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Bahrein - Royal Golf Club
Actualidad 

10 de Noviembre 2023

El vuelo a Bahrein transcurrió en completa tranquilidad, proporcionando un ambiente relajado que disfruté plenamente. Ana y yo compartíamos risas a lo largo del viaje, y pronto se nos unieron en un contagioso espíritu animado Lando y Charles, lo que hizo que el tiempo pasara con alegría y camaradería.

Mientras tanto, en otro rincón del avión, mi padre y el señor Sainz se enzarzaban en una competencia de golf verbal. Alardeaban sobre sus habilidades en el campo y cómo Carlos finalmente tendría la oportunidad de aprender de los mejores. Era gracioso ver cómo alguien ponía a Carlos en su lugar, ya que, aunque destacaba en la parrilla de Fórmula 1, en el golf, junto a los veteranos, no tenía mucho que hacer. Incluso podría afirmar que yo era mejor que él en ese deporte.

Cuando llegamos al hotel en Bahrein, decidí cambiar mi atuendo por algo más apropiado para el golf: una falda de pañuelo rosa y un top blanco de tirantes, complementados con un pequeño suéter que caía hasta mi cintura. Añadí una gorra y recogí mi cabello en un moño antes de salir de la habitación, lista para un día en el campo de golf.

Charles, con su amabilidad característica, llevaba la bolsa de palos de golf. Se ofreció a cargarlos hasta el club, un gesto que agradecí con una sonrisa. Siempre demostraba su cortesía, a pesar de las miradas intimidantes de Carlos, que parecía no estar de acuerdo con tanta atención hacia mí. Sin embargo, Charles decidió hacer caso omiso de su actitud.

El Royal Club de Bahrein, el lujoso oasis en medio del desierto. Cuando llegué, me quedé impresionada como si fuera la primera vez que venía por la majestuosidad de su campo de golf. El contraste entre el verde exuberante del césped y la aridez del desierto que lo rodeaba era fascinante.

El campo de golf estaba impecablemente cuidado, como si cada hoja de césped hubiera sido colocada con precisión quirúrgica. Los fairways y greens se mantenían en condiciones perfectas, y la vegetación cuidadosamente diseñada añadía un toque de belleza al paisaje. Los bunkers estratégicamente ubicados prometían un desafío emocionante.

Caminar por ese campo era como adentrarse en un paraíso secreto, donde la tranquilidad del desierto se fusionaba con la elegancia del golf. Cada hoyo ofrecía una experiencia única, desde vistas panorámicas de las dunas de arena hasta desafíos estratégicos que mantenían la emoción a flor de piel.

En el campo de golf, mi padre se dirigía con humor a Emily, quien estaba teniendo problemas en un búnker de arena. Mi padre no perdió la oportunidad de hacer un comentario humorístico mientras Emily lanzaba la pelota al búnker una vez más: -Debes practicar más, hija. - y su respuesta irritable desató una pequeña risa burlona en mí. La atmósfera era relajada y amigable, aunque algunas tensiones pasajeras parecían estar flotando en el aire.

-Cómo si tu podrías hacerlo mejor. - Ante el reto lanzado por Emily, sonreí con malicia. No iba a dejar que sus provocaciones me perturbaran. 

De forma segura, tomé el palo de golf y, con toda mi atención centrada en la pequeña pelota que reposaba frente a mí, me dispuse a demostrar mis habilidades. Separé las piernas y enderecé la espalda, inhalé profundamente y, con precisión, dirigí el golpe hacia la pelota. La misma voló por el campo, alcanzando una gran distancia, casi perdiéndose de nuestra vista, cerca de una de las banderas. Una sonrisa de suficiencia se formó en mis labios, y no pude evitar dirigir una mirada de burla a Emily, quien revoleó los ojos en respuesta.

Las personas que nos observaban atentas no tardaron en elogiar mi golpe. -Wow, Sophie, lo traes en los genes. - El padre de Carlos, mostrando admiración, me felicitó. Aproveché para lanzarle una mirada fugaz a Carlos, que observaba la escena sin mostrar ninguna emoción aparente.

Pruébame - Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora