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El sonido de las baquetas golpeando la batería, las cuerdas de la guitarra y el bajo sonando

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El sonido de las baquetas golpeando la batería, las cuerdas de la guitarra y el bajo sonando. Todo era perfecto, todo excepto que no había público. Sí, faltaban los gritos de un buen público, los aplausos y el sentimiento de saber que nos admiraban, esa adrenalina que se supone que se siente cuando estás en escena, esa felicidad. Dios, como quería eso, anhelaba tanto ser alguien.

— Pausa —interrumpí—. Necesito contestar la llamada.

Mis amigos estuvieron de acuerdo, Dylan aprovechó para tomar agua y Jack simplemente para estirar sus piernas, pues estaba sentado en el banquito detrás de la batería.

— ¿Hola? —hablé del otro lado de la línea— Ah, mamá, qué onda.

La conversación fue corta, solo necesitaba que pasara por algo a la tienda. Y algo era.. nope, se me olvidó. Pero me deseó suerte en el ensayo, qué linda.

— Listo, vamos a seguir —dije, amarrando mi cabello en un pequeño chongo, mi cabello era largo pero no tanto, flotaba por encima de mis hombros. Y tomé nuevamente mi guitarra para comenzar a tocar

Todos comenzamos a tocar, estábamos practicando un cover de Arctic Monkeys. Específicamente "Do I Wanna Know?". Por el momento, era solo instrumental, pues no sabían quién debía cantar o sí debíamos integrar a alguien más.

La práctica acabó, así que todos estaban guardando sus instrumentos.

— Creo que deberías cantar tú, Mateo.

— Estoy de acuerdo con Dylan —acomodó sus lentes

— ¿Yo? —negué— No sé cantar.

— Cómo no —Jack se cruzó de brazos

— Cantar en la ducha es una cosa completamente diferente —reí

— Sí, claro —rieron mis dos amigos

— Como sea —guardé mi guitarra en su estuche— Nos vemos mañana a la misma hora, ¿no?

— Igual que siempre —confirmó Dylan

— Sip, aquí nos vemos —asintió Jack

— Genial —puse el puño para que ambos lo chocarán, cuando lo hicieron, lo bajé— Entonces hasta mañana.

Salí de el garage de la casa de Dylan, mientras las puertas se cerraban detrás de mí. Jack siempre se quedaba al último con él, pero no sabía por qué.

Decidí no pensarlo mucho, así que me puse mis audífonos para comenzar a caminar por las calle hasta llegar a mi casa. En cuanto llegué recordé lo que me había pedido mamá.

— Tomate —solté en voz baja

El maldito tomate. Suspiré, y me di la vuelta para ir a la tienda más cercana.

Gracias a Dios que conseguí el tomate. Regresé a mi casa para esta vez sí entrar.

— Llegué —dije cerrando la puerta detrás de mí

— ¿Trajiste el tomate? —mamá se asomó por la puerta de la cocina

— Traje el tomate —afirmé

— Creí que se te iba a olvidar —sonrió, acercándose a mí para quitarme la bolsa con los tomates

— Noo, cómo crees —reí nervioso

— Sí se te olvidó, ¿verdad?

— En mi defensa —puse la mano en mi pecho— Me acordé antes de entrar y fui corriendo a la tienda por él. De nada.

— Gracias, cariño. Agradezco tanto tus esfuerzos —me acarició la mejilla como solo ella sabía hacer, tan cariñosamente que podía sentir esa calidez tan linda, eran esas pequeñas acciones que me hacían saber lo mucho que me quiere— ¿Cómo te fue hoy?

— Bastante bien —sonreí— Ya nos sale perfecto, solo tenemos que pensar quién va a cantar.

— Pues tú —dijo como si fuera lo más obvio

— No —negué con la cabeza

— ¿Por qué no?

— No me siento capaz.

— Ay, Mateo —soltó un suspiro— Tienes que creertela.

— Mejor vamos a comer, ¿sí? —le sonreí, enseñando mis dientes

Mi mamá sonrió, dándose la vuelta y caminando hacía la cocina. Yo la seguí.

— ¿Necesitas ayuda en algo?

— No, gracias. Ya está todo listo.

— Genial.

Le ayudé sosteniendo los platos para que ella sirviera la comida, luego llevé los dos platos hasta el comedor, seguido de mi mamá quién llevaba los vasos con limonada. Ambos nos sentamos en una silla para comenzar a comer. Estábamos comiendo en silencio, pero el silencio no era bueno para mí porque de pronto empezaba a pensar demasiado.

— Debería trabajar, ¿no? —dejé el tenedor en el plato, recargandome en la silla y soltando un suspiro

— ¿Por qué lo dices?

— No lo sé, pero se supone que quería ser alguien.

— Y estás trabajando muy duro para eso —estiró su brazo por encima de la mesa para tomar mi mano

— Sí pero.. no estoy viendo avances.

— No todo lo bueno llega rápido, mi vida. A veces toma tiempo —me sonrió dulcemente, estaba tratando de levantarme el ánimo, y lo estaba logrando.

— Tienes razón —suspiré

— Va a llegar ese día en el que seas una estrella, aunque para mí ya lo eres.

— Muchas gracias, ma.

Ambos nos sonreímos, tenía tanta suerte de que esta señora fuera mi mamá, no sabía qué haría sin ella.

Una Oportunidad para Alcanzar las EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora