Epílogo

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—Y así termina la historia.

—¿Y tú estuviste allí, papá?

—Pues claro —aseguró el elfo de pelo rubio con orgullo—. Yo y tu preciosa madre, la cual me salvó incontables veces en esa Navidad y en muchas otras.

Los dos elfos pequeños, uno rubio y la otra pelirroja, observaron a su madre con admiración. Esta estaba sentada en el suelo, junto a ellos, escuchando atentamente la historia que su amado esposo acababa de relatar.

—Después de aquel día —siguió hablando el elfo ante la atenta mirada de su familia—, supe que no podía dejarla escapar y al día siguiente le pedí que se casara conmigo.

Ambos niños miraron a su madre con expectación.

—¿Y ella qué te dijo? —preguntó la niña pelirroja con curiosidad.

—Se rió de mí en mi cara —repuso el elfo con una sonrisa—. Y lo peor es que ese día todavía estábamos en el hospital recuperándonos de las heridas.

—No seas tan exagerado, Eldrin —dijo de pronto la madre con el ceño fruncido. Llevaba la larga y rojiza cabellera atada en una cola de caballo y sus afilados ojos castaños se posaron en los azules de su marido—. Solo me pareció gracioso que me lo pidieras en aquel momento.

—Eso no evitó que al principio me sintiera estúpido, Aurora —contestó Eldrin tras soltar una sonora carcajada—. Creo que nunca me había sentido tan tonto.

Ambos niños rieron y Aurora sonrió complacida aunque un tanto avergonzada. El niño, que era la viva imagen de su padre salvo por sus oscuros ojos castaños, se puso serio y tras mirar a su padre dijo:

—¿Qué les pasó a Estrellín y a Aric al final?

El semblante de Eldrin se ensombreció ligeramente.

—Murieron defendiendo el pueblo y la Navidad, por eso hay dos estatuas cerca del Puente de las Luces —contestó Eldrin con sinceridad—. La valentía que mostraron ambos aquel día fue increíble y por muy bueno que sea tu padre contando historias, nunca podré honrarlos como se merecen. Ellos nos representan a todos, lo hacían en vida y lo hacen ahora que no están. Su coraje fue determinante para que todos luchásemos hasta el final.

El pequeño asintió con determinación, albergando la esperanza y el deseo en su interior de convertirse en un guerrero como sus padres o como el propio Aric o el pequeño Estrellín.

Y así, al terminar la historia, la familia entera se puso ropa de abrigo, salió a la calle y se dirigieron a la plaza central de Frosty, donde todos los años los elfos de todas las edades se reunían para dar comienzo a la mejor y más esperada de las festividades, la querida Navidad.

Los Guardianes de la NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora