Capítulo 16: Conversaciones incómodas

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Volvemos con Olivia, llegando a su destino...

Lo poco que quedaba de viaje estuve escuchando música, mirando el paisaje y a la hora de comer cogí el bocadillo que me había dado mi madre y me lo comí. Media hora más tarde, y tras haber escuchado en bucle la canción "Everybody wants to rule the world"  llegué a la estación de tren, donde esperaba mi padre, frente al coche y con una sonrisa de oreja a oreja.

Cómo iba a doler decirle lo que tenía en mente...

- Hola, pajarito–me saludó con un fuerte abrazo, seguido de una sacudida y un beso de esos que suenan como un estruendo.

- Ay papá, no me llames así–ya no era una niña, y me daba mucha rabia que me siguiera tratando como tal.

- Eres mi niña pequeña y punto–rechistó.

- Bueno, vale–acepté.

- ¿Qué tal estás?–me preguntó, más por educación que porque le interesase, al menos yo lo interpreté así. O mejor dicho, como si no supiera qué decirme.

- Bien–mentí. Necesitaba primero llegar a casa y ya luego me sentiría preparada para hablar.

- ¿Cómo te va el verano? ¿Has hecho muchos planes?

- Pues no mucho, pero ya sabes que me gusta estar más en casa, leyendo y descansando de todo el año de estudios. Pero sí, algo he salido, a cenar, alguna vez que otra a la playa o a dar una vuelta de noche, cuando hace fresco–contesté, no queriendo dar muchos detalles, no me apetecía hablar.

- Bien bien, eso está muy bien–de nuevo, se quedó sin cosas que decir, y lo preferí así–. Tengo que pasarme a comentarle algo a Pedro, ¿quieres venir o prefieres que te deje en casa primero?–Pedro era su mejor amigo desde hace muchísimos años, incluso antes de yo nacer. Era como un familiar más para mí.

- Claro que quiero ir, ¿cómo le va?–me preocupé genuinamente.

- Pues tu sabes, los achaques de la edad, porque ya está mayor, pero está bien, no hay mucho que contar...ya mismo un pie en la tumba–bromeó

- Papá pero no lo mates ya, por dios–me reí.

- Sí, a Dios es a quien va a ver pronto–reímos juntos.


El resto del viaje no había mucho de qué hablar, yo sacaba temas de conversación como la política, el tiempo o algunos sucesos que habían salido en las noticias días anteriores y los comentábamos, dando nuestra opinión. Creo que esa era una de las pocas cosas que adoraba de estar con mi padre, poder hablar de cualquier cosa y dar nuestras opiniones, sentirme escuchada y que mi opinión valiese algo, aunque solo fuese mi padre. Ahora que lo pienso, creo que es la valoración más importante, junto con la de mi madre. Es cierto que, a veces, yo pensaba que él tenía pensamientos muy arcaicos y él pensaba que yo estaba demasiado avanzada o que estaba muy equivocada, que ya aprendería cuando fuese mayor. A día de hoy, seguimos sin estar de acuerdo, pero me alegro de poder seguir manteniendo esas conversaciones, aunque no sea de la forma que me gustaría.

Cuando llegamos, me di cuenta de que habíamos estacionado justo al lado del bar donde mi padre y yo desayunábamos cuando era pequeña, y donde ahora él paraba a charlar y a tomar algo con sus amigos cuando terminaba de trabajar.

No tengo muchos recuerdos de ese momento, porque he estado en ese bar millones de veces y os mentiría si os digo que sé que día y cuando fue cada cosa, pero lo que sí recuerdo es ver a Pedro, mirándome, como si estuviese viendo a alguien renacido, con lágrimas que casi asomaban por sus ojos y viniendo hacia mí a darme el abrazo que nadie me había dado nunca. Era sentir que me daba el abrazo que siempre quise que mi padre me diese. Como si fuese lo más bonito y asombroso que hubiese visto en su vida.

Un Amor de los de NuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora