CUANDO ESTÉ MIRANDO A ESOS EXTRAÑOS LE PIDO A DIOS NO VER TU ROSTRO

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El gélido abrazo de la noche envolvía a Levi de manera implacable, hilando sus lamentos con el frío viento que golpeaba sin piedad en el jardín. Su vestidura, más sutil de lo que desearía, se hallaba empapada en un néctar escarlata, esta sangre congelándose de manera escalofriante al contacto con su piel erizada. Sus piernas, más allá de temblar por la fatiga física, se hallaban entumecidas, presas de una sensación que se exacerbaba con cada paso a través de los yermos cercados en los que, prácticamente, había crecido. Poco a poco dejaba de sentir sus pies, los dedos violáceos e hinchados dormidos. Sus rodillas flaqueaban y el aire le faltaba. Su frente dolía por el aire gélido golpeándola constantemente.

En un vano intento por conservar el calor, sus manos, tan frías como el resto de su ser, acunaban desesperadamente su vientre. Protegiendo a su cachorro.

Su visión, velada por lágrimas y tormentos, se desvanecía hasta desplomarse sobre el césped. Un quejido, agónico y lastimero, se filtró entre sus labios temblorosos, resonando en la penumbra mientras su cuerpo se retorcía entre las plantas musgosas. Sin fuerzas, su corazón parecía ser estrujado sin piedad por las afiladas garras de la memoria, recordando el adiós silente de Isabel.

Levi se desmoronó. Cualquiera que lo ayudara, y que lo haya hecho, sufriría la ira de Eren.

Lágrimas, más amargas que el invierno que lo envolvía, se deslizaron por sus mejillas. Intentó arrastrarse, pero hasta sus brazos se revelaban ante su anhelo de huir.

Entonces, una figura se perfiló en la lejanía. Fornida y decidida, Farlan avanzó hacia él. Levi, sumido en su agonía, apenas pudo articular un débil susurro:

─Fa-Farlan...

El alfa no dudó en agacharse a su lado, extendiendo su auxilio. Al examinar el cuerpo del omega, su mirada se llenó de horror al ver la sangre impregnada. Pronto, Levi sintió algo cálido y mullido envolviendo sus hombros: el abrigo del chico, que se despojó de él para abrigarle. El aroma del alfa se convirtió en un bálsamo que mitigaba el frío, mientras sostenía el pequeño vientre del omega con una mano, brindándole calor a través de la tela.

─Levi, por la Luna... ─Maldijo entre dientes, usando toda su fuerza para ponerle de pie sin dañarlo ni sacudirlo demasiado. Temblando como una hoja en el viento helado, Levi sollozó, tan pálido como una estatua de mármol. Se aferró a los hombros de Farlan mientras avanzaban hacia la pared que debían escalar, el alfa guiándole ante su ceguera debido a la tristeza que abarcaba su espíritu.

Farlan frunció el ceño al mirar a su alrededor.

─¿Dónde está Isabel? Pensé que estaban juntos desde la cocina.

Con un esfuerzo sobrenatural, Levi agarró la camisa del alfa entre sus puños. Sus rodillas cedieron, pero Farlan lo sostuvo, evitando que se desplomara. Entonces, las palabras desgarradoras escaparon de los labios temblorosos:

─Perdón... Isabel se fue... perdóname, perdóname, perdóname...

El alfa se quedó inmóvil, comprendiendo la verdad de manera abrupta. Sintió que un abismo se abría en su pecho. La noticia pesaba sobre él como una losa, llenándolo de un dolor profundo y desgarrador, sus ojos reflejaban la sombra de la pérdida. La tristeza le envolvía, recordándole la fragilidad de la vida y la brutalidad de su entorno; la crueldad de ese palacio maldito. En ese momento, el mundo parecía más oscuro, y el lamento silencioso de su corazón resonaba en el vacío que dejaba la ausencia de la adorable y enérgica cachorra que le había acompañado esos años fuera de servicio.

Adiós, pequeña.

Abrazó al omega, sin decir una palabra, y continuaron avanzando hacia la pared del muro.

Youngblood - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora