02- Trueque

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Luego de aquella agitada noche, Valentine abrió sus ojitos para recibir la temprana mañana de un Sábado. Su madre seguía durmiendo, y el niño, sin querer perturbarla tras el incidente de la noche anterior, decidió dejarla descansar.

Con pasos descalzos, se deslizó fuera de la cama, liberándose con suavidad del abrazo reconfortante de su madre. Se dirigió a la cocina, reflexionando sobre si debía llamar a su abuela para contarle lo sucedido. Sin embargo, reconsideró la idea; prefería evitar aquel momento incómodo en el que su abuela parecía comportarse extrañamente mal con él.

Llegó a la cocina y tomó una manzana de la encimera. Le costó alcanzarla pero no se rindió.

Vagó por la sala principal y se detuvo en la entrada del pasillo que lo conducía a la biblioteca. Había algo que se había dejado pendiente. ¡El libro! El niño super entusiasmado corrió hacía allí a seguir leyendo el libro encantado.

Sin embargo, al llegar, un sentimiento de desconcierto lo invadió al no encontrarlo en su sitio habitual. Frunció el ceño y comenzó su búsqueda. Sus ojitos curiosos exploraron cada esquina de la habitación.

A medida que el tiempo pasaba, Valentine se concentraba cada vez más. Registró los rincones más escondidos, controlando cada estante y debajo de la mesa ratonera. El libro parecía esconderse astutamente, pero él era hábil en ese juego. Buscó por el color del lomo, rastreando con la mirada cada centímetro de la habitación. 

Ahí estaba, en lo más alto de la biblioteca.

Fue en busca de una silla y volvió con ella entre arrastrándola y levantándola ya que era más alta que él. Logró ubicarla frente a su objetivo. Era pan comido. Subirse a la silla no suponía un obstáculo para él.

Valentine se elevó con determinación, escalando el respaldo de la silla. Al extender su manita, sintió la emoción de casi tocar el libro. Sin embargo, un movimiento inesperado provocó que la silla se tambaleara, y su grito anticipado resaltó el temor a caer. 

Pero algo sorprendente sucedió: una extraña fuerza detuvo su caída y mantuvo la silla en un ángulo desafiante, como si desobedeciera a la gravedad.

Entre asombro y fascinación, descendió cuidadosamente de la silla. Sus ojos brillaban ante lo inexplicable. Eso sí que había sido una aventura. Con precaución, se dirigió a su escondite bajo el sillón, retomando su objetivo de continuar la lectura.

Esta vez había decidido abrir el libro a la mitad, tal vez ahí encontraría páginas recubiertas de texto. ¡Y sí estaba en lo cierto! Tuvo la gracia de abrirlo en el inicio de un capítulo y se entusiasmó sobre lo que le esperaba.

Valentine cruzó sus piernas y apoyó el libro en ellas para leer las primeras palabras escritas.

"El gran puerto de Esmeralda se desenvolvía en un caótico escenario entre la llegada de barcos, cánticos de comerciantes y marineros desembarcando mercancía del viaje. Los habitantes se movían al ritmo del puerto y el barullo siempre estaba presente en el aire. Así eran todas las mañanas y tardes en Esmeralda, una isla británica que funcionaba como puerto y descanso para los viajantes.

La isla respondía bajo el mando del comandante Edward Blackwood quien era fiel seguidor del imperio británico y se le había otorgado las tierras de esa pequeña isla como obsequio por su patria y fidelidad. Un hombre de honor y fortalecido que no temblaba ante las órdenes que daba. Ese era Blackwood y sus habitantes lo respetaban o, bueno, casi todos. Los piratas nunca seguían las reglas de nadie y eran castigados de las peores maneras. Por eso, fueron más astutos y se mimetizaban con la gente a menos que vieras uno de sus tatuajes de tinta recubrir sus brazos o sus dientes de oro.

En el corazón del oceano - William Eilish / Billie EilishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora