AHORA ME LLAMAS POR MI NOMBRE

724 82 50
                                    

Justo como prometió, Levi logró copiar cada pintura estropeada a la perfección. William no podía estar más feliz. Se pasó todo el viaje en carruaje dándole halagos y mostrándose verdaderamente sorprendido por sus técnicas al pintar y trazar. El Omega tenía talento, y mucho. Deslizaba el pincel con una elegancia etérea, como si sus dedos danzaran sobre el lienzo. Los movimientos bruscos del carruaje no parecían inquietarle, y las pequeñas discusiones entre Alfa y Beta le sacaban sonrisas.

Llegaron a Dynes en el alba, tal como dijo Franchesco. El amanecer era precioso y trajo consigo un sentimiento cálido que Levi creyó haber perdido con los últimos sucesos, el mismo sentimiento al enterarse de que estaba en cinta.

Sabía que estaba lejos de estar a salvo. Pero quería intentar, con todo el corazón en ello.

Cruzaron el pueblo en el carruaje. El Omega no pudo aguantarse tanta emoción y sacó la cabeza por la ventanilla, observando embelesado el nuevo paisaje. Muchas cabañas de madera firme y clara, con cristales en las ventanas y detalles de cobre muy lindos. Las calles tenían adoquines y vallas de madera unidas por gruesas cadenas, variedades de pequeños puentes cruzaban los múltiples estanques repletos de flores de loto, que presumían sus tonalidades rosas. Antorchas encendidas guiaban el camino hacia el mercado, el cual era el destino de William.

Había personas por allí, haciendo su vida con normalidad. Por mera precaución -y recordando que no estaba ahí para pasear-, Levi evitó el contacto visual, aunque se moría de ganas por gritar saludos y regalar sonrisas de lo feliz que estaba.

Franchesco jaló las riendas del caballo una vez estuvieron frente a una cabaña bastante modesta. Por las ventanas Levi pudo observar un mostrador y un hombre de radiante sonrisa detrás, hablando con dos chicas que sostenían cajas de pinturas en sus manos. Más allá, de las paredes colgaban preciosos cuadros y simples bocetos. Había una chimenea humeante que cruzaba el tejado y un ambiente muy acogedor.

A Levi le brillaron los ojos. Era una galería de arte.

─De acuerdo. Hemos llegado al destino final. ─William estaba de un maravilloso humor. Bajó del carruaje con un animado salto, saludando a gritos a las personas que pasaban cerca. Fue recibido con reverencias y cariñosas sonrisas. Entonces se volteó, extendiendo su mano hacia el tímido chico peliblanco que asomaba su cabeza por la puerta. ─Vamos, baja. Te he traído a donde querías.

Levi tomó su mano, bajando los peldaños y pisando tierra luego de horas de viaje.

─Qué linda es. ─Murmuró, mirando con anhelo la galería.

William se sintió conmovido por su reacción, así que llevó su mano a sus cabellos para acariciar allí, revolviendo las hebras atadas en ese moñito desprolijo. El mismo que se soltó tras el gesto, cayendo sobre las mejillas ajenas.

─Te deseo suerte, muchacho. Tienes un corazón enorme, úsalo para criar a ese cachorro.

Cuando Levi estaba por agradecerle, William metió su mano en el bolsillo de su pantalón y mostró cinco monedas de oro frente a su rostro.

─Tu paga por tus increíbles servicios. De verdad tienes talento, ¿lo sabes siquiera? Ah, qué celoso estoy. ─Divertido, apretó los párpados por unos segundos. Fingiendo estar dolido. Luego se echó a reír. ─Anda, tómalas.

Levi negó, agitando sus manos frente al hombre.

─No p-puedo aceptarlo. ─Avergonzado, trató de explicarse ante la mirada confusa de William. ─Me trajiste hasta aquí, me diste tu ropa. Pintar para ti era mi modo de pagarte, n-no es necesario el dinero.

Justo en ese momento, una maldición al aire y Franchesco aparecía cargando todas las maletas de William. Las dejó detrás de los pies del Alfa, posicionándose a un lado de Levi quedando el menor en medio de ambos.

Youngblood - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora