Parte 2: Quiero decir. ¿Qué no era obvio?

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Y la palabra clave es "intentó" ya que la mano suave y elegante de Lena abrazo las costillas cubiertas por la blusa gris desgastada que se apretaba contra su pecho. —Me gustas y ni siquiera tus cambios de humor me asustarían tanto como la idea de que te vayas sin antes habértelo dicho. —ofreció, con una sonrisa ladeada que Lena pudo sentir sin la necesidad de verla.
—Tu también me gustas, Kara.
—Pude sospecharlo cuando no me arrancaste la cabeza.
Las comisuras calidad besaron a las frías, tan suave y delicado como si besara una flor que acababa de florecer en primavera, conservando cada detalle de tacto cuidadoso en ambas, como si un peso al fin se derribara y los brazos firmes de la otra te esperaran para hacerte flotar y descansar. Ambas se retiraron con la respiración agitada de las emociones y el momento, de pronto se sintieron como adolescentes cuando se volvieron a unir con fervor y desesperación. Las piernas de Kara actuaron tan rápido como pudieron y pronto se posaban a ambos lados de las de Lena, se alejó para tomar aire y pasar sus manos por el rostro caliente.
—Déjame mostrarte lo bien que te puedo hacer sentir, déjame darte la promesa de pertenecer a ti. Permíteme amarte como lo he hecho desde el día en que te conocí. —sonrió, sintiéndose relajada ante el olor terrenal, floral y suave de Lena.

   Un día, cuando Kara regresaba de dar un pequeño curso de: Charla de madera y demostración para niñas guía. Se sentó en la silla de su cocina, con las patas gruesas y frías de Leah en su regazo, arrastrando suaves caricias en el lomo dorado y sintiéndose agotada tan solo de haber socializado tan activamente con seres pequeños y curiosos, fue sorprendida por las manos calientes en sus costados. Lena tenía una bata lisa revelando la claridad de sus manos y su cuello, el olor insano del jabón corporal abatió instantáneamente la mente de Kara.
   —¿Esas niñas exploradoras te dejaron sin chistes malos? —preguntó, sobando los brazos cubiertos por alguna blusa larga de color pastel.
    —Ellas estaban tan informadas y curiosas por los árboles, que tan solo me obligaron a explicarles cada detalle de cómo cortar madera. —sonrió levantándose para rodear el cuerpo caliente frente a ella. —Les sorprendió tanto ver cómo se podía cortar un tronco que, simplemente valió la pena. ¿Qué preparaste que huele tan bien?
   Lena sonrió ante el gruñido que salió de las tripas de Kara, le demostró que tanto la extrañaba esa mañana de fin de semana cuando unió sus labios y la besó.

   Con enero finalizando y febrero a mediación, Kara sabía que cortar madera ya no sería su trabajo que más le robaría tiempo, así que su agenda como mujer del diseño y marketing, sería más abierta. Lena solo disfrutaba con una sonrisa mientras las cejas de Kara se juntaban y la línea de expresión se presentaba en signo de concentración, levantando sus ojos en vez en cuando, solo para mirar a una Lena concentrada en su computador. Lena normalmente odiaba los inicios de semana, pero cuando se trataba de compartir el mismo espacio con Kara, tan solo lo disfrutaba en silencio al otro lado de la habitación.
   Un fin de semana a mediados de abril cuando una llave se rompió y un plomero tuvo que poner todo su empeño en cerrar la fuga, la mujer de ojos verdes le propuso una idea a Kara, la promesa de una casa en un condado privado lleno de naturaleza era poco para lo que Lena realmente insinuaba bajo palabras suaves, un lugar donde vivir juntas, el cual llevaba consigo lujos que Lena vagamente había mencionado de su vida antes de mudarse al pueblo.
   —Es grande, tiene un vecindario de ancianos, temperatura perfecta y... es mi propiedad, nuestro condominio.
   Kara contestaría con algo parecido a ¿Estas segura? ¿No es demasiado? mientras acariciaba a su mascota y Lena le respondería algo como:
   —Lo dice la chica que dejó entrar a una mujer lobo a su casa.
   Cuando llegó la hora de la mudanza y el camion esperaba a las afueras de la enorme casa (porque eso era lo era) Lena solo sonrió y guió a la encargada de bajar todas sus pertenencias. Explicó dónde dejarlas mientras una Kara sostenía la exasperación de Leah mediante una corra, tratando de no verse tan sorprendida de su alrededor (el cual estaba amueblado, con un olor a nuevo y limpio).
   —Es hermoso, ya veo por qué no querías que arrastrara mis viejos muebles que estaban en el garaje.
   —Oh querida, esos después podrás ponerlos en el condominio de Metropolis y así puedas disfrutarlos cuando estemos de paso, si así lo prefieres.
   —¿Condominio en Metropolis?
   —Si, el departamento. La mansión de mi difunto padre está totalmente amueblada.
   —¿La... la mansión?
   —¿Estas bien, cariño? Parece que hoy estas un poco acalorada. Terminado podemos entrar al jacuzzi, quizás eso te haga sentir mejor. —una mano de Lena se posó sobre la frente bronceada de Kara, asegurando que la temperatura fuera normal y no estuviera experimentado algún golpe de calor o enfermedad por los cambios climáticos de calurosos a húmedos.
   —Claro... si, el calor y esas cosas.
   Lena en ocasiones dejaba salir pequeños detalles de su vida pasada, las sirvientas, las amas de llaves, los choferes, pero Kara nunca fue cien por ciento consiente del nivel de patrimonio que Lena había dejado contemplar vagamente, pero ahora, mientras veía como una mujer muy amable se encargaba de ordenar todo y retirar platicos protectores en los muebles limpiando barras de mármol puro, solo pudo pensar que se había enamorado de la mujer más jodidamente hermosa y amable (y rica).
Lena era protectora, cuidadosa y atenta. Cuando Kara se enfermaba procuraba satisfacer cualquier necesidad sin importar lo más mínima que fuera, si ella necesitaba un electrolito, Lena compraba un paquete de ellos; si necesitaba unas pastillas para evitar los cólicos menstruales, Lena procuraba comprarle una caja lo más rápido posible para luego comprar el medicamento más efectivo que Kara había probado en su vida (y sospechaba que el más caro que hubiera consumido), pero Lena jamás le dijo cuánto había costado o cuánto dinero gastaba su familia en las cenas familiares. Como tampoco explicaría el costo del viejo auto en su cochera, que Kara podría percibir con el valor de toda una vida de trabajo duro. En una ocasión cometió el "error" de mencionar lo hermosa que lucía la camioneta de su vecino silencioso, esa misma noche atrapó a una Lena sentada en el retrete husmeando en su celular la compra de esa misma camioneta.
   —No tienes que comprarme todas estas cosas caras para que te ame. —dijo Kara cuando unos días después la camioneta estaba a las afueras de su patio delantero con unas mejoras que realmente la hacían lucir más imponente y personalizada.
   —Lo se, por eso te mereces todo lo que te haga feliz.
   —Tu me haces feliz.
   —Eso es muy romántico.

   Leah continuaba su maravillosa rutina a manos de una entrenadora que Kara había catalogado como dulce y amable, Lena había tomado un puesto incógnito frente a una fundación a la cual llamó The Lutessa Fundation. Las cosas para Kara también parecieron brillar cuando su currículum llegó a manos de una empresa que apenas comenzaba, fue una sorpresa cuando adquirió popularidad y su requerimiento fue más aplaudió y reconocido, más tarde fue llamada Catco Worldwide Media en honor a la presidenta de la corporación, se sintió sorprendida cuando la llamada por un asenso fue ofrecida por su experiencia y grandes resultados.

   Viajaron, lloraron a sus seres queridos, compraron comida exótica, tuvieron su luna de miel, otras computadoras, momentos juntas, botellas de vino viejo, sabanas nuevas, chistes rancios, nuevo guardarropas, anillos, terapia, compras desenfrenadas, inversiones, peleas, nominaciones, desacuerdos, vibradores y consoladores, reconciliaciones, peleas de nuevo... pero siempre amor. Un amor blanco.

   Lena baja de su auto cuando cree que se ha estacionado bien, entra a su casa y Leah la recibe, quita sus tacones y deja su bolsa a un lado, camina sin mucha prisa a la cocina mientras es perseguida por Leah y toma un vaso que pronto llena de agua.
   —¿Lena, ya llegaste? —termina de tomar su agua y coloca el vaso donde estaba.
   —¡Si, ya llegue!
   Lena sube las escaleras que ni siquiera rechinan ante el peso y entra a la habitación principal, donde Kara, una mujer de cabello castaño y músculos expuestos le sonríe. No tuvo que decir nada para quitar su ropa y seguirá a la tina de su baño, una vez entró al agua cálida se relajó cuando las manos tibias masajearon sus hombros y abrazaron su cuerpo. No tuvieron tiempo para hablar del trabajo.

    El hombre castor pareció encontrar la respuesta a la plaga que activaba las trampas. Al final, termino patentado un invento perfecto para atraer a los roedores y atraparlos. De esa manera terminó por vender aquellos productos a los cazadores que desesperadamente se sentían atraídos por la idea de volver a tener ganancias. Los noticieros se enteraron del emprendimiento, él contestó todas las preguntas y le hicieron un documental que enmarcaba el título de: La idea que cambió mi vida: la eliminación de una plaga.
    Kara lo encontró meses después en la televisión de su habitación, en una aplicación muy popular llamada Myxflyx junto a una serie de naturaleza que Lena muy divertida miraba después del trabajo.
   "Así que si, comencé a investigar los rastros y a pasar más tiempo en el bosque, luego me di cuenta de que había muchos animales pequeños, fue cuando vi a uno de ellos caer en una trampa y salir ileso. Así fue como decidí emprender mi propio producto, jamás creí llegar tan lejos como ahora." Decía el hombre castor mientras los hombres con pistolas de caza esperaban a las afueras de su tienda, esperando la hora exacta en la que abriera.
   —Es un pequeño castor mentiroso. —susurró Lena.
   —Lo es. —sonrió Kara balanceando su peso hacia Lena, dejó un beso rápido. —Por eso mismo jamás dirá que una loba rondaba su pueblo y desaparecía turistas. —guiñó su ojo mientras llevaba a su boca algún snack caro y nutritivo que Lena había insistido en comprar... y Kara bueno, disfrutaba de su sabor tan delicioso para ser nutritivo. 
   —Solo fue una vez. —se quejó.
   —¿Una vez?
   —Si, lo enterré en tu patio trasero, cariño. Pensaba que lo sabías por el olor a podrido. —Kara parpadeó y dejó de masticar. —Es broma, sigue comiendo tus nutrientes, te harán muy fuerte y saludable.
   Kara se rió y luego peleó que ella jamás pensaría algo como eso de Lena.
   —Claro que no creerías que haría algo así. ¿Quién lo enterraría en un patio? Obviamente lo habría dejado caer en la fosa familiar.
   —¡Lena!
   —Es mi pensamiento lógico. Ahí enterraría al idiota de tu ex jefe, solo por ti. —Lena puntuó. Kara continuó masticando, pensándolo por un momento para luego preguntar:
   —¿En Gotham, cierto?
   —Es correcto, nadie lo sospecharía.

Albus AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora