05. 𝗰𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗲𝗹 𝘁𝗶𝗲𝗺𝗽𝗼 𝗻𝗼 𝗯𝗼𝗿𝗿𝗮 𝗿𝗲𝗰𝘂𝗲𝗿𝗱𝗼𝘀 (𝟭/?)

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25 de diciembre del 2008.

La nieve caía en un día esencial para el coro infantil, donde los chiquitos exhibían sonrisas deslumbrantes y ojos llenos de luz, luciendo atuendos festivos en rojo y blanco y verde y rojo. ¡Era Navidad!
Lena, una chica de 9 años, de cabello lacio y rubio, con ojos verdes llenos de ilusión, se encontraba en uno de los bancos de la escuela, esperando la vuelta de su madre, quien había salido en busca de los zapatos para la ocasión navideña.

Mientras esperaba, Lena observaba sus pies descalzos con atención, entreteniéndose moviéndolos de adelante hacia atrás y de atrás hacia adelante, sumergiéndose en la simple alegría de la infancia. El aire resonaba con risas y cánticos festivos mientras los compañeros de Lena se preparaban para el coro, creando un ambiente cálido y lleno de expectativas para la celebración navideña que se avecinaba.

—Sentate acá corazón, no te muevas, voy a buscar a Tonya — la voz de una mujer castaña hablando en bielorruso hizo presencia junto con su hija de también pelo castaño, algo pecosa y de ojos verdes.

Lena cesó su juego con los pies en el momento en que otra chica se sentó a su lado. A pesar de que el bielorruso y ruso eran diferentes idiomas y habían algunas diferencias en palabras y pronunciaciones, eran prácticamente iguales, lo suficiente para que la pequeña Lena de 9 años le entendiera perfectamente a la madre de esa pequeña. Ambas estaban aguardando con impaciencia el regreso de sus respectivas madres. El silencio entre ellas se llenó con la anticipación palpable de la temporada festiva, mientras compartían la expectativa de ver regresar a sus seres queridos con la magia navideña que traerían consigo.

Aburrida y movida por la curiosidad, Lena dirigió su atención hacia la chica a su lado, examinándola detenidamente. Sus ojos se posaron en cada detalle, y su curiosidad la llevó a observar las uñas de la otra pequeña, las cuales le llamaron la atención ya que estaban pintadas con motivo navideño.

—Me gustan tus uñas — dijo Lena al ver que la pequeña las tenía muy bien arregladas.

—Sí, son lindas... — respondió.

Mientras la rubia observaba sus uñas decoradas, notó que la castaña también llevaba una pequeña cicatriz en la rodilla.

—¿Te dolió?— preguntó al ver que tenía una cicatriz en su rodilla.

—¿El qué?— respondió confundida con el ceño fruncido.

Lena señaló con delicadeza hacia la marca que contaba su propia historia tratando de tocarla con curiosidad, pero la pecosa se hizo para atrás para evitar que ella la tocara, ya que se sentía tímida al ser tocada por una chica y más que nada en esa cicatriz, no le gustaba recordar el motivo de esta. La rubiecita alejó su mano de ahí, respetando el gesto de la castaña.

—No, no me dolió... no tanto. Bueno...
sí, un poco. —

—Mmm— murmuró jugando nuevamente con sus pies descalzos.

La chica se quedó callada, jugando con sus manos de manera nerviosa mientras intentaba mantener la conversación. La pausa se prolongó por un momento, creando un pequeño silencio tenso antes de que finalmente lo rompiera.

—¿Cómo te llamás?— preguntó.

—Yelena, ¿vos?— respondió sonriendo.

—Aryna— ella asintió con la cabeza mientras sonreía tiernamente.

—¿Te puedo arreglar las uñas?— añadió.

—¿Ahora?— contestó Lena con las cejas alzadas, sorprendida.

—Sí, solo si queres. Siempre tengo un esmalte dentro de la mochila. Ahora vuelvo, voy por él— Aryna se levantó de la banca en un salto con una sonrisa de mejilla a mejilla; los ojos le brillaban una y otra vez, un brillo resplandecido, único y hermoso.

Rybalenka; One Shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora