Rewind you

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El aeropuerto está abarrotado, las vacaciones de verano son una buena razón para que todos viajen. Momo lleva una sola mochila y su pasaporte en mano junto al boleto de avión.

—Ten cuidado, y avísanos cuando llegues. —Sana está inspeccionando la mochila de Momo, asegurándose de que tenga todo lo necesario para dos días en su país natal.

—No se preocupen chicas, estaré bien. —Momo asegura y acaricia la cara de Mina con sus manos, después la de Sana. Se ha vuelto una costumbre para demostrar su cariño en público.

—Te queremos mucho, Momo. Cualquier cosa estamos al alcance de una llamada —Sana se quiere asegurar que Momo no tendrá problemas allá—. Ve antes de que pierdas el vuelo.

Con un último beso en la mejilla, Momo aborda su avión. Mira por la ventanilla y suspira. Ya no puede ver a la pareja, pero siente su corazón cálido y acompañado.

—Vamos a casa, cariño. —Sana dice tomando a Mina del brazo, quien estaba absorta viendo los aviones en el hangar que está a lo lejos.

Cuando Momo llega a Japón, el group chat está repleto de fotografías de ella en su país de origen.

Momo:

"Estoy bien!, quedé con Hanna en una hora. Las quiero"

Están en el departamento, Momo no les ha respondido en un buen rato y quieren suponer que se está poniendo al día con su hermana.

—Ella estará bien, Mina. Quita esa cara, que me pone triste.

Mina no sabía que se notaba en su rostro los pensamientos que la abordan. No son precisamente sobre si Momo está bien o no. —No me preocupa eso, solo estaba pensando en Japón.

—¿Y qué piensas? —Sana se acerca a ella en el sofá, pone sus piernas encima de las ajenas, buscando calor.

—En Ray.

Sana aprieta los labios y solo puede abrazar a Mina, sin decir una sola palabra porqué sabe que nada podrá hacer una diferencia en la situación de su novia.

Momo lleva un rato frente a la puerta. Todo el día estuvo con Hanna, diablos, extraña a su hermana. Ella piensa en cómo peleaban cuando eran más pequeñas, pero pronto aprendieron que su compañía era la única salvación de su hogar roto.

Hogar que ahora solo es una casa maltratada y que al parecer nadie cuida. Ella nunca pensó que pisaría este lugar desde que se mudo a Corea, pero aquí está.

De pie frente a la casa de su infancia.

Sola.

Hanna pidió acompañarla, pero Momo sabe —muy en el fondo— que lo tiene que hacer sola. Sus ojos se llenan de lágrimas al recordar lo que fue una vez esta casa. Alegría, calidez, familia.

—Vamos Momo, no seas cobarde —se dice así misma y toca el timbre.

Ahora solo es soledad y rencor.

Nadie abre, aunque hay una luz tenue en algún lugar de la casa. Momo deduce que proviene de la cocina, pero es tan tenue que su mente juega con ella.

Vuelve a tocar, está vez un par de veces. Sí ella lo va a intentar, lo hará bien. —¡Hola! —grita, asomándose por las ranura de la ventana. Suspira una vez más.

Traga su dolor, alza la mano dispuesta a tocar otra vez... se detiene y se da la vuelta. Con pequeñas lágrimas en su rostro. No pudo ver a su padre. Aún no sabe nada de él, aunque estaba dispuesta a perdonarlo.

Cuando la silueta de la mujer se disuelve en la oscuridad de la noche, el señor Hirai corre la cortina de la ventana. La barba le ha crecido, su hija cambió mucho en estos años.

Masterpiece- MISAMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora