Capítulo 8

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Por fin estamos de acuerdo en algo.

Cuando la película terminó, Ava propuso la idea de salir de fiesta, y como no, acabamos aceptando. Lo de no tener que ir a clase molaba, pero a la vez aburría.

—Voy a vestirme a mi cuarto, nos vemos abajo— informó Thomas. Me dio un beso en la mejilla y se fue prácticamente corriendo.

Que alguien me coja porque me desmayo.

Este es el verdadero "someone call a doctor". Madre mía.

—Bueno, y que te vas a poner... ¿cuñadita?— dijo Ava en un tono que yo conocía muuuuuyyy bien.
—Cuida ese tono— reí.
—¿Qué tono?— se hizo la tonta.

Fue a su armario, y cogió ropa de ahí, luego puso un vestido en su cama, y luego sacó una top/blusa raro morado con purpurina, y unos vaqueros.

—¿Por qué sacas dos outfits?— pregunté.
—Porque este —señaló al top—, es para ti.
—No, no, no —negué riendo—, eso no cubre mi cicatriz.

Ava se acercó a mí y me cogió de las manos. Sabía que ahora iba una típica charla de motivación, eso siempre lo hacía mi madre.

—No voy a obligarte, pero no debes avergonzarte de tu cicatriz. Eso —señaló con la cabeza a mi cicatriz—, es una marca de lo fuerte que eres. De que eres una superviviente. Una guerrera, así que, si quieres, y solo si quieres, vas a ponerte ese top, y vas a mostrarle a todo el puto mundo, lo fuerte que eres.

Vaya, sus charlas funcionaban bastante bien, ¿no?

Sí, la verdad es que sí...

¿Nos lo ponemos?

¡A la mierda! ¡Vamos a presumir de tipo! ¡Solo se vive una vez!

¡Fiesta! ¡Fiesta!

Le dediqué una sonrisa a Ava, y caminé hasta el outfit, me puse el top, y pasé el dedo por mi cicatriz. Me miré en el espejo, y vi aquella marca. Seguidamente me puse los vaqueros, por suerte, Ava y yo teníamos la misma complexión, o sea que podíamos compartir nuestra ropa.

—¿Qué... qué tal estoy?— pregunté.
—¿Te soy sincera?
—Por favor.
—Yo te daba, y no la hora— me guiñó un ojo.

Eso me hizo soltar una carcajada, y mientras que Ava se vestía, yo me puse los tacones y me maquillé.

—¡Ada!— Ava me llamó, salí del baño y caminé hasta ella.
—¿Sí?
—Thomas ya está abajo, ¿estás lista?
—Sí.

Cogimos nuestros bolsos, y bajamos las escaleras de la residencia, en la entrada ya estaba Thomas con el coche, y en cuanto salí, me pegó un repaso de arriba a abajo con los ojos.

Ava se subió en el asiento de atrás, la miré confundida, y su única respuesta fue un guiño de ojo.

Me subí en el asiento de copiloto, y crucé las piernas, aún me estaba dando inseguridad lo de la cicatriz.

Resulta que la fiesta, era la inauguración de una discoteca, así que estaba petao' de gente.

—¡Ay, Ada! —Ava gritó—, ponte ahí, que te hago una foto.
—¿Vale?
—Y quítate el abrigo, que así quedas más sexy— rio.

Me quité el abrigo, y ella hizo la foto. Sinceramente había quedado muy bien.

—Ya tienes foto para instagram— sonrió.
—Pues ahora la subo— dije volviendo a ponerme el abrigo.

Subí la foto, y no tardó ni cinco segundos en llegarme un mensaje de Thomas. Le respondí inmediatamente, claramente, Ava ya iba un poco más adelantada, saludando a algunas personas que conocía.

 Le respondí inmediatamente, claramente, Ava ya iba un poco más adelantada, saludando a algunas personas que conocía

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—Tienes razón, es más fácil decírtelo en persona— dijo Thomas acercándose a mí.

Me sonrojé de inmediato, y había disminuido mi paso, porque me acababa de poner más nerviosa que un pulpo de excursión en pescanova.

—¿Ves? —rio—, no te lo digo en persona porque te pones más nerviosa que yo que sé.
—No me pongo nerviosa— dije intentando recuperar la compostura.
—Lo que tú digas— Thomas rodeó mi cadera con un brazo, y ahí sí, que perdí la compostura.

¿De dónde estamos sacando la fuerza para caminar?

No lo sé hija, no lo sé.

Seguí caminando, y entramos a la discoteca, ahí, Thomas no me soltó, sino que me acercó más a él.

Luego fuimos a la barra, y mientras Thomas y su hermana bailaban, yo bebía. Quizá me pasé un poco, porque toda la discoteca me daba vueltas. Aunque no lo hubiera admitido, y nunca lo fuera a hacer, el haber tenido que hablar de mi pasado me había destrozado, era una parte de mi vida que quería olvidar, y cuando estaba a punto de hacerlo, siempre por algún motivo, tenía que hablar de ello, o aparecía mi padre.

Sentí como casi me caigo al suelo, pero alguien me cogió. No sabía quién era.

—¿Cuánto has bebido?— preguntó el hombre misterioso.
—Un poquito— dije arrastrando las palabras.
—Un poquito dice...

Me cogió en cuello, y yo me empecé a reír por una razón que hasta yo desconocía.

—¿Sabes? —dije—, ¿tú estás enamorado?
—¿A qué viene esa pregunta?
—Yo sí lo estoy —me reí—, y lo peor es que es un actor súper suuuuuper famoso, que no se fijaría en mi ni por un millón de euros— dije arrastrando cada palabra.
—¿Y quién es ese súper súper famoso actor?
—Thomas Brodie-Sangster— no sé ni cómo pronuncié su nombre.
—¿Ah sí?
—Sí, pero no se lo digas ¿eh? —le puse un dedo en los labios—, es un secreto.

El hombre no dijo nada más, y me subió en un coche. ¿Me estaban secuestrando?

—Ada— esa voz si la reconocí.
—Uy, ¡hola Ava!— reí.
—Madre mía, vaya cogorza llevas encima...
—¡Que no mujer! ¡Si he bebido solo una cerveza!
—¿Una?
—Bueno... quizás más— reí.

Me dejé caer hacia un lado, y caí justo en las rodillas de Ava, ella me hizo caricias en el pelo, y el sueño me invadió de repente.

—Ava— la llamé.
—Dime.
—¿Está tu hermano en el coche?
—No.
—Pues que sepas —me levanté para mirarla—, que estoy enamorada de él— me dejé caer otra vez en sus piernas.
—Eso ya se sabía, hija.

Me acomodé mejor en sus piernas, y ella me tapó con algo, pocos minutos después, me quedé dormida.

OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora