Capítulo Final

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UN AÑO DESPUÉS...
SANTUARIO, GRECIA

Un gran bullicio empieza a formarse en el pueblo de Rodorio. Rumores sobre la visita del nuevo patriarca se dispersan entre todos los aldeanos y comerciantes. Todos ansiosos por conocerlo, porque desde que tomo el mando hace un año, todo ha vuelto a la normalidad.

O a la falsa normalidad que los humanos están dispuestos a aceptar. Nadie sabe lo que implicó crear esta nueva realidad. El precio que se tuvo que pagar para darle una oportunidad más a la tierra.

Pero, ¿que sucedió?

Hace un año en la reunión celebrada en el Olimpo, Apolo condenó a la tierra a ser destruida antes de la puesta de sol. Se planeaba ejecutar el castigo divino sobre todos los seres humanos. La simple destrucción de un planeta era la solución para frenar los avances de la fisura creada en el Inframundo.

Pero para Athena no, quién se supone era la diosa protectora de la tierra.

Su deber era evitar el sufrimiento del mundo. Y así lo hizo. La propuesta que le hizo a sus hermanos y a los otros dioses iba en relación a un bien mayor que la propia felicidad de sus caballeros de bronce.

La supervivencia de la tierra giraba entorno al destino de Seiya, Shiryu, Hyoga, Shun e Ikki.

La diosa Afrodita fue la encargada de influir en los sentimientos de Seika. Al ser la diosa del amor pudo manipularla para que olvide que tenía un hermano menor llamado Seiya.

El santo de pegaso también había sufrido un lavado de memoria. Ya no recordaba haber encontrado a Seika, pero su deseo de encontrarla seguía latente como el primer día.

La amiga que Hyoga había conocido en Siberia fue el humano huésped que tomó prestado Afrodita al descender a la tierra. El santo de cisne quedó resignado a que siempre estaría solo que decidió no volver a ocultarse de nadie y enorgullecerse del legado de su maestro Camus. Aceptó ser el sucesor del santo de acuario y volvió al santuario.

En cuanto al caballero dragón, solo se tuvieron que modificar los recuerdos relacionados a una vida de estabilidad y fue suficiente para que resurgiera sus ganas de pelear. Sunrei lo apoyó sin dudarlo.

Del fénix, ningún dios pudo encontrarlo. Parecía que había encontrado su propio destino él solo.

Esa era la única forma de evitar el castigo de los dioses. Fingir que la guerra santa no había acabado con la muerte de Hades, sino con la derrota del Dios y el sacrificio de Athena quien como última voluntad había encargado a los santos de bronce proteger al santuario como parte de la nueva generación de los santos dorados.

Ese era el recuerdo que todos tenían de ese día. Los únicos que sabían la verdad eran el santo de virgo Shun y la santo de ofiuco Shaina. El resto de santos tendría que vivir en su ignorancia por su propio bien.

Shun logró comunicarse con Buda y también con Athena antes de que ella fuese despojada de sus poderes divinos.

— ¿Por qué Saori? ¿Qué acaso no había otra forma? —preguntó Shun mientras se encontraba en meditación.

— Lo siento, pero no. La guerra santa siempre está destinada a suceder. Ese círculo de odio nunca podrá romperse. Zeus, mi padre, no dejará que eso pase. La próxima vez no dudará en encargarse él mismo de desaparecer la tierra. Por eso las cosas deben ser así. En otros 243 años, una nueva guerra comenzará. Ustedes y el patriarca deben encargarse de entrenar a la siguiente generación.

— ¿Nuevo patriarca? —Shun no pareció entender las decisiones de Saori.

— Él es un poderoso aliado que obtuvo un perdon de los dioses. Ya lo conoces Shun... Él es...

La comunicación se cortó ahí. Pero Shun ya tenía sospechas de quién podía ser ese hombre.

Shaina también había recibido indicaciones de Athena. Reunir las armaduras de todos los santos de bronce, plata y oro y supervisar su reparación. La sangre que se usó para reparar esas armaduras fue de la diosa Afrodita.

Kiki estaba ansioso de comenzar el trabajo y no decepcionar a su maestro Mu.

El mundo estaba a salvo, almenos durante una generación de 243 años más. Shun suspira de alivio y nostalgia. Shaina está a a su lado haciendo guardia.

— ¡Han llegado, han llegado! —gritan los aldeanos. El patriarca ya se encontraba ahí. A su detrás lo seguían Seiya de sagitario, Shiryu de Libra y Hyoga de Acuario. Ellos se encuentran paseando y saludando a todos en el pueblo.

— ¿Hubieras hecho las cosas de forma diferente? —pregunta Shaina.

Shun recuerda las palabras del caballero dorado mucho antes de que se volviera patriarca del santuario.

"En realidad no tengo derecho de hablar sobre la justicia. Pero aun si es un crimen matar a los enemigos, entonces librémonos de todos los malvados del mundo y después aceptaremos el castigo divino."

El castigo divino que gracias a Athena, habían logrado retrasar un poco más.

— Probablemente no —confiesa Shun—. Solo observa, todos se ven felices. Estamos cumpliendo nuestro deber como caballeros del zodiaco.

 Estamos cumpliendo nuestro deber como caballeros del zodiaco

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F I N

Saint Seiya Do CvidanjaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora