Mujeres de aretes largos

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Un ex novio de hace muchos años me dijo una vez: entre más largos los aretes,

más puta la mujer. Me reí a carcajadas, mientras mis largos aretes se balanceaban

junto a mi cuello. Nunca supe si él creía eso en verdad. De puta yo no tenía nada, ni lo

tengo. Pero los aretes eran largos. Eran herencia y consecuencia de mis años de

infancia en la década de los ochenta y sus modas estrambóticas.

Una vez, junto a la ventana de mi oficina pasó una chica, a quién no vi (pues mi

escritorio le daba la espalda a la ventana), pero a quien escuché decir en una voz alegre

y juguetona: "¡Cambié de píldora anticonceptiva!" Me sonreí con su actitud fresca y

despreocupada. Los chicos de mi oficina se rieron pensando en que de seguro era una

chica de "aretes largos".

No es fácil ser mujer, pero es hermoso.

En estas épocas en que mis amigas y yo franqueamos el límite de los 30 años,

pienso como en lugar de traumarme, los años tan solo me han hecho sentirme más

mujer. Entender mejor lo que es ser mujer. Sentir que cada vez puedo llenar más esa

linda palabra.

Y ser mujer es hermoso.

A mí, mi mamá me enseñó como ser mujer. Me enseñó que hay que saber

caminar derecha, porque solo así se puede conquistar al mundo. Me enseñó que hay

que saber cuidar el cuerpo: con lo que comemos, con lo que pensamos, con lo que

decimos, con lo que sentimos... Me enseñó que hay que saber amar a los otros, y ser

agradecida, y ser cordial, y saber cuándo tener y cuándo perder los modales. Me

enseñó que no hay nada más sexy que la risa y la alegría. Y me enseñó que para estar

completa hay que saber soñar por una misma y pelear por una misma y saber estar sola

con una misma para poder aventarse a la aventura de acompañar la vida de la persona

a la que amas.

De ella aprendí lo divertido que es maquillarse, caminar en tacones o aventarlos

al llegar a casa después de un largo día, y que también es posible verse sexy en tenis, o

descalza, pues todo está en la actitud. Me enseñó a verme al espejo y encontrarme

linda, y voltear a mí al rededor y encontrar a todas las mujeres lindas. Me enseñó que

bailar y cantar son buenos verbos para el alma, y que no hay edad específica para

sentirse sensual.

Cuando yo era niña, me enseñó a peinarme, y después, me dejó encontrar mi

propio estilo. Y cuando tuve mi primera menstruación me enseñó a verlo como algo

natural, a maravillarme con la perfección del cuerpo humano y a olvidar esos

prejuicios de suciedad y dolor y vergüenza que se han inculcado a las mujeres.

Me dijo: uno siempre tiene que hacer el esfuerzo de verse bien... primero (y lo

más importante) para uno mismo, y después, porque la vida está llena de sorpresas y

nunca sabrás en que situación termines el día. Y entonces me contaba una historia de

una mujer que no se había depilado en unas semanas y al romperse una de sus piernas,

no podía de la vergüenza mientras el doctor colocaba el yeso en su pierna.

Me enseñó a sentirme delicada, pero fuerte. Sensible, pero valiente. A saber que

puedo cumplir con todos mis sueños, pues los límites nos los imponemos nosotros

mismos. Y a no criticar mi cuerpo, encontrando defectos que la sociedad quiere que yo

vea. Pero a cuidarlo. A mover el trasero para mantenerlo en forma. Y cuidarlo con

esfuerzos: comiendo bien y haciendo ejercicio… no recurriendo a soluciones fáciles y

poco genuinas. Me enseñó a no cometer la locura de comparar la belleza de una mujer

con otra, pues todas somos bellas y la belleza es inagotable y por lo tanto no es

necesario robarla. Y me enseñó a no permitir que alguien me haga sentirme otra cosa

que no sea bella.

Y me dijo que la sexualidad es para disfrutarla (con responsabilidad ...) pero

para disfrutarla. Que forma parte de la experiencia de vivir, del intercambio de

energías que necesita el cuerpo, de la alegría de estar vivo, y me dijo también que el

sexo es sagrado. No de la manera en que ciertas creencias nos dicen, sino

verdaderamente sagrado, pues cuando dos cuerpos se aman se conectan de mil otras

maneras que los sentidos no alcanzan a percibir.

Me dijo que ser mujer es hermoso. Es conocer la belleza por el simple hecho de

haber tenido el derecho a un cuerpo de mujer. Es conocer la sensibilidad, porque

estamos conectadas con la naturaleza. Es vestirte frente al espejo y sentirte sensual y

única. Es quererte, y sobre todo... es querer a los demás. Ser mujer, es saber compartir

cariño. Saber amar. Saber entregar alegría al mundo entero, amor, compasión,

comprensión… tal como lo hace la madre naturaleza. Es crear y creer y reír y conocer y

aceptar.

Y cada vez que hablo con ella, mi mamá me repite: cuídate y diviértete, en ese

orden. Primero cuídate, y luego diviértete y disfruta de la vida. Y eso hago, mamá. Eso

hago.

Cuando una chica de "aretes largos" pasa junto a la ventana de mi oficina, y al

conversar con otra dice en voz quizás demasiado alta que ha cambiado de píldora

anticonceptiva, recuerdo lo complicado pero hermoso que es ser mujer. Esa chica se

cuida, y luego se divierte. En ese orden. Para mí, ese es el verdadero significado de una

mujer de aretes largos. Mi mamá me lo enseñó. Y que orgullo ser una de ellas.

Mujeres De Aretes Largos (by Elena Sofía Zambrano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora