Siete

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Leer nota al final.

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Sainz desembarcó de su vehículo y se encaminó hacia el automóvil de Marco, llevando consigo una emoción indescifrable.

-Por favor, no te bajes. - Exhorté a Marco mientras desabrochaba mi cinturón; su rostro expresaba confusión al fruncir el ceño. -Creo que le he visto antes.- Aseguró, y negué con la cabeza tragando en seco, no valía la pena inmiscuirme en más mentiras. -Estoy segura que si, es el hermano de Ana. - Expliqué, finalmente abriendo la puerta del automóvil.

-¿Te veo luego? - Mi voz sonaba más como una súplica que una pregunta; no deseaba que Carlos hiciera algún comentario desagradable frente a Marco, ya era suficiente tener que justificar por qué Carlos había venido por mí.

-Vale. - Respondió sin mucha elaboración. Al cerrar la puerta, Marco puso en marcha su vehículo, dejándonos en el estacionamiento con un Sainz de semblante hosco, y yo, cara a cara con él.

-¿Era necesario? - Reclamé, y él revoleó los ojos. -Sube al auto. - Indicó, pero negué con la cabeza.

-Hubiera preferido un taxi, uno no tan sinvergüenza como tú. - Me crucé de brazos mientras él bufaba. -Cariño, ¿De verdad quieres estar con un niñato? - Preguntó burlón, y revolví los ojos.

- Y mira quién lo dice. - Caminé arrastrando mis pasos hacia su auto. -No me compares con esa porquería, Sophie. - Elevó su voz desde su posición, entonces me detuve a pocos pasos de él.

Todo lo que había estado guardando dentro de mí amenazaba con salir; Carlos sabía qué botones presionar para que perdiera la cordura y el respeto. No había necesidad de insultar a Marco.

-¿Puedes parar? Ni siquiera le conoces. - Tensé mi mandíbula, y él soltó una pequeña risa. -¿Y tú sí? -

Ya no podía más.

-¡Eres un imbécil! - solté, las palabras resonaron en el estacionamiento, llevando consigo la carga acumulada durante meses. Carlos, ajeno a mi tormenta interna, negó con la cabeza con aire de superioridad.

Se mantuvo un par de segundos inexpresivo. El fulgor en mis mejillas era testigo de la ira que bullía dentro de mí. Como si se tratara de un vendaval de emociones, dejando escapar palabras que, hasta ahora, había contenido.

Las lúgubres luces del estacionamiento proyectaban sombras en su rostro, y en esos momentos, sus ojos oscuros reflejaban una mezcla de indiferencia y desdén. No entendía cómo podía mantener la compostura mientras yo desataba mi tormenta emocional.

- Sube al auto, Sophie. - Su tono intentaba ser sosegado. Se acercó con cautela, buscando apaciguar la tempestad que había desatado, pero mi resistencia se mantuvo firme. Ocho meses de paciencia y contención alcanzaron su límite, y esta noche, en el estacionamiento iluminado por destellos de ira y desilusión, tomé una decisión: debía poner fin a esta historia.

Me hallaba en un estado de gran desasosiego al descubrir que los sentimientos hacia Carlos no se limitaban a meros afectos; estaban imbuidos de un profundo reproche. Era la desilusión de participar en este juego sin salida, donde él se erigía como el vencedor indiscutible.

Anhelaba ser Emily, ocupar su posición y eludir la confrontación con mis padres por mis elecciones, ¿Por qué mis padres nunca se molestaban con ella? Y peor aún, había algo que envidiaba con todo mi ser.

Deseaba ser la dueña exclusiva de Carlos, sin tener que enfrentar las palabras ajenas. La sola idea de verlo con ella me resultaba insoportable, y comprendí que no solo era una mera ilusión, sino una evidente y lamentable tardanza en reconocer mi propia estupidez.

Pruébame - Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora