Nochebuena

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La Nochebuena era una festividad muy especial para todos los habitantes de Frosty.

Elfos de todos los tamaños se reunían en casa para comer, reír, cantar y disfrutar de la compañía mutua. A veces resultaba difícil juntar a toda una familia de elfos en una misma casa, pues acudían a ella primos, hermanos, padres, abuelos...

Tal era el caso de la familia de Estrellín, que debía usar todo el salón y parte de la cocina para poder colocar una mesa en la que cupiesen todos sus familiares. En esta ocasión, no solo debía hacer sitio para sus familiares, sino también para la mujer y los hijos de Copito.

El elfo aún no había aparecido y Estrellín, que se sentía culpable por su desaparecición, decidió visitar a su familia poco antes de cenar para ver como estaban.

—No sabes cuanto lo siento Estelita —dijo Eatrellín a la sollozante esposa de Copito. La mujer lo había invitado a entrar a su casa y le había ofrecido un chocolate caliente. Ambos estaban sentados en una mesa pequeña que había en la cocina de la casa mientras los hijos de Copito jugaban en el salón contiguo, frente a la chimenea.

—¿Quién.. querría... hacerle daño?
—preguntó Estelita entre sollozos. Su apariencia menuda y delgada commovió todavía más a Estrellín.

—No lo sé, pero estoy seguro de que Aurora lo traerá sano y salvo —dijo Estrellín con determinación—. Ella y Eldrin lo están buscando.

Al oír esto, Estelita dejó de sollozar por un momento y miró los grandes ojos de Estrellín con esperanza.

—Si alguien puede encontrarlo son esos dos —reafirmó Estrellín con mayor confianza.

—¿Tú crees?

—Estoy seguro de ello —sentenció Estrellín—. Es más, ¿por qué no venís a cenar a mi casa mientras encuentran a Copito? Se que a vosotros os gusta celebrar la Nochebuena en familia, pero así no pensarás tanto en Copito.

—No sé, Estrellín —repuso Estelita dudosa—. ¿Y si vuelve Copito y nosotros no estamos en casa?

—Déjale una nota y dile que venga a mi casa para cenar todos juntos —contestó Estrellín—. Venga, Estelita, mi mujer y su madre han hecho su famoso reno asado y mi tío ha preparado una salsa especial riquísima.

Estelita dudó, se frotó la cabeza con la mano y finalmente aceptó.

—¡Excelente! —exclamó Estrellín levantándose de un salto. Sus puntiagudas orejas de elfo se tensaron de la emoción—. Venid a las nueve y media, para entonces ya tendremos todo listo.

—¿Puedo llevar algo? —preguntó Estelita con timidez—. Un ponche de huevo o algo...

—Lo que quieras, aunque no te sientas obligada, para nosotros será un honor teneros.

Y sin esperar respuesta, Estrellín abandonó la casa de Estelita dejando a la pobre elfina confusa y nerviosa, pero emocionada y tranquila, pues si Aurora y Eldrin estaban buscando a su marido, solo era cuestión de tiempo que Copito apareciese.

Estelita llegó a la casa de Estrellín cinco minutos antes de lo previsto. Se había arreglado y le había pedido a sus dos hijos, un elfo y una elfina, que se comportaran. A decir verdad no hacía falta, pues sus dos angelitos eran muy educados y respetuosos.

La casa de Estrellín era un poco más grande que la suya, aunque era normal, porque con él vivían su mujer, sus dos hijos y sus padres. Eran una familia muy unida. Estelita no se llevaba muy bien con sus padres y Copito tampoco, por eso preferían pasar la Nochebuena de forma más tramquila y privada, solo ellos y los niños.

Aun así, estaba ligeramente entusiasmada por ver como era la Nochebuena en casa de una familia tan unida como la de Estrellín. Y fue este quien le abrió la puerta, de la que colgaba un enorme y redondo adorno de muerdago.

—¡Buenas noches, Estelita! —exclamó Estrellín con entusiasmo. Detrás de él, Estelita pudo ver a muchos elfos moviéndose de un lado a otro—. Pasad, pasad.

Estrellín se hizo a un lado e hizo un ademán con la mano para invitarlos a entrar. Nada más atravesar la puerta, Estelita sintió la calidez del hogar. Aunque no era una calidez normal, producida por un fuego en la chimenea, sino más bien por la calidez de una familia unida. En todos lados había elfos: pequeños, mayores, altos, más bajos, gordos, delgados...

Todos hacían su parte, incluso los más pequeños, que se encargaban de fastidiar a los adultos.

Los hijos de Estelita se unieron rápidamente a dos elfos pequeños y de rasgos afilados que conocían de la escuela y se pusieron a jugar. Por su parte, Estelita, guiada por Estrellín, fue a la cocina donde saludó a la mujer de este, a su suegra y a dos de sus tíos que ayudaban con la preparación de los aperitivos.

A pesar de la tristeza y la preocupación, Estelita se sintió arropada y a gusto en casa de Estrellín. Disfrutó de una suculenta cena y de la enorme variedad de dulces, entre los que destacaban los turrones, los polvorones y los mantecados.

También se deleitó con el delicioso ponche de huevo que ella misma había preparado y sobre todo, disfrutó de las risas, los villancincos y en especial de la compañía, que es la esencia propia de la Navidad.

Los Guardianes de la NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora