El marco de fotos

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Shindo bebió de su refresco mientras observaba de lejos a la nueva pareja de moda caminando de la mano por el campus. Hacía poco que habían decidido contar a sus amigos que habían comenzado a salir, aunque para él había sido obvio desde el principio que había algo entre esos dos. Eran demasiado obvios con esas miradas que se dedicaban. Izuku, al menos, era como un libro abierto; y Bakugo... bueno, él había dejado claro sus sentimientos la noche en la que le había arrebatado a Izuku de los brazos para llevárselo como si fuera un jodido príncipe azul. 

Volvió a beber, intentando deshacer el nudo que tenía en la garganta. Izuku no le interesaba, pero era la única forma que tenía de joder a Bakugo. De hecho, se sentía algo culpable. No hubiera querido que su venganza tuviera que pasar por meter en medio a un chico tan amable como el peliverde. De hecho, si lo pensaba bien, Bakugo y él estaban en tablas. Él le había quitado el novio y el rubio le había destrozado la cara. Pero ¡qué cojones! ¡Él ni siquiera sabía que Kenji estaba saliendo con otra persona! ¿No hubiera sido más lógico que volcara su ira con la persona que le había puesto los cuernos y no con él? 

Aplastó la lata y la tiró en la primera papelera que vio. Kenji había sido quien le había roto el corazón a Bakugo y, sin embargo, la estancia en el hospital se la había llevado él. Después de aquella paliza, Kenji había ido a visitarlo para pedirle perdón, pero sus padres se habían encargado de echarlo de malos modos, y nunca había vuelto a saber de él. Ni quería. 

—¿No os parece que, desde que esos dos salen juntos, el carácter de Bakugo ha mejorado? —preguntó Kaminari. Todavía recordaba cómo había saltado de alegría cuando los compañeros de habitación habían dado la noticia a sus amigos. 

¡Yo lo sabía!, había gritado. ¡Lo sabía y me he tenido que contener hasta ahora para no contarlo! 

—Últimamente está de muy buen humor —coincidió Kirishima—.  Hacía tiempo que no lo veía sonreír así. 

Yo me encargaré de que esa sonrisa le dure poco, pensó Shindo. 

Había intentado pasar página. De verdad lo había intentado. Pero le había dolido en lo más profundo de su orgullo que ese imbécil se fuera de rositas después de propinarle semejante paliza. Los policías se habían encogido de hombros. Al ser menor de edad no podían hacer mucho. Unas horas retenido en el calabozo serían suficientes para que recapacitara, dijeron. Pero para él no era suficiente. Quería que Bakugo pagara. Y sabía que no habría un mejor momento que aquel. Ese idiota volvía a estar enamorado y seguía sin tener demasiado control sobre su ira. Solo necesitaba mover los hilos necesarios para que Bakugo saltase de nuevo sobre él, y esta vez se encargaría de que pasara una buena temporada en prisión. 

Después de todo, ya no eran adolescentes. 



Katsuki se sentía dichoso. Habían pasado algunas semanas desde que Izuku y él habían empezado a salir. No es que lo hubieran hablado o se lo hubieran pedido formalmente, pero era obvio que la palabra "amistad" se quedaba corta para describir lo que había entre ellos: ya no se ocultaban, caminaban de la mano por los pasillos de la universidad y se besaban en cualquier rincón. Después de las clases, se encontraban para estudiar juntos, para ver películas en su habitación o para salir del campus y dar una vuelta por la ciudad. 

Todavía no habían tenido sexo propiamente dicho más allá de la tarde en la que Katsuki había ayudado a Izuku a "desahogarse". Izuku le había pedido ir más despacio y él no quería estropearlo. Por el momento, se conformaría con recordar aquel magnífico momento en el que el peliverde había llegado a un orgasmo gracias a sus manos. 

Compañeros de habitación (Bakudeku)Where stories live. Discover now