Capítulo 40: Heridas

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Mercurio.

Lo último que recordaba era un dolor punzante en su pantorrilla. Recordaba la música, el olor a libros y el dolor. Recordaba que alguien lo había ayudado a llegar a su palacio, prometiendo que volvería a visitarlo más tarde, y recordaba haber sucumbido minutos después.

Ahora no sabía dónde se encontraba.

Había cierto aroma en el aire. Rosas y flores silvestres, advirtió. Le resultaba familiar pero no podía recordar por qué. Tampoco reconocía a las voces que discutían acerca de él. Quiso hacer el esfuerzo de abrir los ojos, pero inmediatamente sintió como las voces amenazaron con irse cada vez más lejos.

— ¿¡Qué ha sucedido!? — preguntó una voz, alarmada.

— No lo sé, yo... lo encontré así — explicó la otra. — Estaba tirado en el suelo, ¡murmuraba tu nombre!

Sintió como lo dejaban caer sobre lo que parecía ser una cama. El aroma se intensificó. Lo siguiente que sintió fue como unas manos examinaron su herida.

— Oh no — escuchó susurrar a la voz.

— ¿Qué sucede?

— Es abrina...

Silencio.

***

— Todo va a estar bien — susurraba la voz mientras colocaba paños fríos sobre su frente. — Vas a estar bien.

La voz parecía hablar más para sí misma. Sonaba triste, preocupada... su voz temblaba. Mercurio se preguntaba el por qué.

Pese a estar más inconsciente que consciente, percibió como una presencia entraba a la habitación.

— ¿Cómo está?

— Es difícil saberlo... Nunca — su voz tembló — he visto los efectos de la abrina en dioses. La fiebre ya debería de haber cedido...

— ¿Qué vamos a hacer? Lleva días sin despertar.

— Estoy bastante consciente de ello, gracias.

— Todo esto es culpa tuya... No sé lo que haya pasado entre ustedes, ni me importa, pero te advierto que, si no despierta, yo mismo haré que pagues por lo que sea que hayas hecho.

— ¿Me estás amenazando?

— Si hasta ahora no he ido a contarle a Universo es porque ya hay suficiente caos allá afuera. Si lo traje hasta aquí es porque confié en que tus cuidados serían suficiente, pero está claro que no es así.

Silencio.

— Despertará.

— Tienes dos días — sentenció la otra voz.

***

Se repetía el mismo sueño una y otra vez. Era exasperante. Por más que quería cambiar sus acciones, no lo lograba. El dolor se cernía sobre él de todas maneras, caía al suelo de todas maneras, lloraba de todas maneras. La traición llegaba de todas maneras. Luego llegaban los gritos.

Se arrastraba hacia la puerta e intentaba abrirla, pero era inútil. Pese al torniquete, la herida no paraba de sangrar. Estaba atrapado. Observaba a su alrededor en busca de otra salida, pero era en vano. Estaba atrapado. Asustado. Le faltaba el aire. Sudaba. Tenía la boca seca. Quería gritar.

Debo salir de aquí.

Pese al dolor, pateó la puerta una y otra vez, en vista de que era su única opción. No supo cuánto tiempo demoró, pero en cuanto ésta cedió, sintió la mirada de los dioses sobre él, pero él solo tenía ojos para aquella figura que lo observaba desde lo lejos.

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⏰ Última actualización: Dec 13, 2023 ⏰

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