Sami me descubre

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Mirando porno anal, me dieron ganas de masturbarme.

Me fui al baño.

Me chupé un dedo y, lubricándome con mi propia saliva, me lo metí en el culo.

Lo había hecho cientos de veces... pero hoy había una diferencia.

Empecé a manosearme el ganso (bueno, "el gansito bebé" según mi novia), mientras me acariciaba por adentro con mi dedo, sintió muchas sensaciones agradables. Una avalancha de placer intenso por delante y cosquilleos de una suavidad placentera por detrás, una suavidad que me iba atrapando cada vez más. Ésa es la diferencia. Por delante uno se enloquece de placer y por detrás se va adormeciendo en un sueño de éxtasis. Yo alternaba. Si bien era importante tocarme un poco el pito, podía principalmente dedearme el culo y así llegar a ese éxtasis de placer tranquilo.

Entonces, oigo que la puerta se abre y levanto la vista.

Samanta me está mirando y yo tengo un dedo moviéndose en mi culo, mientras la otra mano sostiene quieta mi parte de hombre.

Bruscamente, me detengo y alejo mi mano y me quito el dedo, pero comprendo perfectamente que ya es tarde. Ella vio todo y estaba sorprendida.

—Mi amor... ¿sos puto?

Me deshago en reclamos, negándole eso, diciéndole que era una experimentación.

—¿Un experimento? Eso quiere decir que es la primera vez, ¿no?

Silencio.

Ella insiste con la pregunta:

—¿No? —Se pasa la mano abierta por la cara hacia abajo, en señal de frustración. —¿No respondés? Eso significa que estuviste metiéndote el dedo por el culo desde hace tiempo. ¡Con razón! —Para más mortificación, lo vuelve a decir. —¡Con razón!

Camina de un lado a otro, nerviosa y pensando. Yo tampoco sabía que decirle. Es ella la que vuelve a tomar la palabra.

—Ahora, entiendo todo.

Y se va, pareciéndome decepcionada.

BETA WHITE: Mi adicción a la BBCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora