Taehyung nunca había deseado ser su hermano, mucho menos lo envidiaba. Bueno, así era hasta que vio a su bonito novio. Y, por impulso, tal vez, decidió reemplazarlo.
Jungkook no esperó que las inseguridades de su cuerpo y miedo a revelar sus más ín...
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El zumbido insistente, como el de un abejorro merodeando alrededor de una flor para beber su polen, se esforzaba por arrancar a Taehyung del acogedor sueño que lo mantenía dopado en lo más profundo de su comodidad, sintiendo a su lado el peso de alguien más con quien compartía un abrazo fuerte, en el que la cintura contraria se encajaba entre sus manos de forma que pareciera hecha a medida.
Más allá de eso, ambas anatomías se amoldaban a la otra, conectadas como piezas de puzle: los diez centímetros menos de Jungkook conseguían que la coronilla se escondiera entre el hueco de su cuello, y la espalda de este se hundía en su pecho como si se tratara del colchón más cómodo. Y Dios, ni qué decir de esas pequeñas montañas de carne que chocaban con su entrepierna, acurrucándose de manera que lo incitaba a moverse en medio del limbo de la inconsciencia.
No fue hasta que notó que una parte de su cuerpo había despertado incluso antes que él, que reaccionó. El asombro y pánico del momento aturdieron a Taehyung, consiguiendo que se despegara como si estuviera quemándose, por poco cayendo al suelo.
¡¿Qué mierda le sucedía a su cuerpo?!
¡Solo estaban durmiendo!, ¿por qué carajos su entrepierna estaba...?
Qué jodida vergüenza.
Taehyung era consciente de que las erecciones matutinas existían; las solía tener, pero solo, ¡solo! Nunca en su corta vida las había experimentado con alguien a su lado, ni siquiera con su más longeva exnovia. Lo que terminaba siendo una mala jugada de su cuerpo o un castigo por su actitud tan desmedida la noche anterior.
No era justo, ¿qué pasaba si Jungkook lo hubiera sentido?, ¿qué tal si lo hizo? Seguro lo incomodaría bastante.
No creía haber tomado tanto para que su cuerpo perdiera el control. Ni siquiera siente resaca. Incluso recuerda cómo llegaron, no tan nítido como desearía, pero sí lo suficiente para saber que su novio estuvo en peores condiciones.
Con el recuerdo de su llegada, volvieron los de la noche entera: los besos, bailes, la tranquilidad de Kook por dejarse tocar y su propio deseo por hacerlo. Hasta antes de eso, no se había sentido tan necesitado por ello; su piel no picaba tanto cuando un tramo de Jungkook se cernía en él. Ese calor poco común lo experimentaba casi como si fuera la primera vez que lo hiciera, como si antes lo que hubiera sentido no fueran más que burdos engaños de lo que realmente era la atracción por alguien.