Hoy es el entierro de mi padre. Esto es irreal; no puedo creer que en verdad esté pasando esto. La verdad es que no me pude imaginar que algo así sucediera, jamás, ni siquiera en mis sueños o pensamientos más bizarros y distorsionados. Ni por un momento llegué a pensar que algo como esto pudiera ocurrir. Mi padre. El rey, ha muerto.
—Esto es una broma muy pesada del destino —dije mientras me colocaba el camisón negro de cordones dorados, con bordes en el cuello y en las mangas de igual forma dorados, que hacían juego con el cordón.
Pero no quiero; me da miedo, es mucha responsabilidad. Otra persona debería de tomar ese puesto. ¿Por qué mi madre no toma el poder ella sola? Políticas del reino, cierto.
—Yo no quiero esto, no así —dije en un susurro, viéndome en el espejo mientras me terminaba de preparar para el entierro de mi padre.
Me senté por un momento en la cama, viendo mis manos. Las abría y las cerraba varias veces. Después de todo lo que ocurrió hace dos días, ni siquiera había querido ver ni a mi madre ni a Hope; quería estar solo, y sí, me sentía más fuerte, pero aún mi corazón se sentía débil.
Me levanté de mi cama después de soltar un suspiro de resignación porque tenía que enfrentar este momento, y además de eso, tenía que dar unas palabras de despedida en memoria de mi padre, y eso era lo que no quería hacer: aceptar esta realidad tan miserable.
Cuando bajé las escaleras de mi habitación, en el salón real me estaban esperando Miguel, Hope, Steven, Sherry, Samanta, King, mi madre, y sorprendentemente, Gabriela. También estaban los soldados de la guardia real; todos me estaban esperando.
No les comenté nada, no los abracé, solo les dediqué una mirada triste a cada uno, y mientras les iba dando la mirada, cada uno me la devolvía mientras asentía con la cabeza en señal de apoyo. Mi madre, por su lado, mantenía una postura firme, pero sus lágrimas la delataban; tenía los ojos tan rojos e hinchados que parecían que iban a estallar. Era un escenario demasiado triste.
No nos quedamos más tiempo en el salón real. Salimos por las puertas y nos dirigimos al Locus quietis, que significa "lugar de descanso".
Cuando llegamos, el lugar estaba repleto de los habitantes del reino; todos, o en su mayoría, estaban devastados. Mi padre era muy querido y reconocido por todos. La atención hacia nosotros no se hizo esperar; apenas llegamos, todos voltearon a vernos. Nos guiaron a un lugar reservado que nos tenían, y posterior a eso, me indicaron que tenía que iniciar el discurso en honor a la memoria de mi padre.
Me tomé un minuto, respiré profundo y comencé.
—El rey Antonio, de la familia Domus, único protector del paso del león, vencedor de la batalla mítica de las tierras del norte, paladín y clérigo, rey, amigo, esposo, hermano y padre.—
Estas palabras salieron de mi boca en voz alta, con un nudo en la garganta y lágrimas que corrían sin mucha dificultad, frente a su tumba, junto a todos los habitantes del reino.
—Hoy despedimos a un hombre que nos dio todo lo que hoy tenemos; un hombre que nos enseñó que no siempre hay que estar bien; aun cuando estamos mal, debemos sonreír; un hombre que sabía cómo diferenciar el significado de las palabras precio y valor; un hombre que con su partida no dejó solamente un vacío de poder, sino un gran hoyo en nuestros corazones.—
Me tuve que detener para no derrumbarme en su totalidad. Bajé la cabeza por unos segundos, tomé aire y continué.
—Valiente, inteligente, imperturbable, bondadoso, cariñoso, amable, amoroso, sagaz, único en su clase; un rey sin precedente alguno; no hubo uno como él, ni jamás lo habrá.—
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El Juego De Los Caídos: Guerra De Sangre
AcciónEl Valle de Vasiliádes, un antiguo reino protegido por imponentes montañas y un denso bosque, fue famoso por sus comerciantes y poderosa armada bajo el reinado del legendario Rey Antonio. Tras la misteriosa muerte de la prometedora princesa Cleare...