La última resistencia

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Aurora y Eldrin llegaron al puente seguidos por todos los elfos que todavía quedaban en pie. Algunos habían perecido, pues los vieron inmóviles en el nevado suelo de la plaza. La mayoría estaban heridos, aunque eran capaces de seguir luchando.

A pesar del fuerte mareo que lo invadía, Eldrin se había recompuesto parcialmente y ya no necesitaba la ayuda de Aurora para caminar. Ambos, uno al lado del otro, miraban al frente. Krampus y sus secuaces los siguieron y se acercaban lentamente por el puente.

En mitad de este, los esperaban los elfos con sus armas listas y los escudos preparados. Los más altos y robustos ocupaban la primera fila, cerrando el paso a quien quisiera cruzar el puente, mientras que los demás, los más pequeños y los heridos de gravedad, esperaban tras ellos con miedo y angustia.

—Todo ha terminado, Krampus —dijo Aurora adelantándose—. Los Noel ya se han ido. No podrás evitar la Navidad.

—Todavía no han salido del pueblo —corrigió Krampus, el cual se detuvo a escasos metros de distancia. Su horda de esbirros se detuvo con él y observaron a los elfos con una sonrisa en su maligno rostro—. ¿O acaso me he quedado sordo? ¿Has escuchado las campanillas de su trineo?

Aurora no respondió; da igual donde estuviera, si los Noel surcaban el cielo en su trineo, el sonido de sus campanillas hubiera sido audible desde cualquier parte de Frosty.

—No vamos a dejarte pasar —secundó Eldrin con determinación. El elfo, alto y rubio, se acercó a su compañera y le agarró la mano. Aurora lo miró con admiración y la duda que la había invadido durante un instante desapareció por completo—. Antes tendrás que matarnos.

Hubo un largo silencio por parte de ambos bandos y nadie se movió del sitio debido a la tensión que había en el ambiente. Solo los grandes e insistentes copos de nieve que caían del cielo parecían albergar algo de vida.

—¡Atacad! —exclamó Krampus de pronto y todos sus esbirros se abalanzaron sobre el pequeño ejército de elfos.

La batalla continuó durante un buen rato.

A pesar de la diferencia numérica, los elfos consiguieron mantener la posición e incluso lograron tirar a muchos esbirros de Krampus que intentaban atravesar sus filas al río Ponche de Huevo.

Aurora y Eldrin eliminaban cualquier amenaza frontal que intentasen las pequeñas criaturas; a su vez, Aric, Thalion y Galion defendían con puño de hierro a los elfos más débiles cuando algún esbirro lograba atravesar su defensa, mientras que los restantes miembros de la guardia mantenían su posición sin un solo atisbo de miedo, debilidad o temor.

Enfadado, Krampus se acercó, agarró a uno de sus despistados esbirros y lo lanzó contra la fila de escudos que defendía el puente. Dos elfos cayeron al suelo por la fuerza y violencia que llevaba el proyectil, y tras recuperarse, el esbirro al que había lanzado empezó a reírse con aquella risa estridente y atacar a todos los elfos que encontraba a su paso.

Krampus repitió el ataque en varias ocasiones, abriendo así brechas en la defensa de los elfos. Sin embargo, Aurora y Eldrin conseguían suplir dichas brechas y una vez resueltas se lanzaron al ataque de la enorme criatura. El malvado Krampus intentó golpearlos con su cadena, pero ambos elfos lograron esquivarla con suma habilidad.

Entonces, Eldrin, resentido por la paliza que le había dado minutos antes, se lanzó hacia él con la furia de mil demonios. Espada en mano, le asestó dolorosas y profundas estocadas en las patas, los brazos y el abdomen e incluso consiguió, gracias a su increíble velocidad, arrebatarle uno de sus largos y afilados dedos.

Aurora no se quedó atrás y motivada por la valentía de su compañero, consiguió asestarle varios flechazos en los hombros y en las piernas que lograron doblegarlo momentáneamente. Con su salvaje y rojiza melena al viento, la elfa, ayudándose de Eldrin, saltó sobre Krampus con un cuchillo en la mano y muy malas intenciones.

No obstante, un grito desgarrador enmudeció cualquier otro sonido.

Se trataba de una elfa pequeña y menuda que miraba con ojos llorosos hacia el lado derecho del puente. En él, Aric, el valiente y fornido elfo, había recibido una herida mortal en el pecho, propinada por uno de los esbirros de Krampus, el cual había logrado arrebatarle la espada a Estrellín.

Este forcejeaba con dos de los esbirros de Krampus muy cerca de la barandilla y, debido a la inercia y a la mala suerte, los tres cayeron sin remedio hacia el río.

Aurora, totalmente sorprendida, no pudo procesar la información que le llegaba al cerebro y recibió un golpe tan fuerte en la cara que rodó varios metros por el nevado suelo hasta impactar contra la barandilla opuesta del puente. Eldrin intentó socorrerla, pero también recibió un potente golpe producido por las enormes cadenas de Krampus.

Este se había levantado y alzaba ambos brazos hacia el cielo en un acto de cólera.

Los Guardianes de la NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora