Capítulo 22: La vida sin sentido

8.4K 642 103
                                    

Nada iba bien en mi vida.

Ruby no quería ni verme.

Ada insistía en buscarme todos los días.

Y los manuscritos que debía corregir se habían acumulado hasta el punto de no tener tiempo para nada más que para corregir como un poseso. Había dedicado mi tiempo a editar, ya que era lo único que apartaba mi mente de lo que era importante: Ruby. Pasé largas horas del día y de la madrugada frente a mi ordenador, sentado en mi escritorio con una única luz encendida mientras mis dedos corrían por el teclado, corrigiendo sin parar. Por suerte mi jefa en la editorial fue flexible y me dio más tiempo al darse cuenta de que era imposible para una persona humana corregir lo que ella me había pedido en poco tiempo. Pero aun así, estaba atiborrado con trabajo.

Solo salía de mi habitación para comer. Y solo porque mi mamá me insistía, si fuera por mí no comería. Así de desganado me sentía. Sin Ruby mi vida no tenía sentido, me sentía más allá de triste y desolado por todo el dolor que ella estaba sintiendo en este momento, pensando que la había traicionado cuando nada era como ella pensaba.

El dolor de haber sido abusado también era recurrente. Pensar en Ada hacía que mi mente rememorara aquel día con mucho ímpetu y las pocas ganas de comer se escurrían fuera de mi sistema. En días como aquel me explotaba más a mí mismo imponiéndome corregir esos manuscritos como un loco, como si no hubiera un mañana.

Mis ojos estaban rojos y adoloridos por pasar varias horas frente a la pantalla del ordenador. Mis lentes de descanso no ayudaban nada a mi vista, esta estaba tan cansada que me dolía la cabeza.

Aquel día había decidido salir de mi encierro.

Tenía que tomar un poco de aire fresco.

Ya ni siquiera veía a Kiwi, todo este tiempo lo tenía Ruby. El primer día de la semana, mientras ella estaba en el colegio, cuando bajé para cuidarlo como lo hacía siempre, pero las puertas de su balcón estaban cerradas. Pude ver a mi pequeño corretear por el dormitorio de Ruby con su pelota de juguete. Quería entrar y poder jugar con él, llevármelo para estar con él, pero no había forma de entrar. Así que desistí de la idea y me fui, con aquella sensación de vacío en el pecho.

Mientras bajaba por las escaleras del edificio, escuché unas voces provenientes del primer piso. Agudicé el oído notando de inmediato la voz de mi Bizcochito y su exnovio, Daniel. Ya no tenía nada en contra de él, darme cuenta de que realmente no estaba detrás de ella me dio una sensación de alivio, que se vio ocupada al saber que mi propio hermano competía por ese lugar.

Esperé a que ella subiera, pero me di con la sorpresa de que ambos subían.

Ruby estaba preciosa con su uniforme escolar, aquella falda le quedaba de maravilla, sus piernas se veían más largas y estilizadas. Su cabello castaño estaba anudado en una coleta alta y sus ojos estaban un poco hinchados, lo que me indicó que había llorado la noche anterior.

Eso fue otro machetazo a la herida en mi corazón.

Verla y no poder acercarme era otro machetazo.

Miré con furia hacia Daniel cuando no se alejó de Ruby, sino que se enfrentó a mi rodeándola. Ella negó con la cabeza mientras abría la puerta de su apartamento para luego volverse.

—Nos vemos mañana, Dan. —Se despidió de él tomando su brazo.

Vi con horror cómo él besaba su frente con cariño y se alejaba, lanzándome una mirada de odio que no pude evitar devolver.

Una vez solos, volteé hacia ella.

—¿Podemos hablar?

—¿Y ahora qué quieres? —preguntó irritada arqueando una ceja.

La chica de abajo #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora