Con Papá Noel liderando a los renos y Aurora y Eldrin cerrando la marcha, nuestros protagonistas recorrieron las vacías, solitarias y nevadas calles de Frosty en silencio. Tan solo el crujir de sus pisadas por el nevado suelo rompía el mutismo del pueblo.
Aurora y Eldrin buscaban enemigos por todas partes: en los tejados, en los callejones e incluso en algunas casas... Eldrin llevaba la espada en la mano, mientras que Aurora sujetaba el arco y observaba los alrededores con recelo.
Ambos elfos estaban acostumbrados a las emboscadas y a los ataques, y el silencio y tranquilidad sepulcral que invadía las calles era sospechoso cuanto menos. Sí, habían enviado a los demás elfos a sus casas, pero la tensión que pululaba por el aire se podía cortar con un cuchillo.
Y un cuchillo fue lo que voló hacia Eldrin desde uno de los tejados. El elfo lo vio por el rabillo del ojo y gracias a esto pudo detenerse y evitar el ataque, dejando así que el cuchillo pasase por delante de él hasta impactar contra el muro sólido de una casa.
No fue necesario que dijesen nada, Aurora y Eldrin juntaron sus espaldas para evitar ataques imprevistos y los Noel y sus renos continuaron avanzando a mayor velocidad.
Aurora, que apuntaba en todas direcciones con su arco, apuntó de forma repentina hacia el tejado de una casa y soltó la flecha que sujetaba. El proyectil impactó en el blanco y una criatura pequeña, de pelaje oscuro y patas de cabra rodó por el tejado y cayó al suelo con una flecha en el pecho.
El esbirro de Krampus, que salvo por el tamaño y la vestimenta, era igual a su amo, se retorció unos segundos en el suelo, formando una especie de ángel de nieve hasta que pocos segundos después se quedó inerte y un líquido negro se extendió a su alrededor.
En ese preciso instante, una risa estridente y aguda semejante a la de un niño rompió el tenso silencio que se había formado tras la muerte de la criatura. Y como si fuese un reclamo, decenas de esbirros salieron de su escondite y se abalanzaron sobre los elfos en aquella estrecha y apretada calle.
En escasos minutos, Aurora y Eldrin se vieron rodeados por aquellas criaturas pequeñas de pelaje oscuro. Eldrin soltaba estocadas a los esbirros de Krampus que se acercaban demasiado y Aurora los mantenía a raya con el arco para evitar que los sobrepasasen en número.
Mientras combatían avanzaban poco a poco calle arriba, para seguir a los Noel y reunirse con los demás en la plaza central.
Una de aquellas bestias se lanzó hacia Eldrin y aferrándose a su cuerpo comenzó a arañarle la cara. La criatura tenía una lengua larga y rojiza y una incontable cantidad de pequeños y afilados dientes en su gran boca. Sus ojos de color rojo rezumaban ira y maldad y sus extremidades superiores eran delgadas y peludas, muy fuertes a pesar de su tamaño y estaban rematadas en dos patas cortas y poderosas con cinco dedos provistos de uñas largas y recurvadas garras.
El elfo recibió heridas profundas, pero consiguió asestarle un testarazo en la cara a su atacante soltándose rápidamente. Sin embargo, la oportunidad fue aprovechada y tres esbirros más se lanzaron hacia él y lograron tirarlo al suelo.
Aurora, rápida y ágil, seguía disparando flechas a diestro y siniestro a cierta distancia de su compañero. Los esbirros los habían obligado a separarse ligeramente y no fue hasta que vio a Eldrin en el suelo luchando contra tres de aquella criaturas que se percató de lo que ocurría.
Como un rayo, apuntó a los esbirros que atacaban a su compañero y disparó sin dudar un segundo. Uno recibió una flecha en la cabeza cuando iba a asestarle un zarpazo a Eldrin en la cara. Otro la recibió en el hombro, y salió huyendo mientras se reía. Y fue el propio Eldrin que, propinándole un contundente puñetazo en la cara, logró zafarse del último.
Aurora abatió a dos esbirros más y se acercó a su compañero.
—¿Estás bien? —preguntó con ansiedad cuando tuvo a Eldrin frente a ella. Le revisó la cara, los brazos y el abdomen, pero no parecía tener heridas graves.
—Estoy bien, gracias —ambos elfos se miraron a los ojos; Aurora con sus profundos ojos oscuros observaba a Eldrin con miedo, preocupada por su salud; y Eldrin, con sus fríos y bonitos ojos azules como zafiros la miraba con tranquilidad a pesar de tener toda la cara llena de golpes y arañazos.
Entre ellos siempre hubo una conexión especial, pero en aquel momento algo los impulsó a acercarse mutuamente, a pesar de que ya estaban agarrados de las manos y muy cerca el uno del otro.
Cuando los elfos unieron sus labios una nueva risa más estridente y aguda que la anterior los interrumpió y estos tuvieron que salir corriendo calle arriba, pues una enorme masa de aquellas criaturas se cernía sobre ellos.
ESTÁS LEYENDO
Los Guardianes de la Navidad
FantasíaLa víspera de Navidad, en el pintoresco pueblo de Frosty, Papá Noel y sus leales elfos se ven sorprendidos por un inesperado ataque liderado por Krampus y sus secuaces. Los valientes habitantes de Frosty deberán unir fuerzas para defender su querid...