Capítulo 14: Volver a confiar

17 2 0
                                    

Volvemos a Olivia y Sergio en la consulta del psicólogo, esa misma mañana...

Sí, me gustaría hablar de Diego, pero no sé exactamente qué decir.

- Pues deberías hablarme de lo que pusiste en la ficha que te di–sacó mi ficha de uno de los cajones de su escritorio y vi su nombre señalado con una flecha–. Aquí pone que te cuesta sacarlo de tu cabeza y que es un tema que no entiendes porqué no has podido superar.

- Pues justo eso–me reí y Sergio me siguió con una sonrisa.

- Vale, ¿qué significa Diego para ti?

- Todo–lo dije sin pensar mucho, pero realmente eso era lo que se me pasaba por la cabeza cuando Diego venía a mi mente.

- ¿Todo? Vas a tener que ser un poco más específica para que lo entienda–me animó a continuar explicando la situación.

- Diego fue la persona que me ayudó a seguir viva cuando no quería seguir haciéndolo. Fue el amigo que pensaba que no necesitaba cuando todo se venía abajo, cuando otro chico me desarmó la vida, y no porque lo quisiera. Son detalles que no me gustaría dar–me sentí cohibida y tuve que parar de hablar.

- No te preocupes, aquí vienes a contar sólo lo que te sientas cómoda de compartir conmigo. Continúa cuando te sientas preparada.

- Está bien, gracias–me sentí un poco mejor y seguí conversando con él–. Apareció en mi vida allá por enero, hace unos 6 o 7 años. Empezó a hablar conmigo a través de redes sociales, nos presentaron unos amigos en común. Al principio, me caía terriblemente mal, y no sentía nada por él más que rabia, porque decía cosas incoherentes y a veces comentarios innecesarios y dañinos. Pero después, quiso ser mi amigo, empezamos a hablar todos los días antes de ir al instituto y me daba las buenas noches cuando iba a acostarme para madrugar al día siguiente. Los fines de semana igual, solíamos escribirnos todo el día, mandarnos fotos de lo que hacíamos y ayudarnos mutuamente. Es cierto que la mayoría del tiempo hablaba de su vida y sus problemas, y yo lo escuchaba, lo animaba e intentaba ayudarlo. Pero, sin saberlo, él me estaba ayudando a mí aunque yo no contara mucho sobre mi vida. Él tenía novia en ese entonces, y yo respetaba eso como la que más, no pensaba interponerme entre ellos ni causar una ruptura. Además, él y yo solo éramos amigos, nos gastábamos bromas y nos llamábamos "hermanos". Sé que suena raro y un poco espeluznante, pero en ese momento yo lo creía así. Hasta que un día, cuando me dijo "te quiero, cari", mientras subía las escaleras para ir al pabellón a dar la clase de gimnasia, me di cuenta de que estaba enamorada de él, y que ya no había vuelta atrás. Aun así, nunca sobrepasé la línea, mientras él estaba en pareja sólo hablábamos, y ahora sé que eso tampoco estaba bien, pero no podía controlar lo que sentía, a pesar de sentirme mal por ello. En varios meses en adelante, nuestra relación de "amistad" tuvo sus idas y sus venidas, él me decía que no podía seguir haciéndome daño y yo lloraba desconsolada, pasaba una semana, me volvía a escribir haciéndome promesas vacías y al mes volvíamos a pelear, simplemente porque no sabía mostrar sus sentimientos o no sabía cómo mantener la mentira de jugar conmigo como quisiera. En todo ese tiempo, seguía manteniendo relación con su ahora expareja, y el día que la dejó, nunca quise indagar mucho en el porqué, estuve ahí para apoyarlo cuando su mundo parecía derrumbarse. Y así fue hasta que llegó el verano, me sentí super traicionada y a veces mangoneada, como un simple muñeco de trapo. Pero, cuando volvimos a tener relación, un amigo lo convenció para que saliera conmigo, para formalizar la relación. Y él, un día, por un grupo donde nuestros amigos chateaban, me pidió salir. Fui tan estúpida que le dije que sí, y nuestra relación duró 3 semanas. En esas tres semanas estuve en el cielo, sentía que podía con todo, empecé a organizar nuestros cumpleaños que eran uno después del otro, y pensé cómo llevaríamos la distancia ya que él era de mi ciudad natal, y yo vivía con mi madre en otro lugar, bueno aquí–sonreí–. Pero un día, sin venir a cuento, me dijo que ya no notaba el amor, que quería que lo dejáramos y que sentía mucho todo. Estaba aún más confundida de lo que lo estaba antes de empezar con él, cuando no tenía claras sus intenciones. Le rogué por otra oportunidad, porque de verdad lo amaba–se notaba la tristeza en mis palabras, pero no lloraba, creo que lo había contado tantas veces que ya ni me inmutaba–, pero él se fue sin más. Desapareció, a veces aparecía en encuentros que hacíamos entre amigos y me demostraba amor, lo que me confundía, y después desaparecía de nuevo. Al tiempo, empezó una relación con alguien más, y esa relación no era especialmente sana. Medio año después más o menos, perdí todo contacto con él, no podía saber de él por ninguna parte. Y decidí que ya era hora de superarlo. Ya no preguntaba por él, ya no buscaba nada, sólo quería superarlo, aunque todos los días me acordase de él. A veces lo recordaba y hablaba de él con mi amiga Celeste, la cual acabó cansada de mí y a veces ni me contestaba a los mensajes. Después de un año, la tormenta amainó, y conseguí olvidarme de él, al menos la mayoría de los días. Me centré en mis estudios, en acabar el instituto y bachillerato y en conocer a nuevas personas. Estuve con un chico cerca de un mes, cosa que no funcionó e incluso fue un cretino conmigo, pero ni siquiera me importó. Nadie me había hecho tanto daño como Diego, así que cualquier tontería así no me molestaba en absoluto. Comencé la universidad, empecé a sanar mis heridas y a separarme de lo que me hacía daño en mi entorno familiar. Y justo ahora, aparece él, como si ni hubiera pasado nada, a decirme que quiere ser mi amigo y a solucionar las cosas. Llevo días dándole vueltas al asunto, pero es que no consigo fiarme de él. No me creo su perdón ni sus buenas intenciones, creo que hay algo detrás. Pero al mismo tiempo, hay una conexión que me ata a él y me cuesta mucho soltar lo que tenemos, por muy minúsculo que sea–empecé a ruborizarme y notaba como todo mi cuerpo estaba ardiendo, como si acabara de contar mi mayor fantasía sexual, como si me hubiera desnudado frente a mi psicólogo.

Un Amor de los de NuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora