El secreto

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Betty caminaba por el patio de su escuela mientras miraba por todo su alrededor para ver si los niños que siempre la molestaban no anduvieran por ahí, vivía con el miedo de que ellos se aparecieran por sorpresa y la agredieran.

Con cada paso que daba más miedo le entraba, tenía ganas de llorar, la desesperación de no saber en donde estaban esos niños la ponía mal,  de pronto sintió como alguien le jalaba la camisa por detrás.

- Aquí estas, te estábamos buscando, al parecer sigues igual de fea, bueno, no se que esperábamos, una niña tan horrible como tu jamás va a cambiar.- dijo el niño que la había jalado para luego echarse a reír junto con los demás niños que lo acompañaban.

- JAJAJA ¡TIENES RAZÓN, LA FEA NUNCA DEJARÁ DE SER FEA NI AUNQUE QUISIERA! JAJAJAJA.- gritó mientras reía una de las niñas que estaban ahí.

Betty comenzó a llorar, odiaba a esos niños, siempre que le decían ese tipo de cosas se sentía insegura de si misma, "¿Cómo es que pueden ser tan crueles?" se dijo.

- ¡Ay nooo! , la niña fea ya se puso a llorar, aparte de horrible, llorona.- dijo uno de los niños.

- ¡D-DEJENME EN PAZ!.- gritó Betty con lágrimas en sus ojos.

Una de las niñas la agarró de los hombros y le dio una fuerte cachetada.

- Te enseñaré a no llorar y mucho menos a gritarnos, somos mayores que tú y podemos hacer lo que queramos contigo.- dijo, era cierto que eran mayores que ella ya que ese grupo iba en sexto y Betty en cuarto.

De pronto un niño jaló a Betty hacia atrás y se puso enfrente de ella.

- D-Déjenla, estarán más grandes pero eso no les da el derecho a molestarla.- dijo el niño con voz chillona.

El grupo de niños comenzó a reírse de él, puesto que ese niño era igual de "feo" que Betty.

- Ustedes son una GONORREA.- dijo el niño al escuchar a los demás reírse

Ellos dejaron de carcajear para luego ponerse serios y acercarse a aquel niño.

- ¿Cómo nos dijiste flacucho de quinta?.- preguntó enojado uno de los chicos.

- Lo que oyeron, están actuando de una manera desagradable y por eso son una gonorrea.- respondió el niño con un poco de miedo.

Betty al ver que el grupo se acercaba peligrosamente hacia el chico, salió corriendo para ir a buscar a algún profesor que la ayudara y así no lastimaran a aquel niño, por suerte se encontró con su profesora.

- ¡PROFESORA YANETH!, que bueno que la encuentro, a-ayudeme porfavor.- suplicó Betty mientras trataba de regular su respiración.

- ¿Qué sucede?.- le preguntó un poco preocupada.

- N-No le puedo decir ahora, pero necesito de su ayuda, el grupo que siempre me molesta está a punto de agarrarse a golpes con un niño.- respondió.

Betty tomó de la mano a su profesora y la guió hacia donde se encontraba el problema, al llegar, observaron que aquel niño estaba tirado en el suelo y que los demás se burlaban de él.

- ¡ROMÁN Y COMPAÑÍA, DEJEN AL POBRE CHICO Y SE VIENEN CONMIGO A LA DIRECCIÓN!.- gritó la profesora Yaneth con rabia.

Todos los niños se asustaron y le hicieron caso a la profesora, no sin antes amenazarle a Betty que no se libraría de ellos.

- ¿Está bien?.- le preguntó Betty al chico mientras lo ayudaba a levantarse.

- La verdad no, pero me preocupa que en mi primer día me hayan golpea'o tan duro.- respondió el niño con un tono burlón.

- Discúlpeme, y gracias por haberme defendido.... ehhh....

- Nicolás, mi nombre es Nicolás Mora.- se presentó.

- Gracias, Nicolás.-

- No hay de que, pero, ¿como se llama usted?.- preguntó el niño con voz chillona.

- Ah, disculpa, yo soy Beatriz Pinzón Solano, pero sólo dígame Betty.- respondió.

- Mucho gusto Betty, bueno, como soy nuevo aquí, ¿me puede mostrar el lugar?, aparte de decirme en donde queda mi salón Ojojoj.- rio él.

- Está bien, ven, le mostraré toda la escuela, bueno, hasta que toquen la chicharra.- explicó.

Los dos caminaron por toda la primaria, Nicolás le habló de su vida a Betty al igual que ella, al poco rato parecía que ya eran como hermanos, tenían muchas cosas en común, sobre todo por que los dos eran igual de "feos". Nicolás le contó a Betty que hacia poco tiempo que se había mudado al barrio, de hecho, vivía a unas cuadras de su casa, después de unos minutos la chicharra tocó y ellos fueron a sus salones, no sin antes decir que se verían en el receso. El día que Betty pensaba que sería horrible, se convirtió en uno muy bello puesto que ella nunca había tenido un amigo, y Nicolás era el primero, y de seguro, el único que la entendería...



















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Armando caminaba por los pasillos desesperado, " Maldita sea, me perdí, lo peor es que Marcela se me voló y ya no la encuentro" decía en su mente. No sabía en donde estaba ella, pero tampoco sabía en donde se encontraba él, su colegio era demasiado grande y la única que conocía el lugar era Marcela, pero por alguna extraña razón, ella no estaba por ningún lado.

- Ahora tendré que pedirle indicaciones a alguien más.- dijo mientras seguía caminando.

De pronto, a sus oídos llegó el sonido de una risita muy familiar que provenía de detrás de una  de las puertas por donde iba pasando haciendo que se detuviera y observara la puerta.

- Ya te encontré, Marcelita.- dijo.

Se dirigió hacia el Salón y abrió la puerta, al entrar se dio cuenta de que era una biblioteca, caminó un poco y volvió a escuchar la risita de Marcela, haciendo que él comenzara a dar vueltas por toda la biblioteca para ver en donde se escondía ella.

Al dar la vuelta por un pasillo, encontró a Marcela, pero estaba con un chico con el cual se estaba dando cariñitos y cosquillas, Armando se quedó atónito, no sabía que ella tenía novio, "Pero que escondidito se lo traía ehh" se dijo. Armando aclaró la garganta para que ellos se dieran cuenta de que él estaba allí, haciendo que Marcela y el chico se asustaran.

- ¿A-Armando?.- tartamudeó Marcela.

- Pues sí, quien más voy a ser, pero dime, ¿quién es el distinguido caballero?.- preguntó con un tono burlón.

Marcela le dio un pequeño beso en los labios al jóven y se dirigió hacia donde estaba Armando.

- Es mi... es mi novio, pero por favor, no le digas a nadie, mucho menos a Daniel.- suplicó.

- Tranquila Marce, no le voy a decir a nadie, pero por lo menos preséntame ¿no?.- respondió sin dejar su tono burlón.

- Ahora no Armando, desde hace mucho no lo veo y quiero estar con él, déjame un rato ¿si?, y te compro lo que tu quieras.-

- Ohh bueno, así sí, solo dime en donde está mi salón y te dejo.-

- Está del otro lado de el campo, enfrente de los baños, es el Salón más grande de los pasillos, ahora déjame por favor Armandito.-

- Está bien, ya me voy, te quiero.-

Al decir esto último se retiró de ahí, al salir de la biblioteca comenzó a reírse.

- Ay Marcelita, lo que voy a tener que esforzarme para guardar su secretito, como buen hermano tuyo que soy, trataré de que no se me salga, Ufa mucho menos que se lo diga a Daniel, por que ese hombre asesinaría al pobre chino.- dijo mientras se reía.

Ahora Armando tenía ese problema, él aceptaba que era muy chismoso, no podría guardar por mucho tiempo esa información, pero ella al ser como una hermana para él, tenía que dar su mayor esfuerzo para no decir nada....



La Felicidad y la Tristeza de los Mendoza y los ValenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora