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El olor a café en las mañanas era común en esa casa

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El olor a café en las mañanas era común en esa casa. Encontré a Daniel sentado en un banco, al parecer firmando papeles, en la barra de la cocina, con una taza a un lado suyo. El chico volteó a verme fugazmente, pues regresó su mirada a sus papeles rápidamente.

— Buenos días, Mateo—. Me dijo formalmente— Hay café por allá.

Me señaló la cafetera, aún sin voltear a verme. A este paso, creí que tenía que desnudarme para que me notara. Bueno, no. Creo que ni así me vería.

— Sí, jefe—. Llevé mi mano a mi frente, haciendo un saludo militar.

— Por favor, no me llames así.

— Bueno, ¿entonces cómo?

— Sabes mi nombre—. Volteó, por fin volteó a verme— ¿O no?

— Ehh—. Pasé saliva, creo que prefería que no me viera tanto— Creo que sí.

Soltó un suspiro.

— Daniel—. Dijo firme— Dime Daniel.

— Dani.

— No me gustan los diminutivos—. Se apresuró a decir, por lo que mordí levemente mi labio, sintiendo que la había cagado— Solo dime Daniel.

— Perfecto.

— Bien—. Dio un respiro para después seguir con sus papeles aburridos

Solamente me quedé viéndolo, sin saber qué más decir, así que solo comencé a caminar para pasar por un lado suyo, yendo a la cafetera.

— Hmm—. Me quedé viéndo esa dichosa cafetera, luego volteé hacía Daniel, luego otra vez a la cafetera

Al parecer, Daniel notó esto porque dejó lo que estaba haciendo para alzar su mirada hacía mí.

— ¿Hay algún problema?—. Me dijo

— No—. Negué rápidamente, luego me arrepentí de mentir— Sí.

Daniel, que estaba apunto de regresar con sus cosas, al escuchar lo último volvió a mirarme, y soltó un suspiro.

— Dime.

— ¿Puedo hacerme un té?—. Rasque mi nuca, apenado— Es que, no me gusta el café.

— Claro que sí, Mateo. No hay ningún problema, en esa puerta están los té.

— Gracias—. Le di una sonrisa, y fui hacía la puertita para abrirla

Saqué una caja de té de manzanilla para luego ir hacía la estufa, volteé a todos lados buscando una tetera y al encontrarla, la tomé. Serví agua para ahora ponerla en el fuego, esperando a que calentara.

— Mateo, ¿te puedo pedir un favor?

Volteé para verlo, algo sorprendido, pero aún así asentí con la cabeza.

Una Oportunidad para Alcanzar las EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora