La incomodidad es palpable.
El aire está cargado, algo inevitable cuando se trata de Callum Jones. Todo lo que lo rodea es denso, impredecible. Me muevo en el asiento, incómoda, intentando encontrar una posición en la que no parezca tan tensa. Pero es imposible. El silencio entre nosotros se extiende durante las primeras cuadras, y la única constante es el ronroneo suave del motor y mi propio pulso acelerado.
Miro por la ventana, fingiendo observar el paisaje, aunque no estoy prestando atención a nada en particular. Lo que en realidad no puedo dejar de preguntarme es qué demonios hago en el auto de Callum Jones. Somos completamente opuestos. Nuestras vidas ni siquiera se tocan en los márgenes más distantes. Cada segundo que paso aquí, siento que he cruzado una línea invisible que nunca debería haber cruzado.
A medida que avanzamos, dejamos atrás mi barrio. Las casas pequeñas y las calles conocidas desaparecen rápidamente, dando paso a una zona completamente distinta, llena de enormes mansiones y autos mucho más caros. Lo conozco bien, este lugar. Hace mucho que no venía por aquí, pero es inconfundible. Cada casa, cada jardín perfectamente cuidado parece recordarme lo lejos que estoy de mi propia realidad.
— ¿Era necesario? —pregunto de repente, rompiendo el silencio mientras observo el entorno a través de la ventana.
Callum gira levemente la cabeza hacia mí, con esa sonrisa burlona que parece siempre estar al borde de sus labios.
—¿Venir aquí? —responde, con ese tono despreocupado que me exaspera—. ¿No te gusta mi ciudad?
Suena divertido, casi como si encontrara mi incomodidad entretenida. Pero no lo estoy, no estoy aquí para jugar.
—No me gusta la gente —aclaro, sabiendo que entenderá exactamente a quiénes me refiero.
—A mí tampoco me gustas —replica él, sin apartar la vista de la carretera—. Y mira dónde estás.
Muerdo el interior de mi mejilla, resistiendo la tentación de responderle con algo igual de hiriente. Este chico tiene serios problemas.
—Te recuerdo que esta fue tu idea —le espeto—. Si quieres, puedes dejarme aquí mismo, me las arreglo sola.
Él sonríe, una sonrisa ladeada y arrogante, como si supiera algo que yo no.
—¿Y perderme tu reacción al llegar? No, gracias.
Ahí está. Esa superioridad que me saca de quicio. ¿Mi reacción? ¿Qué cree que soy, un espectáculo? Pongo los ojos en blanco y suspiro, no voy a caer en su juego.
—¿Puedes decirme adónde vamos o también tengo que adivinar? —insisto, cruzando los brazos.
—Puedes intentarlo. ¿Quién soy yo para detenerte? —contesta sarcásticamente—. No seas impaciente, Stone.
—La paciencia no es lo mío.
Eso es verdad. Nunca lo ha sido, y odio que me pongan a prueba. Cada minuto que pasa sin saber a dónde me lleva solo hace que la ansiedad se acumule dentro de mí. No puedo soportar esta incertidumbre.
La velocidad del auto disminuye de repente, hemos llegado. Cuando levanto la vista, mis ojos se encuentran con una fachada imponente. Nos detenemos frente a un bar, pero no es un bar cualquiera. Es enorme, moderno, con luces que bañan el exterior en un tono azul eléctrico. Los autos estacionados afuera son aún más caros que el de Callum, y las personas que van entrando... bueno, parecen sacadas directamente de una revista de moda.
Instintivamente, bajo la mirada hacia mi ropa. Llevo jeans azules, zapatillas negras básicas y una chaqueta de cuero. Estoy lejos de encajar en este lugar, y lo sé. Siento que me están mirando, que no pertenezco aquí, como si de alguna manera todos pudieran oler que no soy parte de su mundo.
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Jugada Ofensiva
Novela JuvenilApenas se algo sobre él. Se qué va a la escuela liverpool. Nemesis número uno de la mía. Se qué es un egocéntrico de primera, jugador del equipo de fútbol americano. Se qué nos odia. Aún así , cuándo ofreció realizar una apuesta, fue inevitable...