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15 de noviembre de 2014

Cada día en la cancha─aunque yo preferiría llamarla campo de diplomacia─es todo un desafío para mí. No entiendo quién pensó que juntar a dos grupos que se odian y esperar que trabajen juntos en un deporte que requiere tanto compañerismo como el fútbol sería buena idea.

Solo espero el momento en que el equipo se separe y pueda dejar de lado esta absurda rivalidad. Tengo muy claro que en el fútbol no hay lugar para la mediocridad. No se celebra una derrota, solo la victoria te eleva como triunfador. Pero no se puede triunfar si estás constantemente menospreciando a tus propios compañeros de equipo.

El sol brillaba intensamente, iluminando mi rostro y dificultando mi visión. El campo se llenaba de sonidos, como el golpeteo de mis botines en el césped, los gritos del entrenador, los murmullos de la multitud y los llamados urgentes de mis compañeros que apenas podía entender.

Mi cuerpo estaba empapado de sudor, mis tobillos parecían a punto de estallar y mi respiración descontrolada hacía que el dolor en mi pecho se intensificara, pero seguía corriendo sin descanso.

Mientras el viento soplaba fuerte en mi rostro, la pelota finalmente dejó los pies de Satang y se dirigió hacia mí. La atrapé y levanté la mirada. Todos a mi alrededor saltaban, gritaban y agitaban desesperadamente las manos, tratando de llamar mi atención como si fueran fan girls y yo la celebridad. Sin embargo, entre todos esos rostros, desde los más lejanos hasta los más cercanos, mis ojos solo lograron captar a Gemini, quien se encontraba en una posición perfecta para un disparo al arco.

Cuando me di cuenta de que si quería ganar debía pasarle la pelota a él, mi estómago se revolvió. Sin embargo, el revuelo en mi interior se intensificó cuando sus labios se curvaron en una sonrisa burlona y la expresión en su rostro me gritaba claramente y de manera mordaz: "No tienes otra opción".

Sin dudarlo, ejecuté un movimiento rápido y preciso, golpeando la pelota con fuerza y enviándola hacia el cielo. Un silencio sepulcral se apoderó del campo de entrenamiento mientras la pelota se hacía cada vez más pequeña a medida que se alejaba en lo alto. Dirigí mi mirada hacia Gemini, quien ahora mostraba una expresión de sorpresa mientras observaba el cielo. Cuando nuestros ojos se encontraron, levanté las cejas y le sonreí de la misma manera en que él lo había hecho segundos antes.

Podría haber considerado pasarle la pelota a otro compañero del equipo, pero no podía pensar con claridad cuando me sonreía de esa manera. Me sacaba de quicio.

──¿Eres idiota? ──exclamó Gemini con frustración, mientras su voz se oía cada vez más cerca a medida que se acercaba a mí─. ¡Te pedí la pelota, no que la mandaras de paseo al espacio!

Gemini se posicionó justo frente a mí, tan cerca que sentí como si el aire se volviera asfixiante, ya sea por el sol ardiente que golpeaba nuestras cabezas o por la proximidad de nuestras respiraciones entrelazadas. Su barbilla se alzó ligeramente mientras sus ojos me miraban con furia. No pude evitar soltar una risa sin alegría.

──Mi error, Gemini ──respondí con sarcasmo──. Parece que la pelota también necesitaba un descanso de tus lamentables remates.

La tensión en el campo se podía sentir en el aire, pero se volvió aún más intensa cuando Gemini reaccionó impulsivamente, colocando sus manos firmemente en mis hombros y empujándome con fuerza hacia atrás. Su empujón me tomó por sorpresa, pero rápidamente logré recuperar el equilibrio. Lo miré a los ojos, una mezcla de sorpresa y enojo reflejada en mi expresión. A pesar de sentir la urgencia de golpearlo en lo más profundo de mi ser, decidí no responder con otro empujón.

anónimamente tuyo | geminifourth Donde viven las historias. Descúbrelo ahora