uno

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  marti   

me tiré en el sillón y miré a mi mamá con ojos de gato con botas-. ¿Todavía no llega el internet?- le dediqué mi mejor puchero. 

mi progenitora puso los ojos en blanco y me miró chata-. No podi ser tan dependiente del internet, Martina Javiera- me retó-, estai todo el día pegada al teléfono, el netflix y el computador, no te va a hacer daño estar desconectada hasta que venga el técnico mañana. Maxi, dile algo a tu hija- se giró hacia mi papá, que estaba mirándonos desde la escalera.

-Perdón esposa, pero en estos momentos estoy de acuerdo con mi hija- dijo-. Yo igual me estoy volviendo loco sin internet.

mi mamá nos miró a ambos y negó con la cabeza, decepcionada- . Hay miles de cosas que pueden hacer sin internet. Podi cocinar algo o ponerte a estudiar- fijó su atención en mí y después en mi papá-. Y tú, podriai ordenar tu parte del clóset, que llevai dos meses diciéndome que lo harás y al final siempre buscai alguna excusa- indicó mi mamá mientras entrecerraba los ojos. 

- Me resulta más entrete ir a ver si pillo al vecino afuera, hacerme su amigo y ver si me da la clave de su internet, permiso- dijo antes de cruzar el living y salir de la casa para vivir su a través de mi ventana moment 

-Confirmado, tu papá no va a madurar nunca- suspiró mi mamá, mientras seguía doblando la ropa que tenía tirada en el sillón.

me senté a su lado y desbloqueé mi celu para ver si había algo entrete que pudiese hacer pa distraerme, al menos hasta que me diera sueño. Pillé un juego de frutillita para hacer helados que le había instalado a una de mis primas chicas hace unos meses y que, gracias al universo, no había borrado y que no requería internet para usarlo. Ya había pasado el primer nivel cuando mi papá volvió a entrar a la casa.

-¿Te fue mal con el vecino?- le preguntó mi mamá con una pizca de burla en su voz.

-No, pero me topé a alguien que venía a ver a la Marti- se movió de la puerta y dejó a la vista la silueta de mi mejor amigo, el Basti. 

-Hola tía- saludó a mi mamá con una sonrisa tímida-. ¿Cómo está?

- Hola mi niño, aquí estresada con estos dos- hizo una seña hacia mi papá y a mi-, ¿y tú?

el Basti se rio-. Bien, gracias, ¿le da permiso a la Marti para que salga un ratito? vamos a estar en la plaza nomás.

-¿No queri llevarte al Maxi también? Hoy es de esos días en los que me cae un poco mal- mi papá la miró ofendido-. Es broma, vayan nomás- se giró a mirarme y me guiñó un ojo

- Gracias tía- el Basti le sonrió a mi mamá una última vez mientras yo me paraba y caminaba hacia la puerta.

una vez afuera, abrí la reja que separaba nuestro jardín de la calle y caminamos en silencio las dos cuadras que separaban mi casa de la plaza a la que iríamos. Lo miré de reojo, al ver la cara con la que andaba se me prendió la ampolletita y adiviné el posible motivo de su visita: había peleado con la Nadia.

al darme cuenta de que probablemente sólo había venido a usarme como paño de lágrimas (como casi siempre, pa ser honesta), me sentí un poquitín mal. Yo creo que cualquiera se sentiría así si la persona que le gusta solo aparece para desahogarse contigo cuando la polola lo patea.

Porque sí, señoras y señores, me gustaba mi mejor amigo.

no sabría explicar hace cuánto, o cómo había pasado, porque con el Basti nos conocíamos desde primero básico y siempre había sido una constante en mi vida, pero más o menos como a los trece años, la edad en la que los hombres dejan de parecerte tan desagradables, me sorprendí a mi misma poniéndome muy nerviosa cada vez que me quedaba con él a solas, o pensando en él con las canciones mamonas, o rechazando a todos los que se me declaraban porque no eran él.

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