Capítulo VII

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Mantenemos el contacto visual por un tiempo, hasta que un carraspeo seco interrumpe el silencio y me obliga a desviar la mirada. Callum acomoda el cuello de su camisa, un gesto que solía hacer cada vez que la ansiedad comenzaba a apoderarse de él. La tensión en el aire se siente palpable, como si cada palabra pudiera desencadenar una reacción inesperada.

—Debes tener cuidado, Stone —dice finalmente, su voz grave se acompaña de un leve temblor—. Nunca dejas de conocer a las personas, no importa quiénes sean.

Me estremezco al recordar a mi padre, su rostro demacrado y sus ojos vacíos.

— Mi padre es un drogadicto; nunca se preocupó por nosotras… Pero, ¿robarme? Ese es otro nivel, Callum.

— Empezar por cambiar la cerradura de la puerta sería lo más sensato —responde, sus ojos fijos en los míos—. No sabes si querrá volver a entrar.

— Lo primero que haré es ir a su maldito departamento si se puede llamar así y exigir que me devuelva mi dinero. Lo gané con esfuerzo y sus adicciones no se lo llevarán.

Su expresión se endurece, y puedo ver la preocupación en su mirada.

— Eso puede ser peligroso, Stone. Si no está sobrio, no sabes cómo va a reaccionar.

— No se atrevería a ponerme una mano encima... —replico, aunque mi voz tiembla ligeramente.

— No puedes asegurarlo —responde Callum, su tono grave se vuelve más intenso—. Las drogas pueden cambiar a las personas. Pueden llevar a alguien que parece cuerdo a la locura. Créeme, he visto los efectos de primera mano.

Sus palabras reverberan en mi mente. La intriga me consume, pero me contengo. No quiero ser descortés ni intrometida; la confianza entre nosotros es un terreno inexplorado.

— Quizás no deberías ir sola —sugiere Callum, su mirada se suaviza, como si intentara protegerme de un peligro que solo él puede ver—. Puedo acompañarte... si me dejas, claro.

Me quedo en silencio un momento, contemplando la oferta. Aceptar su ayuda significaría abrirme un poco más a él, algo que aún no estoy lista para hacer del todo.

— No sé si eso sea necesario... —empiezo a decir, pero él me interrumpe.

— Mira, solo quiero asegurarme de que estés a salvo. Te lo debo, después de todo —insiste, su mirada se torna seria, casi desesperada—. No tienes que hablar si no quieres, pero no puedo quedarme de brazos cruzados sabiendo que podrías ponerte en peligro.

Sus palabras me hacen sentir un extraño cosquilleo de gratitud y vulnerabilidad.

— Está bien. Gracias, Callum —acepto al final, sintiendo que, de alguna manera, he dado un pequeño paso hacia la confianza.

— Entonces, vamos —dice con un ligero asentimiento, y se levanta, como si hubiera aliviado un peso de mis hombros.

— ¿Ahora? — Pregunto incrédula.

— Entre más rápido resolvamos esto, mejor. —Dijo con simplesa.

                                   ...

Él aire fresco de la calle nos envuelve a penas estamos en la calle. Aunque aún hay una barrera entre nosotros, en este momento, siento que he encontrado un aliado inesperado.

Mientras caminamos, el silencio se vuelve un poco incómodo, y yo busco las palabras adecuadas.

— ¿Por qué te importa tanto? —pregunto, mirando de reojo a Callum mientras avanzamos por la calle semiiluminada—. No tienes que involucrarte en esto, tus amigos...

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