T R O U B L 3 - [ RAYFROG ]

II. Reincorporación.

Quedan 36 horas para la ejecución nacional.

Lo sé por el reloj colgado en la pared derecha, las manecillas giran tan lento que me resulta cansado tener que entretenerme así. La diminuta pelota que abrazo, ya no me satisface en rebotarla. 

Por un tiempo imaginaba las maneras en que me iba a regocijar, para mandar al demonio a todos los que apoyan al gobierno. Y también practicando cómo diría mis ultimas palabras. ¿Enojado? ¿Orgulloso? ¿Debería preocuparme si me pongo a llorar igual que un bebé? ¿Daría pena ajena y harían mi muerte lo más rápida posible? ¿O se divertirán?

Van a divertirse.

Sarah lo hará cuando vea mi cabeza rodar, y no porque flote, si no, porque la rebanaron por la mitad. Incluso podrían ahorrarse la decencia de usar un sable, para dispararme y que sea menos costoso limpiar un rayo del luz que traspasa carne. 

Las maneras en que podría morir son limitadas, y eso me impide que pase el tiempo haciendo algo favorable mientras espero a que traigan al otro prisionero. Ya que, espero él me mate mientras aun respiro.

Haré que se enfurezca, tanto así que deba ahorcarme en esta celda, ahorraría por mucho la exasperante situación de ser el títere de entretenimiento, el símbolo de lo que pasa cuando entras a Supermaxx para nunca volver a él. 

Haré enfadarlo, hablaré de cualquier cosa polémica, podría insultar a los híbridos pero sería insultar por lo que lucho. Diría que es un imbécil, o insultos parecidos que incluyan a todo su árbol genealógico. 

Será muchísimo más favorable si tiene músculos como un león luchador que con el brazo doblado, te hace un chasquido el cuello cual no tengo, pero tengo una cabeza flotante que podría reventar tal cual uva morada. Es lo que va a sucederme si la vida continua, dándome la maldita espalda y así será, por ser la mejor opción para la terminante de mi existencia.

Las puertas de metal vuelven a chirriar, separándose una de la otra y me reincorporo a su tiempo, ajustando la vista a la sombra del hombre que empuja a otra figura frente a él. Si este asesino es del tamaño de un humano promedio, podrá patearme hasta morir. Que bien.

Cierro los ojos, hago trabajar mi maquina de insultos para abrir la boca.

Las puertas se cierran, y es hora que estas cámaras de vigía vean a Rayman, el ex-estrella de televisión que era conductor, actor de doblaje, una figura publica reconocida que iba a favor del gobierno que desprecia a los alienígenas, a los universos que traen consigo gente inigualable. 

Separo los labios, entreabriendo los ojos para irlos abriendo y encontrarme a quién me asesinará.

—Vaya, trajeron otro bastar...

Es una rana.

La rana más grande que he visto en mi jodida vida, y podría llegarme al codo. Trae puesto un uniforme con capucha gris al igual que el resto, a excepción del cinturón de cuero café y una hombrera en el hombro derecho, guantes negros y lo que parecen ser botines del mismo tono, ambos dejan sobresalir sus dedos verdosos. Su rostro es curiosamente ovalado, grandes ojos amarillos de iris amarillas, con unas cejas gruesas de negación.

Este sujeto se queda sentado cercas de la puerta, dándome su imagen de perfil con los dedos entretenidos en algo escondido en su espalda.

Doy diez pasos al frente, y me detengo por un destello en su antebrazo. Imagino un cuchillo que escondió para matar a quién pudiese encontrarse, una amenaza que no dejaría latiente.

—Eh, oye. Tú, idiota.

Le apunto con un gesto grosero.

—Hazme caso cuando te hablo.