Capítulo 4. La verdad de una mujer

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Siempre será más fácil aceptar lo que has hecho una vez que has sido descubierto por otra persona, siempre diremos un vacío te lo habría dicho ó te lo iba a decir, pero la verdad es que una mirada arrepentida y culpable puede ser peor. Aún más cuando los ojos verdes de Lena miran con una súplica a los ojos azules de Kara.
—Está bien, no hagas más eso. —se quejó, cerrando sus ojos para evitar la mirada de Lena, ella tan solo sonrió y se burló en silencio.
—Es solo... necesitaba decírtelo.
Kara se estiró boca arriba sobre la cama, procesando las últimas palabras que habían salido de la boca de Lena. Una mano caliente se acomodó en el estómago y comenzó a levantar sus dedos y dejarlos caer, esperando una respuesta paciente. De alguna manera, la habitación se impregnó del humor preocupado que Lena tanto intentaba esconder, ya que ella acaba de decir que podría quizás (solo quizás) estar huyendo de algo más grande que unos simples pueblerinos. Todo se trataba de una simple y repetitiva historia: huir de las creencias que dejaba su apellido. La mano rubia escaló su propio costado para sostener la mano de Lena. El brazalete de plata resaltando en su muñeca, solo que esta vez Kara se había encargado de rodearlo con un tejido verde, Lena no mencionó nada pero Kara supo que lo agradeció.
—No te sientas preocupada. —ofreció Kara, aún sin saber que decir exactamente. —No puedo creer todo lo que hicieron.
Kara descubrió que la vida de un lobo solitario era difícil, dejando de lado la paranoia en la necesidad biológica de una manada o un aullido, sino más bien en lo duro que podía llegar a ser parte de una familia regida por los conceptos lupinos. Los Luthor les llamaba Lena, una familia de raíces lejanas y poder, se caracterizaban por la riqueza y voz que tenían en las sociedades hasta que el reinado llegó a su fin con la muerte principal del padre de Lena, Lionel Luthor, mientras contaba cómo fue acondicionada para cumplir un papel político, emparejada con algún galán de alguna otra casa políticamente correcta, Lena le contó a Kara que se escabulló la noche en que su padre fue encontrado muerto en su alcoba, siendo tomada como una traidora al legado y las creencias sabiendo que esto podría tomarlo a su favor como una oportunidad a la cual apostar, sabiendo que jamás volvería a ser considerada parte de la manada que era su familia. Kara solo pudo levantar sus cejas por unos segundos, sorprendida de tales regímenes. "Pensé que podía crear mi propia vida en la ciudad, pero me asustó cargar con la responsabilidad de ser a la que mi padre heredó, así que me escondí para no ser cazada por ellos." agregó Lena, señalando brevemente sus oídos y en si todos sus sentidos la paranoia que había sentido constantemente desde ese día. "Luego descubrí que ellos estaban tan decepcionados de mi que no les importó que me quedara con la herencia, era más vergonzoso volver a relacionarse conmigo que volver a hacer su riqueza. Y aquí me quedé, aún cuando creen que hurtó sus pequeñas trampas sin ingenio".
—¿Y sabes quien es el responsable de tal alboroto? —preguntó Kara después de decirle como el fallecimiento de su padre era la razón por la que había vuelto al pueblo, posó su mano en la pálida de Lena y frotó suavemente.
—Son las plagas, plagas de roedores. —contestó simple, levantando sus hombros.
—¿Y que hay de las desapariciones de personas? —preguntó aún más interesada, al tener visiblemente una fuente de respuestas.
—¿Hablas de los perdidos? Son turistas tontos que se pierden en el bosque, los he visto salir en la madrugada a las autopistas, subiendo a taxis y jurando como alguien los seguía. Repito, plagas. —los ojos verdes de Lena se agrandaron señalando la simplicidad de un razonamiento. —Naturalmente ya no vuelven, puedo imaginar porque son reportados como "no encontrados" por su guía turístico.
Kara tan solo sonrió con burla conociendo ahora las respuestas a las declaraciones más habladas y mejor guardadas del pueblo de Midvale. No pudo evitar restregarse sutilmente contra el calor que le proporcionaba su compañera.
—¿Qué creíste? ¿Qué me alimentaba de zorros apestosos y borregos sucios? —picoteó Lena, estilándose para poder alcanzar el edredón y tapar el cuerpo de Kara, así como también apretarla suavemente contra ella y compartirle su calor. Kara lo agradeció inmediatamente por la transición de calor a frío que se estaba llevando a cabo en el pueblo, Lena internamente se sintió contenta ante la aceptación.
—Sabes... creo, creo que jamás te percibí como alguien tan violento, no me detuve a imaginarte.
—Bien, porque yo jamás tocaría a ningún zorro apestoso. —declaró Lena.
Kara descubrió que Lena odiaba: los olores sintéticos de los productos, lo procesada que parecía estar su carne solo porque la comía con sufrimiento interno, el sonido retumbante de su timbre que Kara ni siquiera recordaba tener; el concepto del trabajo obligado que algunas veces veía hacer a Kara, logrando decir "No entiendo porque te gusta trabajar, yo tengo suficiente dinero para ambas" si, eso hizo que Kara torciera su cuello y tan solo hablaran de eso más tarde, resultó que Lena era una experta financiera y poseía un gran patrimonio. Pero lo que descubrió que Lena más amaba fue mejor, encontró que ella se sentía plena cuando restregaba su hombro contra el de Kara, ponía su pie encima de su pierna o dormían juntas en la misma cama, comer con un programa de fondo, dar juntas paseos largos, sentarse enfrente de la fogata o acostarse en el suelo frío a leer algún libro perdido de Kara. Ella respondía:
—Tengo calor.
—El pasto también está frío. —ofrecía Kara, sintiendo frío de tan solo ver la actitud relajada de Lena.
—Estoy bien.

Lena estaba en el sofá cuando comía algún tipo de carne seca que Kara había comprando en el supermercado, Kara entró por la puerta principal encendiendo las luces para solo revelar a la mujer en su sala de estar, ella solo pudo darse cuanta de la presencia gracias a cierto ruido, no uno por error sino intencional. Un brinco de Kara fue suficiente para dejar salir una sonrisa en los labios rosados.
—Es criminal como las industrias alimentarias alardean sobre su maravillosa calidad cuando entregar productos procesados hasta sus raíces.
—Es criminal que tú te sientes ahí y solo esperes para asustarme con tus pensamientos cínicos siguiéndote. —respondió Kara, cerrando su puerta y logrando ver una gran caja con Amazon impreso en su superficie. También el ambiente olía más... floral y terrenal.
—Se llama esperar por ti.
—Ahora puedo verlo. —Kara noto como el lugar rechinaba de limpio, se preguntó qué era lo que hacía que oliera tan bien. Caminó con pereza y se rindió en el sillón, quito sus botines y unas manos exigieron tener los pies cansados para comenzar a toquetearlos y amasarlos, Kara podía ver el beneficio de tener una amiga que constantemente necesitaba tocar.
—Me gusta el orden. ¿Me trajiste algún nombre del que me tenga que ocupar? —susurró mientras sentía como el cuerpo se relajaba.
—De hecho, mientras le jurabas lealtad a la luna pude o no haber dejado caer un comentario trampa cerca de un señuelo. —alardeó. Haciendo que Lena rotara sus ojos ante el comentario lunar y respondiera con una voz monótona:
Cuéntame, me matas de intriga.
—¡Hey! No puedes simplemente usar esas palabras exactas. —se quejó Kara, recordando cómo Lena se negó a compartir la razón por la cual no se verían en una semana.
—Solo fue una semana.
—Una larga semana de la que apenas apareces en mi sala y me recibes con un sermón digno de un golpe de estado hacia las industrias alimentarias y la economía que representan para nuestro país.
—Tuve un asunto licántropo. Estás cansada, no seas curiosa. —ofreció Lena. Kara se quedó callada y admiró el rostro serio de Lena.
—Oh, un asunto licántropo. —inquirió, con una sonrisa ladeada y una ceja levantada. —Así que, te escabulliste al bosque una semana y tuviste una urgía con la luna, mientras yo me moría de intriga.
—No.
—Está bien. Fingiré que te creo.
—Kara. No porque sea un lobo en mi tiempo libre, significa que tenga costumbres salvajes, solo... instintos y era mejor que saliera a distraerme como siempre lo hago. Totalmente normal como un espécimen normal. —alardeó con una voz precisa y confiada.
—Claro.
Kara continuó explicando cómo pudo haber dicho despistadamente que sabía de una fuente confiable que las plagas habían crecido y eso aumentaba el riesgo de un mal funcionamiento en el sistema que los tramperos utilizaban, que en dado caso los lobos eran la especie adecuada para tratar a los roedores. Haciendo dudar al hombre detrás del mostrador sobre el beneficio de la existencia de la loba, ya que no se tenía registro de ella en más de tres meses seguidos.
   —El señor Beaver jamás se cansará de buscarte, creo que tendrás que comértelo. —añadió Kara.
   —Prefiero comerme un zorro muerto.
   —¿Sería tan malo?
—¿Sería tan malo que cambiaras a un lobo e intentaras comerte un zorro? —preguntó Lena sabiendo con certeza que: uno, Kara no cambiaría (porque no le gusta hacerlo) y dos, ¿quien se comería un maldito zorro apestoso? Era una carta sucia, lo reconocía Lena.
—Comprendo. —por la cara que hizo Kara, fue cuando Lena supo que se lo había imaginado. Eso hizo que se riera desvergonzadamente.
   El resto del día descansaron y apreciaron el sonido de la lluvia que caía sobre el techo de Kara, tan solo acurrucadas como lo había estado haciendo hace algunas semanas. Eso pareció conmover aun más el calor y el compañerismo que Lena llevaba dentro suyo, Kara también admitió que era una práctica que sin duda remplazaría el favoritismo que tenía cuando Lena colgaba sus patas sobre sus hombros.

Albus AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora