en completo silencio, temerosa, como también pude ver que tenía algunos tatuajes cubriendo sus manos y otros por su rostro lo que lo hacía más aterrador a mi parecer.

No juzgar a las personas por su apariencia—recordé las palabras de madre y de inmediato me reprendí.

Tuve que poner una muy buena capa de base sobre mi piel para ocultar los verdosos hematomas de mi rostro y brazos. Mi piel suele ser muy sensible al tacto brusco lo que lo hace mucho peor para mi ya que me cuesta disimularlos. No dolían pero si se observaban lo suficiente se darían cuanta de que algo no estaba bien y lo menos que quería era un escándalo por algo tan mínimo.

Antes eran golpes, ahora solo eran parte de mi vida.

Solo una persona muy observadora se daría cuenta de ese detalle.

Suspire entrecortada.

El transcurso paso rápido y en menos de treinta minutos ya estábamos frente a los grandes portones que de enseguida fueron abiertos.

Realmente me asustaba no saber como actuar o hablar ante ese señor. ¿Y si no le agrada al Señor Di Marco? ¿Y si no me creía lo suficientemente capaz de poder cuidar de sus hijos? ¿Y si me creía muy joven e irresponsable? Quise llorar ante esas preguntas amargas, me sentí pequeña junto con el nuevo malestar que se formo en mi estómago que se contrajo. Su voz me intimidada mucho y eso que solo lo había escuchado hablar por teléfono.

Le pedía a Dios y todo lo poderoso que por favor no me agarrara un ataque de pánico ahora mismo. No ahora.

Debía conseguir ese trabajo fuera como fuera, realmente no quisiera volver a trabajar de mesera en un club. Ahí habían muchos borrachos con malas intenciones, unos cuales se querían aprovechar de mi y de mi fragilidad, porque si, aceptaba que era una persona sumamente débil con el pavor de la sola idea de ser entregada sexualmente por ese alguien. Me daba claustrofobia de solo pensar en ello, me sentía presa de un temor tan grande que superaba mis ganas de sobrevivir.

Un escalofrío me sacudió al recordar la última vez que pise un club.

Si. Definitivamente debía conseguir ese trabajo.

Debía ser fuerte, lo sabía, pero daba miedo tan siquiera intentarlo, porque sentía que cada que lo intentaba me hundía en lo más profundo de mi miseria.

—Señorita —respingue en mi sitio para ver como el hombre me abría la puerta de la camioneta.

Al bajarme no le pude sostener la mirada. Daba miedo.

—Gracias —susurre.

El frío de noviembre me hizo estremecer por completo y eso que llevaba un vestido largo. Quise usar amarillo, uno de mis tantos favoritos pero de inmediato me arrepentí de mi elección, si tal vez llevará mangas sería otra cosa pero esta vez decidí usar el de tirantes, lo único que se dejaba ver eran mis sandalias sueltas.

Cruel Perdición #1 [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora