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Narrador
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El planeta gaseoso más grande de aquel sistema solar miraba con decepción a su luna, aunque fuese quien porta la voz de la razón él también podía exaltarse ante está situación.– Te dije que no fueras tan lejos, Ganimedes.
Dió a pronunciar su furia en esos momentos, en cuanto menciona el nombre de quién tanto cuido.
Como la serpiente que inyecta su veneno, penetró a los oídos de los oyentes con el filo de su lengua, mordiéndose a si mismo para no intoxicar al resto, pero dando a conocer su disgusto.
Mientras los demás cuerpos celestes solo podían estremecerse ante la tensión que brindaba el planeta gaseoso.
– Titán... Dime ¿es esto encerio?
Cuestionó el planeta anillado, su vista fija en su media tierra, el que solo divisaba al vacío inhóspito que era el espacio.
– ¡Oh, Saturno, por favor! No trates de engañarte a ti mismo, ya todos aquí podemos deducir lo que sucede.
Entre la verdad y la mentira está la desdicha. Júpiter ama a su amigo Saturno, lo vió llorar e incluso rogar por el bienestar de su satélite más grande.
Lo amaba demasiado, pero hasta la voz de quien porta la inteligencia se pierde entre la influencia de la maleza.
– Quiero que me mires, Titan, mírame y dime qué todo esto es un mal entendido. Por favor.
Quería negarlo, no quería creer tal verdad por más pruebas que escupieran los demás, para él solo importaba su amada luna.
Suplicó con la mirada al astro, esperando que sea todo un engaño, una mentira o pesadilla. Mas no se puede tapar el sol con un dedo.
– Perdóname, Saturno. Yo solo quería demostrar que...
Se quedó en silencio, gotas cristalinas descendían de los ojos de la joya del sistema solar. Él único que tenía la última esperanza y fe en él quedó devastado, ya no lo veía con amor, solo con horror.
En cambio Titán acompaño a su planeta en su dolor, no podía mirarlo a los ojos por la vergüenza. Aún así ya se daba una idea de la tremenda decepción que obtuvo el anillado.
– ¿Quienes más están metidos en esto? ¡Respóndeme, Ganimedes! Sé que tienes algo que ver, no te quedes callado.
Júpiter se acercó peligrosamente a su luna, exigía una respuesta inmediata a su pregunta.
Ganimedes retrocedió hasta chocar con un asteroide, prácticamente acorralado por su planeta, podía sentir su brusco e intenso mirar puesto sobre su pequeño cuerpo a comparación.
– Júpiter ¡Estás demasiado cerca, si te sigues acercando lo vas a...!
Exclamó Urano, trató de acercarse pero no pudo salirse de su órbita debido a su condición como "gigante de hielo" y, tampoco es que quisiera ser el desafortunado para meterse con Júpiter. Él sería un gigante, pero su contrario lo sobrepasaba.