¿OTRA VEZ TÚ?
Por la mañana me desperté por culpa de los mensajes que no paraba de enviarme Helena. Finalmente me llamó.
—¡Por fin coges el teléfono!
—¿Qué ocurre?—pregunté con mi voz ronca.
—¿Estás lista?
—¿Para qué?—pregunté confundida.
—Tía, ¿acaso no has leído los mensajes que te he enviado?
No hacía falta que le contestara. Ella ya lo dedujo.
—Mira, Luna, resulta que uno de los chicos de ayer trabaja como camarero en el bar de la piscina de uno de los hoteles más grandes de Barcelona.
—¿Y?
—Pues que nos deja ir a la piscina.
—¿Estás segura?
—¡Claro que sí!—exclamó, ilusionada.
—No creo que a su jefe le haga mucha ilusión...
—¿A quién le importa? Además, si le despiden, no es problema nuestro. Así que ponte el mejor bikini que tengas y vámonos.
—Déjame adivinar, ¿ya estás en el coche esperando a que salga?
—Hace diez minutos.
Esta chica era increíble.
Tardé unos quince minutos en arreglarme y desayunar algo antes de irme.
—No sabes las ganas que tengo de ponerme morena—dijo justo cuando entré en el coche.
—Tranquila, tú siempre te pones morena muy rápido.
En cambio, yo tenía la piel muy clara y me costaba la vida ponerme morena. Casi siempre acababa roja.
—Llegamos—dijo después de diez minutos de trayecto.
Al entrar estaba lleno de gente de nuestra edad. Muchas de ellas las reconocí al instante por la fiesta de ayer.
Cogimos dos hamacas y dejamos nuestras cosas sobre ellas. Helena se quitó el vestido que llevaba y dejó a la vista su bikini de color negro. Unos segundos mas tarde yo hice lo mismo.
—Ese color te sienta genial—me dijo señalando mi bikini azul oscuro.
—Gracias.—Sonreí.
—¡Vamos a tirarnos!—exclamó agarrándome la mano y tirando de mí.
La piscina estaba llena de chicos y chicas lanzándose agua y pasándoselo bien. Nosotras nos acoplamos a ellos. Parecía una guerra, pero era divertido.
Media hora más tarde decidimos tumbarnos en las hamacas para tomar el sol.
Yo estaba tranquilamente con los ojos cerrados disfrutando del cálido sol cuando de repente una sombra me tapó por completo la luz.
Abrí los ojos y me encontré con unos marrones que me miraban con una sonrisa.
—¿Víctor?
—Creo que lo de encontrarnos en cada lugar ya no es casualidad—dijo acompañado de una risa.
—Tienes razón—dije, también sonriendo.
—¿Qué te trae por aquí?
—Un amigo de Hele...—dije mirando la hamaca de al lado, pero mi amiga ya no estaba—. Juraría que estaba aquí.
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UNAS ROSAS PARA LUNA
RomanceLuna creyó que si se mudaba a otra ciudad conseguiría deshacerse de los recuerdos que la atormentaban del pasado. Pero no fue así. Ella siente que su vida no tiene solución. Pero todo cambia cuando el mismísimo Sam, el hijo de los empresarios más f...