Un día en la tarde, mientras estaba en ese extraño estado en el que ni estás
dormida ni despierta, sino en un limbo curioso en el que los sueños se mezclan con la
realidad, me di cuenta de algo. Me cayó el veinte, como decimos en mis tierras. Una
frase de una película cualquiera que había visto en la televisión llegó a mis oídos: todos
tenemos miedo, le dijo un personaje al otro, refiriéndose a las relaciones de pareja y a
la actitud hacia el mundo en general. En ese estado de entre sueño y vigilia me sentí a
mi misma preguntarme a qué tenía miedo, en cuestiones de relaciones sentimentales.
Y la respuesta acudió a mí, como acuden en la vida las cosas cuando se les llaman. Solo
hace falta saber recibir la respuesta.
Vi mis relaciones pasadas, historias unidas a otras por un hilo, como un collar
de perlas delicado. Y entendí que me había tocado vivir varias veces situaciones en las
cuales un hombre se había alejado de mi vida por el daño que otra mujer le había
hecho antes. Ya sea que no podía olvidar ese grande daño, y lo había dejado temeroso
de volver a amar. Ya sea que le gustaba ser tratado mal, le gustaba sufrir. Que no podía
estar en una relación en la que no hubiera drama, en la que no se enterraran pequeños
cuchillos como si de esa manera se removieran las brasas del asador en el cual se
cocina el amor.
Extrañamente, a pesar de las ocasiones en las que pasé por una situación así,
nunca pude convertirme en esa mujer por la que aquellos hombres me estaban
dejando. Me empeñé, extrañamente, a seguir creyendo en mi manera de amar. En mi
cabeza y en mi corazón, el amor era diferente. Me decidía a seguir dando cariño,
entregando mi amor entero, como quinceañera, como si fuera la primera vez. Como si
nunca me hubieran roto el corazón. A amar sin límites. A no dañar, a no jugar juegos.
A ver a mi compañero como mi compañero y no como un rival. A dar toda la dulzura
que una mujer puede dar, por naturaleza. A compartir risas, y momentos, y caricias y
apoyo. A dejar el drama para las películas y los periódicos. A entender que la pasión,
esa grande pasión que es un fuego que no se apaga, no se mantiene vivo con pequeñas
cuchilladas, sino con un amor puro que no deja de fluir.
Y sin haberme dado cuenta, había tomado la resolución de seguir siendo esa
mujer, y de seguir amando así pues algún hombre en el mundo estaría buscando ese
tipo de mujer. Y yo prefería atesorar mi soledad que entregar mi corazón a alguien que
no estuviera buscando eso. Y con el tiempo, cuando la vida decidió que era mi tiempo,
descubrí que no había estado equivocada.
✿
Cuando después del trabajo tomaba una cerveza con mis compañeras en un bar
irlandés, una de ellas, al escuchar una bella canción romántica afirmó casi de manera
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Mujeres De Aretes Largos (by Elena Sofía Zambrano)
ChickLitNo soy muy buena haciendo sinopsis pero lo voy a intentar. Primero que todo este libro no es mio, es de Elena Sofía Zambrano. este libro habla de las mujeres de lo difícil pero lindo que es ser mujer y nos lo cuenta a través de divertidas anécdotas...