—¡Que todo el mundo vuelva a su casa! —exclamó Papá Noel con firmeza—. ¡Cerrad puertas y ventanas y no abráis la puerta a nadie! Todo elfo capaz de luchar y que este dispuesto a ello será bien recibido.
La mayoría de los elfos abandonaron la plaza con cierto pánico, asustados por el aviso de Eldrin y el sonido del cencerro. Solo algunos, los más valientes, se quedaron y se acercaron a la imponente figura de Papá Noel.
—¿Se encuentra bien? —le preguntó Mamá Noel a Eldrin, el cual estaba dejando a Copito en el suelo.
—Sí, Krampus y sus secuaces lo han torturado —contestó Eldrin con voz grave—, pero se recuperará, es un elfo muy fuerte.
—¿Y vosotros estáis bien? —preguntó Aurora preocupada, inspeccionando a Eldrin cuando este se hubo incorporado.
—¡Copito! —exclamó una voz aguda y estridente—. ¡Oh, querido mío, qué te han hecho!
Era Estelita, la mujer de Copito, que se acercó al grupo de elfos y se agachó junto al cuerpo de su maltratado marido. Estrellín y los dos hijos de Estelita la siguieron y observaron a Copito con consternación.
—Se recuperará, ¿verdad? —preguntó el mayor de los hijos.
—No os preocupéis, se recuperará —les aseguró Eldrin—. Podéis estar muy orgullosos de vuestro padre, ha sobrevivido a las torturas de Krampus, un demonio sin escrúpulos.
Los dos elfos pequeños miraron a su padre con orgullo.
—Ahora, lleváoslo —les dijo Papá Noel a Estelita y Estrellín—. Y encerraos en casa.
Ambos miraron al alcalde del pueblo y asintieron albergando cierto miedo en sus corazones. Estrellín cogió a Copito, y Estelita lo ayudó; ambos se alejaron de allí tan rápido como pudieron, seguidos por los dos pequeños elfos.
—Nosotros estamos bien —insistió Eldrin mirando a Aurora a los ojos. El elfo tenía el pelo rubio manchado de sangre, arañazos en la cara y el cuello, y le habían destrozado parcialmente la armadura—. Casi nos capturan, pero gracias a Aric pudimos salir de allí con vida.
Aric, más pequeño que su compañero, sacó pecho y se pasó una mano por el desordenado cabello negro.
—Siento aguarte el momento, Aric, pero tenemos que apresurarnos —dijo Papá Noel—. Si los secuaces de Krampus han pasado la valla, no tardarán mucho en llegar aquí. —Papá Noel miró a Eldrin y Aurora—. Vosotros comandaréis a los elfos voluntarios y a los demás soldados que vigilan el pueblo. Puede que alguno ya se haya visto envuelto en una emboscada, así que —esta vez miró a Aric y a otros dos elfos que había tras él—, vosotros tendréis que avisar a los demás elfos de la guardia para alertarlos del peligro y decirles que vengan aquí.
Aric y ambos elfos, uno delgado y otro más gordo, asintieron con determinación y se dieron la vuelta con presteza para cumplir con su cometido.
—Bien —siguió Papá Noel—, Mamá Noel y yo saldremos lo antes posible del pueblo. Ya tenemos todo listo, pero debemos ir a los establos de Bell. Los renos están allí.
—Eldrin y yo os acompañaremos para asegurar vuestra seguridad —propuso Aurora—. Los demás elfos pueden defender el pueblo desde aquí y si se ven en peligro pueden dispersarse por las calles. Ellos conocen Frosty mejor que Krampus y sus secuaces.
Los elfos que los rodeaban se miraron entre sí, confusos.
—Necesitaremos armas —dijo uno de ellos.
—Y protección —dijo otro.
—La armería... está... al otro lado de la plaza —dijo Galion. Este se estaba comiendo una enorme barra de turrón de chocolate mientras hablaba. Una vez terminada, le dio el envoltorio a un elfo mucho más pequeño y delgado que él y haciendo un ademán con la mano dijo—: Seguidme.
Thalion, el elfo con estrabismo, vio alejarse a su compañero con un ojo, mientras que con el otro miraba a los pocos soldados armados que quedaban.
—Los que ya estáis armados venid conmigo —dijo con firmeza—. Os enseñaré la estrategia que vamos a usar cuando los secuaces de Krampus lleguen.
Y, seguido por los soldados, Thalion se alejó reuniéndolos a todos cerca del gran árbol de Navidad.
—Me parece bien que nos acompañéis —dijo Papá Noel de pronto, respondiendo a lo que Aurora había propuesto anteriormente—. Además es muy posible que Krampus haya planeado atacar por diferentes flancos. Seguramente nos encontremos con sus secuaces.
—¿Y a qué estamos esperando? —preguntó Mamá Noel ajustando su cinturón de color negro—. Tenemos una tarea que cumplir.
Papá Noel la miró y sonrió.
—Adelante, pues.
Y él, Mamá Noel, Aurora y Eldrin cruzaron la plaza y se internaron por la calle que los llevaba al sur de Frosty, hacia los establos de Bell.
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Los Guardianes de la Navidad
FantasíaLa víspera de Navidad, en el pintoresco pueblo de Frosty, Papá Noel y sus leales elfos se ven sorprendidos por un inesperado ataque liderado por Krampus y sus secuaces. Los valientes habitantes de Frosty deberán unir fuerzas para defender su querid...