Sami me descubre el porno

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Rara vez mi novia usaba la computadora y siempre me avisaba que la iba a usar un tiempo antes. Entonces, yo no tenía ninguna razón para tener tanto cuidado. Bastaba con hacer una limpieza y sin ninguna urgencia cuando ella me pidiera estar en la PC.

Había estado mirando pornografía interracial dos horas seguidas. Sí, un verdadero enfermo. Y Samanta llegaba de hacer alguna compra, después de visitar a su madre.

Yo quería volver a ese sitio otro día pero no podía recordar su nombre porque era complicado, así que cerré la página, con la confianza de encontrarlo más tarde desde el historial. Estaba allí el último video que vi, de un negro destrozando a una rubia blanquita con su pene descomunal. Parecía demasiado grande para entrar en el cuerpito de esa chica... pero lo hizo. Incluso se lo metió por el culo y ella soportaba esa cosa negra que la llenaba tanto. Su hoyo amenazaba con reventarse en cualquier momento y entonces tendría que ir a una clínica a que se lo cosan. ¿Cómo era posible que un hombre tenga semejante miembro? ¿Y cómo una mujer chiquita, baja y esbelta, lograba aguantar eso adentro suyo?

No apagué la computadora. Me levanté del asiento, saludé a Samanta, hablamos un poco y fui al baño.

Cuando volví, me morí de espanto al darme cuenta de que ella estaba mirando el mismo video pornográfico de la rubia con el negro.

Ella se dio vuelta para mirarme.

—¿Así que te gusta la poronga de los negros?

Yo empecé a protestar que no tenía que violar mi privacidad, que lo que hizo era de persona tóxica...

Ella se justificó enseguida.

—¡Ah, eso! Se me abrió sola esta página. Yo quería consultar unas cosas en un sitio, pero no se ve igual en el móvil. Y este video se empezó a reproducir solo.

No entendía cómo puede abrirse sola una página, pero la gente dice que a veces pasa. Y yo no podía decirle que eso no pasó porque yo no estaba cuando ocurrió. Cual fuera la verdad, ella ya sabía mi secreto y no podía hacer nada.

Estaba pensando en decirle que era el único video interracial que vi, aunque noté que estaba el historial abierto en la otra pestaña. ¿Cómo? ¿Lo que se abrió solo fue el historial? ¿O ella lo abrió después de que se abrió el video de la rubia? En fin, Samanta vio una lista de enlaces, todos hacia porno interracial.

Estaba profundamente avergonzado, como si estuviera desnudo adelante de un grupo de gente que esperaba mi discurso. Incluso siendo mi pareja, había cosas que no le quería contar. Me puse rojo y pensaba que ojalá la tierra me tragara.

Ella se levantó y se me acercó, consciente de mis sentimientos.

Su tono de voz se volvió extremadamente gentil, reconfortante, cuando me habló.

—¿Por qué no te abrís? Ya que nos pasó esto, veámoslo como una oportunidad para que seamos francos al respecto. ¿Qué tal si me mostrás tu carpeta de porno?

Yo estaba aturdido por su petición inesperada.

—¿Mi carpeta de porno?

Se expresó con seguridad.

—Todos los hombres tienen una.

Pensaba si hacerlo o no, y cómo podría salir de esta situación... pero no había tiempo y la sensación de estar hundido, su insistencia y mi deseo de confiarme a ella, llevaron a que cumpla lo que quería.

La cantidad de porno interracial en esa carpeta era abrumadora. De hecho, casi no había otra cosa que no fuera interracial o mujeres solas. Negros, negros y más negros, casi siempre con mujeres blancas. Yo podía separar los videos en carpetas con nombres como "gangbang" y "blowjob" pero finalmente los dos pertenecían a la categoría interracial. No había ninguna carpeta de interracial porque ya asumía que todo lo era.

—Sí, tengo un fetiche con el interracial... pero no me mires así.

Ella se paró, sacando el pecho y suspirando.

—A estas alturas, ya no me extrañaría ni siquiera si me entero de que te gusta usar ropa de mujer.

Y, de repente, sus ojos se iluminaron, brillaron intensamente con esa idea, que dijo sin pensar pero ahora le interesaba.

No tardó en preguntar:

—Decime, ¿alguna vez te probaste una prenda de mujer?

Silencio.

Aunque callarme era incriminatorio y no tardó en sacar su conclusión.

—¡Uhhh! ¡No puede ser! ¡Te pusiste ropa de mujer!

Sus brazos empezaron a agitarse y ella pasó a reírse. Me pareció muy emocionada.

Me pidió que se lo cuente. Me insistía aunque le dijera que no quería contárselo. No me aceptaba el "no", cuantas veces se lo repitiera, y mi única salida era decirle lo que quería o la iba a tener que soportar.

—¡Vamos! Soy tu pareja. Tengo que saber.

Debilmente, acepté a hablar, pero no tenía ganas de decirle mucho.

—Una vez, quedé solo en casa y me probé una bombacha de mi hermana. No hay demasiado para contar.

Samanta puso cara de sorprendida y seguía emocionada.

—¡Oh!¡No puede ser! ¡Mi novio se puso una bombacha por su propio gusto!

¿Qué carajo quiso decir con eso de "por mi propio gusto"? No le entendí.

La miré y vi que estaba exaltada. Se reía, se emocionaba, estaba descontrolada. "Ahora, no la puedo parar", pensé. Aunque ¿por qué todo esto la pone tan alegre? Ni siquiera lo hacía para burlarse.

—Contá más.

Me sentía con una mayor confianza.

—Bueno. A veces, cuando tenía puestos calzoncillos tipo slip, me los metía entre los cachetes del culo para que queden como una tanga. También, me probado la toalla así, como minifalda, viéndome al espejo. No sé si es lo que querías, pero no hice nada más, creo.

Ella estaba con una sonrisa, como en su día de cumpleaños, y me abrazó fuerte y cariñosamente. Y sí, apretado contra su pecho, supe que me amaba tal como era.

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⏰ Última actualización: Dec 19, 2023 ⏰

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BETA WHITE: Mi adicción a la BBCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora