Capítulo 14

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—¡Ya casi estoy!— gritó Ava de nuevo desde el baño. Llevaba esperándola 20 minutos, y Thomas se estaba estresando, Ava seguía maquillándose y cada vez que la llamaba respondía lo mismo.
—¡Venga, Ava! ¡Thomas se está estresando!— grité desde la puerta.

Ava POR FIN salió y me miró con una sonrisa. Odiaba que hiciera eso.

—¿Ahora por qué sonríes?— pregunté enarcando una ceja.
—Nada, cuñada— dijo riendo. Desde que Thomas y yo salíamos era la palabra que más usaba. "Cuñada".
—Como vuelvas a llamarme así, te juro que me tiraré por esa ventana— señalé la ventana de nuestro cuarto.

Ava negó y entrelazó su brazo con el mío para bajar la escaleras y reunirnos con Thomas.

—Ada —Thomas vino trotando hacia nosotras—. Dijiste que sabías tocar la guitarra, ¿no?— preguntó.
—Eh... sí, ¿por qué?
—El guitarrista de nuestra banda ha tenido un problema y no puede venir...
—Ah no, no, no, no— negué con la cabeza.
—¡Venga! ¡No te cuesta nada!— Ava me miró y me sacudió el brazo.
—Ni siquiera me sé las partituras
—Sí que lo haces, son las canciones que ensayamos el otro día, ¿recuerdas?— Thomas me miró con una sonrisa. Lo recordaba, claro que lo hacía.
—Uy, ¿qué canciones? Yo no, no sé nada.
—Mientes fatal.
—Bien. Vale. Lo haré, pero si me equivoco en alguna nota que nadie se abalance sobre mí, por favor y gracias.

Thomas sonrió triunfal y caminó hasta el coche. Yo fui en el asiento de copiloto ya que a Ava le había gustado la idea de ir atrás. Según ella "para evitar rozamientos" entre Thomas y yo.

Eran las 20:30 y el concierto empezaba a las 21:15, dentro de lo que cabía, íbamos bien de tiempo.

Al llegar al edificio pude ver a muchísima gente, y cuando digo muchísima es muchísima. A penas entraban en el local, estaban todos apretujados los unos con los otros.

«Corre, aún tienes oportunidad de hacerlo»

Entramos por una puerta al sitio donde estaban los camerinos, y donde según Ava me iban a cambiar la ropa. ¿Esto era algún tipo de broma? ¡Me había tirado media hora eligiendo mi modelito!

—Hola preciosa— Tasha, la madre de Thomas vino y me saludó.
—Hola, ¿qué tal?— sonreí y le recibí los dos besos en ambas mejillas.
—Pues aquí. Nuestro guitarrista nos ha fallado.
—Ya, ya. Thomas me ha pedido que yo actúe por él.
—Uy, ¿sabes?— Tasha sonrió y me miró.
—Por desgracia— reí.

No dijo nada más. Cogió mi brazo y me arrastró hasta su camerino. Empezó a mirar la ropa que colgaba de una barra y cogió un vestido de lentejuelas. No. Es que ni de coña.

—Este te quedará bien— dijo Tasha poniendo el vestido delante de mí para ver cómo me quedaría.
—No creo...
—¡Shh! Te quedará bien y punto.

Tasha me hizo quitarme mi preciosa ropa, y notó la cicatriz en mi cadera. Me sentí incómoda y ella me miró con lástima.

—No voy a preguntar— dijo haciendo el gesto de cerrar una cremallera en sus labios.
—Es una historia desagradable— fingí una sonrisa.
—Me lo puedo imaginar.
—Mi padre —giré la cabeza e hice una mueca—. Intentó matarme.

«¡Wow! Quieta fiera. ¿Así? ¿Tan fácil lo hemos dicho? Ni que fuera decir que has ido a comprar el pan»

—¿Thomas lo sabe?— preguntó. A lo cual asentí con la cabeza.
—No hablemos de mí. Esta noche es tuya y de tu familia— sonreí y miré el vestido.
Nuestra. Tú eres de la familia, Adacorrigió, yo sonreí. ¿Podía ser más mona?

Me metí en aquel vestido y Tasha subió la cremallera. Me quedaba bastante bien, pero era demasiado brillo para mi gusto.

—Ay cuando yo tenía tu edad...— dijo Tasha riendo.
—Ni que tuvieras 90 años— reí y me puse unos tacones negros que ella me dejó.

OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora