12: Jungkook

387 81 4
                                    

El olor a beicon me hizo tropezar por el pasillo hasta llegar al salón, la cocina y el comedor. Me rasqué la barriga y me pasé una mano por la cara, intentando despertarme. Ya había pasado mi hora habitual de levantarme y, aunque prácticamente lo único que había hecho en los últimos días era dormir, sentía el cerebro aletargado y nublado por el sueño.

El aroma a beicon se mezclaba con la exquisitez de mi café tostado en el aire. Ah, eso me curaría el sueño. Seokjin estaba junto a la cocina, de espaldas a mí, removiendo huevos en una sartén. Verlo allí, en mi espacio, casi me dejó sin aliento. Parecía tan correcto.

Aunque llevaba aquí desde que me habían dado el alta en el hospital, después de lo de anoche parecía que todo había cambiado entre nosotros. Mordisqueándome el labio inferior, me quedé en mi lado de la larga encimera que se extendía a lo largo de mi cocina y servía de barra para comer.

Moviendo un pie y luego el otro, tiré de la parte inferior de la camiseta del pijama, de repente inseguro en mi propia casa. Mi timidez, que parecía desaparecer casi por completo en presencia de Seokjin, había vuelto con toda su fuerza.

"Siéntate, osito", me ordenó la voz de Seokjin, sin ni siquiera darse la vuelta. Puso una buena ración de esponjosos huevos revueltos en un plato - un plato de tamaño normal, me di cuenta-, añadió varias tiras de beicon y tres rebanadas de pan tostado con mantequilla. Me deslicé sobre uno de los altos taburetes de la barra al mismo tiempo que Seokjin colocaba el humeante plato de comida frente a mí. Mi estómago soltó un gruñido feroz y Seokjin me sonrió. Su sonrisa era deslumbrante, como un maldito anuncio de pasta de dientes, lo juro, y el corazón se me subió a la garganta.

"Espero que te gusten los huevos con beicon".

"Gracias", mi voz salió más suave de lo que quería, y me aclaré la garganta. "¿Hay café?" Haciendo un leve gesto de asco a mi asínica pregunta, cuando el aroma a café flotaba en el aire.

Arqueó una de sus cejas doradas hacia mí, algo que me di cuenta que hacía muy a menudo. Mi amigo Hoseok ponía los ojos en blanco por casi todas las emociones que sentía, y Seokjin hacía lo mismo con esa ceja suya. Esa ceja arqueada hablaba su propio idioma.

"Lo hay, pero ¿qué tal un poco de zumo? ¿O leche?", me engatusó.

"Qué tal un café" No estaba preguntando, y mi tono lo decía. Y Diosa, cómo este hombre podía hacerme pasar de tímido a molesto en menos de dos segundos, tenía que ser algún tipo de récord. "No te interpongas entre mi café y yo. Han pasado días".

Señalando con el dedo, ignoré el ligero quejido que oí en mi voz. Pero hacía demasiado tiempo que no tomaba una taza de café. Ya era suficiente.

"Mira, en este punto, es por la seguridad de todos." Mordí media loncha de bacon, mastiqué y le miré fijamente. "Además, me siento bastante normal otra vez. Y me pican los puntos como a un hijo de puta".

Seokjin me sirvió una taza de oro líquido y yo aspiré el rico aroma. Al dar el primer sorbo, cerré los ojos de pura alegría. Seokjin se rió, tirando de la venda que me había puesto en el brazo la noche anterior.

"Déjame que les eche un vistazo", jugueteó con mi vendaje, mientras yo hacía un valiente intento de meterme comida en la boca con la otra mano. Ahora que en realidad tenía comida delante de mí, me moría de hambre. "Hmmm, ya vuelvo. Te estás curando rápido."

Desapareció por la puerta principal antes de que pudiera responderle, y casi me había limpiado el plato en los diez minutos que tardó en volver. Miré hacia la cocina y traté de ver si quedaba algo en la sartén. Seokjin era un buen cocinero, eso lo decía yo. Aquellos huevos habían quedado esponjosos y ligeros, y me apetecía comer más.

★Mi Osito Alfa★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora