YO TE DOY Y TU RECIBES

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En un gélido advenimiento, el invierno hizo su entrada antes de lo previsto. La brisa helada danzaba, perturbando los hilos azabaches que adornaba la testa de un descorazonado omega. Sus ojos permanecían cerrados, y la nariz se arrugaba con sutileza al inhalar el exquisito aroma del petricor.

Reclinado sobre almohadones en la pérgola de los jardines reales, el joven, a pesar del frío, no perdía la ocasión de respirar el aire fresco, entablar diálogos con las plantas marchitas y esbozar sonrisas al cielo nublado.

Levi, amante de todas las estaciones, no se permitía quejas.

Después de una noche plagada de insomnio, su mente necesitaba reposo. El tono crema de las paredes de su estancia empezaba a causarle jaquecas, y la urgencia de derramar lágrimas se apoderaba de él.

─Alteza. ─La voz dulce de Isabel lo hizo abrir los ojos. Con fatiga, le ofreció una débil sonrisa. ─Beba, por favor, es su elixir predilecto. ─Sus ojos se dirigieron a la taza humeante en las manos de la doncella. La aceptó, sopló antes de dar el primer sorbo, ronroneando ante el sabor del té con miel que tanto disfrutaba.

─Delicioso. Bien hecho, una vez más. ─Felicitó, recibiendo una sonrisa tímida acompañada de una reverencia. Ella retomó su asiento a sus pies, respetando el silencio solicitado por su Reina.

Minutos placenteros transcurrieron, saboreando su té favorito mientras contemplaba las nubes grises que decoraban el cielo, reflejo de sus ojos melancólicos.

No obstante, un bullicio se aproximó a la pérgola. Levi desvió la mirada del cielo para posarla en el jovial y precioso omega que había sido su constante preocupación en las últimas semanas.

Armin Arlert, el concubino favorito de su Alfa, se acercaba seguido por sus tres Doncellas. Ellas fueron designadas especialmente por el rey para cuidar y satisfacer las necesidades de "Su Joya", como Eren lo apodaba.

La piel del omega Arlert, de una suavidad que podría rivalizar con la más fina de las sedas, se presentaba en tonalidades cremosas que capturaban la luz del día, desplegando una paleta de matices que evocaba la pureza de la porcelana. Cada centímetro parecía ser acariciado por la misma brisa que danzaba entre las hojas de los árboles en aquel gélido día de invierno. En contraste con la estación, su epidermis irradiaba una calidez que desafiaba el frío circundante. Los ojos azules, cual pozos celestiales, profundos y serenos, reflejaban la dualidad de un alma que, bajo su apariencia delicada, albergaba una astucia sutil.

La figura del Omega, cuidadosamente moldeada por la gracia y la armonía, se revelaba bajo la túnica rojo carmín que abrazaba sus contornos con elegancia. La prenda tradicional évreana resaltaba sus curvas con una sutileza que sugería un equilibrio entre la sofisticación y la modestia. El color carmín encendía la escena como una llama vibrante en medio del invierno. Las joyas suntuosas que le adornaban no eran simples accesorios, sino testigos mudos de su estatus en el palacio. Pendientes de perlas relucientes danzaban en armonía con la luminiscencia de su piel, resplandeciendo como gotas de rocío atrapadas en una delicada telaraña. Collares exquisitos, con gemas que destellaban en tonos resplandecientes, adornaban su cuello con la majestuosidad propia de una realeza en ciernes.

Por supuesto; cuanto más los quería Eren, más regalos lujosos les ofrecía.

Isabel resopló incrédula, casi tanto como Levi al ver al joven caminar con arrogancia en su dirección, exhibiendo una sonrisa altiva.

─Buenas tardes. ─Saludó con atrevimiento al llegar ante la pérgola, ondeando su melena de seda y ostentando las joyas ricas que engalanaban sus orejas y cuello. ─Es un día de esplendor para pasear y respirar el aire puro, ¿no lo crees así, Levi? Aunque para ti cada jornada debe ser apreciable, ya que son escasas las ocasiones en que el viento puede acariciarte así. Cuánto lo siento...

Youngblood - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora