Capítulo 21: No hay vuelta atrás

8 2 0
                                    

Nos vamos con Olivia mientras está en la cama del hospital...

Cuando desperté lo primero que vi fue a una doctora. No sabía cómo había llegado allí, todo parecía ser un sueño...o una pesadilla. Lo último que recordaba vívidamente es haber discutido con Diego y que me dejara sola en mitad de la nada. A partir de ahí, todo quedaba borroso, y no sabía distinguir la realidad y mi imaginación

¿Diego había vuelto a buscarme? ¿Había visto su rostro y le había pedido ayuda? Sonaba como algo que Diego no haría. Era extremadamente orgulloso y no creía que volviera a por mí después de lo que nos habíamos dicho. Pero entonces, ¿quién me había recogido de aquel lugar? ¿Habría finalmente llamado a mi padre y no me acordaba?

Eran demasiadas incógnitas que no podía resolver en aquel momento. Además, me dolía mucho la cabeza, y notaba mi cuerpo demasiado anestesiado como para levantarme. En cuanto la doctora vino, sentí la necesidad de contarle todo lo que me había pasado para llegar a ese momento. Me resultaba mucho más sencillo hablar con una persona desconocida acerca de mis problemas que con alguien a quien conociera, ya que la doctora no se encontraba en la tesitura de tener que sentirse orgullosa de mí por nada.

–Una cosa más, Olivia–comentó la doctora antes de marcharse.

–Dígame, ¿qué ocurre? –pregunté, preocupada por mi salud.

–Oh, tranquila, no es nada relacionado con tu bienestar, todo está bien quitando tus problemas de salud mental–me tranquilizó–. Solo quería comentarte que ahí afuera hay dos hombres esperándote, y quería saber si los conocías y si querías que les comentase tu situación.

–¿Quiénes son?

–Por lo que me ha comentado la enfermera que te atendió en primer momento, uno es Javier Sánchez, y suponiendo que es tu familiar debido al apellido, he dado por hecho que es tu padre–asentí con la cabeza–. Perfecto, entonces no me equivocaba. Y el otro chaval, dice llamarse Diego, y es el que te trajo a urgencias.

–¿Enserio me trajo hasta aquí?–pregunté, desconcertada.

–Sí, ¿es que hay algún problema?–quiso saber la doctora.

–No no, somos amigos, y habíamos tenido una discusión y no pensé que fuera a volver a por mí.

–Ah, este es el chico del que me habías hablado antes–acertó.

–Sí, exacto–confirmé.

–Bien, entonces puedo hablar con ambos sobre tu situación y...

–No, no puedes–espeté–. Lo siento, no quería sonar borde o maleducada. Es simplemente que nadie lo sabe, y mi madre sólo es consciente del pico del iceberg. No quiero que nadie lo sepa excepto por mí.

–Pero Olivia, deben saberlo para que tengan cuidado si alguna otra vez sucede lo de hoy. No puedes dejarte desprotegida–aseveró.

–Lo siento doctora, pero dentro del secreto profesional se establece que no puede saltarse mi decisión. Y esto no es un caso de vida o muerte, así que por favor, le suplico que no les comente nada, no son parte de mi vida diaria y no van a poder hacer nada por mí, más de lo que ya hacen–le rogué.

Tras mis últimas palabras, la doctora se aseguró de que estaba físicamente bien y sin mediar palabra se marchó de la habitación. Sus acciones delataban sus intenciones. Iba a decírselo a ambos, y todo lo que podía sentir era vergüenza y decepción de mí misma. Era cierto que la doctora debería haber escuchado mis necesidades, pero entendía que lo hacía por mi bien, aunque no fuera lo que yo quería.

Pasaron unos 15 o 20 minutos cuando mi padre apareció por la puerta de la habitación.

–Olivia, golondrina, ¿cómo estás?–preguntó, mirándome todo el cuerpo y asegurándose de que no tenía nada grave.

Un Amor de los de NuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora