8 Aretes para el amor

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Un día en la tarde, mientras estaba en ese extraño estado en el que ni estás

dormida ni despierta, sino en un limbo curioso en el que los sueños se mezclan con la

realidad, me di cuenta de algo. Me cayó el veinte, como decimos en mis tierras. Una

frase de una película cualquiera que había visto en la televisión llegó a mis oídos: todos

tenemos miedo, le dijo un personaje al otro, refiriéndose a las relaciones de pareja y a

la actitud hacia el mundo en general. En ese estado de entre sueño y vigilia me sentí a

mi misma preguntarme a qué tenía miedo, en cuestiones de relaciones sentimentales.

Y la respuesta acudió a mí, como acuden en la vida las cosas cuando se les llaman. Solo

hace falta saber recibir la respuesta.

Vi mis relaciones pasadas, historias unidas a otras por un hilo, como un collar

de perlas delicado. Y entendí que me había tocado vivir varias veces situaciones en las

cuales un hombre se había alejado de mi vida por el daño que otra mujer le había

hecho antes. Ya sea que no podía olvidar ese grande daño, y lo había dejado temeroso

de volver a amar. Ya sea que le gustaba ser tratado mal, le gustaba sufrir. Que no podía

estar en una relación en la que no hubiera drama, en la que no se enterraran pequeños

cuchillos como si de esa manera se removieran las brasas del asador en el cual se

cocina el amor.

Extrañamente, a pesar de las ocasiones en las que pasé por una situación así,

nunca pude convertirme en esa mujer por la que aquellos hombres me estaban

dejando. Me empeñé, extrañamente, a seguir creyendo en mi manera de amar. En mi

cabeza y en mi corazón, el amor era diferente. Me decidía a seguir dando cariño,

entregando mi amor entero, como quinceañera, como si fuera la primera vez. Como si

nunca me hubieran roto el corazón. A amar sin límites. A no dañar, a no jugar juegos.

A ver a mi compañero como mi compañero y no como un rival. A dar toda la dulzura

que una mujer puede dar, por naturaleza. A compartir risas, y momentos, y caricias y

apoyo. A dejar el drama para las películas y los periódicos. A entender que la pasión,

esa grande pasión que es un fuego que no se apaga, no se mantiene vivo con pequeñas

cuchilladas, sino con un amor puro que no deja de fluir.

Y sin haberme dado cuenta, había tomado la resolución de seguir siendo esa

mujer, y de seguir amando así pues algún hombre en el mundo estaría buscando ese

tipo de mujer. Y yo prefería atesorar mi soledad que entregar mi corazón a alguien que

no estuviera buscando eso. Y con el tiempo, cuando la vida decidió que era mi tiempo,

descubrí que no había estado equivocada.

Cuando después del trabajo tomaba una cerveza con mis compañeras en un bar

irlandés, una de ellas, al escuchar una bella canción romántica afirmó casi de manera

Mujeres De Aretes Largos (by Elena Sofía Zambrano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora