Ada, se muda a una residencia escolar para poder convertirse en una criminóloga. Incluso aunque no es lo que ella quiere, lucha por sus sueños.
Pesadillas del pasado aún la atormentan, y pasar página será muy difícil para ella.
Thomas, su actor favo...
—¿Me puedes decir ya a dónde vamos?— pregunté por tercera vez. Ava me estaba guiando a algún sitio. No sabía dónde, porque no veía nada, ya que me había vendado los ojos. —Espeeera— dijo ella cansada de repetir lo mismo por tercera vez.
Me di por vencida, y me quedé callada. Simplemente seguí caminando, tratando de esquivar los obstáculos que Ava me iba indicando, e intentando no caerme de bruces.
—Listo —Ava me colocó en una posición—, ahí, quédate quieta. —Esto es muy raro...— dije sintiéndome un poco incómoda. No me gustaba el hecho de no poder ver.
Alguien me quitó la venda de los ojos, y delante de mí pude ver a Thomas. Estaba precioso. Llevaba un traje con rayas finas blancas, y unos guantes de cuero.
—¿Qué está pasando?— dije sonrojándome como nunca lo había hecho. Vi en una mano de Thomas una rosa, y me intenté esconder por la vergüenza. —Bueno, una foto por lo menos la tenemos— Ava se rio y guardó el móvil con el que me acababa de hacer una foto. Mátenme.
Thomas se estaba riendo, y estaba ligeramente sonrojado. Detrás de mí estaba Dani.
—Hostias —dije mirándolo—, si sigues vivo— bromeé. Llevaba días sin saber de él, ya le daba por muerto. —Ya sabes, hierba mala nunca muere— Dani se rio y se puso al lado de Ava.
Seguí mirándoles a todos, confusa por la situación. No entendía nada.
—Vale —dijo Ava cuando su hermano la miró—, lo hemos pillado, vámonos, Dani— se rio y cogió a mi amigo del brazo para irse.
Yo fruncí el ceño hacia Thomas, esperando por alguna explicación, o cualquier cosa, porque no entendía nada, estaba más perdida que una vaca en un bosque.
—¿Te acuerdas del otro día en el centro comercial? En la tienda —preguntó. A lo que yo asentí con la cabeza—. Te dije que te iba a pedir ser mi novia.
Sinceramente, creo que ya lo veo venir.
Ay señor jesús...
—Pues estoy cumpliendo mi palabra— Thomas sonrió y me entregó la rosa. —Cógeme bien porque me voy a desmayar— bromeé. O no.
Thomas soltó una pequeña risa, dejando mostrar sus dientes perfectamente alineados.
—Bueno. Adita —se rio por el mote que él mismo me acababa de poner—. ¿Me harías el honor de convertirme en tu novio?
Ha sonado muy a libro.
Claro. Dani.
Tardé unos segundos en contestar, no porque no quisiera, creo que ser su novia era el mayor sueño de mi vida. Sino porque era demasiado bonito para ser verdad.
—Podrías responder ya —dijo nervioso—, digo, a poder ser un sí, pero si es un no, tampoco pasa nada. Creo. —Sí— reí muriendo de los nervios. —¿Sí?— Thomas sonrió con ilusión.
Yo asentí con la cabeza intentando aguantar toda la ilusión que sentía en ese momento.
Era la novia de Thomas Brodie-Sangster.
Nuestro crush desde hace años.
Esto es increíble...
De repente a ambos nos llegó una notificación. La abrimos y era de Ava. Yo definitivamente, la iba a matar.
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—¿La matas tú o la mato yo?— pregunté. —Los dos.
Al final no matamos a nadie —por el momento—, y nos fuimos a tomar algo todos juntos.
—Ya era hora de que salierais— comentó Dani bebiendo de su cerveza.
Simplemente reímos ante su comentario, y seguimos bebiendo. Pasamos un buen rato en el bar, hasta que Ava se tuvo que ir a la casa de su novio, y Dani tuvo que ir a ver a su novio. Sí, novio. Demasiado tiempo sin hablar. Acordamos que nos veríamos y me contaría todo.
—Bueno, pues ya estamos solos— dijo Thomas mientras caminábamos por una calle. —Pues sí— dije sin saber que decir. —¿Te apetece ir al cine? No vale ver una en la que salga yo— dijo apuntándome con el dedo índice. —Jo —dije riendo—. Vale, pero... una de terror. —¿Para qué quieres ver una de terror, si luego no duermes?— Thomas se burló de mí. —Perdona, sí que duermo— me defendí.
Thomas me cogió de la cadera, y me besó en medio de la calle. Yo respondí a su beso con gusto, y enredé mis brazos en su cuello.
Luego nos separamos y seguimos caminando hasta llegar al centro comercial. Sí, caminando, tuve que hacer unas diez paradas porque me moría por el camino.
Vimos una película llamada "Insidous". Y tal y como Thomas dijo, no dormí.
—Thomas— lo llamé, él estaba echado en la cama mirando hacia el lado contrario, o sea que lo que veía era su espalda. —¿Qué?— se giró para verme. Aunque estuviera oscuro, podía ver un brillo en sus ojos, y era realmente hermoso. —¿Me acompañas al baño? Tengo miedo— pregunté. —No me lo puedo creer —Thomas se empezó a reír—. Mira que te lo dije. —¡Calla! ¿Me acompañas o no?
Thomas suspiró y se levantó de la cama con una sonrisa vacilona. El baño estaba justo enfrente de mí, pero solo de pensar tener que poner los pies en el suelo, me entraban escalofríos por todas partes.
Entré en el baño e hice lo que tenía que hacer. Mientras me estaba lavando las mano, Thomas picó a la puerta.
—¿Sigues viva? ¿O te has muerto de miedo? —Imbécil— mascullé. —Te he oído, y seré imbécil, pero este imbécil ahora es tu novio, pesada.
Rodé los ojos aunque no pudiera verme, y abrí la puerta.
—¿Me has llamado pesada?— pregunté mirándole con los ojos entrecerrados. —¿Me has llamado imbécil? —Vale, estamos en paz— alcé las manos en señal de rendición. —En paz— Thomas también las alzó y sonrió de lado. Dios, ¿es posible ser tan perfecto? —¿Qué miras tanto?— preguntó él, me había quedado como una tonta mirándole.
Me sonrojé, y aparté la mirada.
—Nada. —¿Me estabas mirando?— inquirió con una sonrisa. —¡No! —¡Me estabas mirando!— dijo riéndose y cogiéndome de la cadera. —¡Que no te estaba mirando egocen...!— no pude terminar la frase, porque lo siguiente que sentí fueron los labios de Thomas contra los míos. Su lengua vino en busca de la mía, y unos segundos después rompí el beso para coger aire.
Si hija sí, porque a este paso, nos moriremos primero de lo previsto.
—Vamos a dormir— dijo él cogiéndome del brazo y tirándome en la cama. Caí boca arriba y él se puso encima de mí. Colocó una mano en mi cadera y me miró con una sonrisa. —Has dicho a dormir— le recordé. —¿Y quien ha dicho que vaya a hacer otra cosa, pillina? —¡Ay, cállate!— cogí una almohada y le di con ella en toda la cabeza. —¡Oye! —¡Eso te pasa por pesado! —Que tonta eres— rio y me dio con la almohada, muy suave, como si tuviera miedo de romperme.
Me quedé mirándole otra vez como si fuera tonta, creo que mirarle era mi pasatiempo favorito. Cada facción de su cara me hipnotizaba.
Finalmente nos fuimos a dormir, dormimos abrazados, porque sí, yo tenía miedo a que saliera algo de debajo de la cama, y me jalara las patas.