Capítulo 3

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Los días en clase eran realmente aburridos. Y eso que solo llevaba una semana.

Ava se había convertido en mi mejor amiga. La gente que nos conocía, decía que éramos como lapas.

También había un par de noticias rondando, típicos rumores, en internet.

Una de ellas, era que si yo sería algo más para Thomas.

Ya me habían parado por la calle varias veces para preguntarme cómo se sentía ser amiga de una celebridad

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Ya me habían parado por la calle varias veces para preguntarme cómo se sentía ser amiga de una celebridad.

Si solo me juntaba con ellos por su dinero.

Si era la novia de Thomas.

Un montón de cosas, que a mí, me empezaban a agobiar.

Hoy era sábado. Lo que significaba que no tenía nada que hacer, mas que quedarme con Ava hablando de cosas de la vida y no hacer nada productivo

Ambas estábamos sentadas en el suelo, mientras veíamos una peli y comíamos palomitas.

—Oye —dijo Ava tragando su palomita—. ¿Has visto la noticia de "noticias famosos punto es"— sonrió.
—Sí, esa y las otras cincuenta que hay rondando por ahí.
—Es que es increíble —Ava empezó a reírse—, han pensando que puedes ser mi novia. Me han parado cinco veces por la calle cuando iba a por pan, para saber si estábamos liadas.
—Joder, nunca creí que fuera a ser noticia— admití.
—Pues lo eres, y además de las que traen que hablar.
Ada Carson, la nueva amiga de los hermanos Sangster, ¿será un lío? ¿de qué hermano? ¿irán en serio? ¿lo aceptarán sus padres?— empezó a decir Ava con voz de locutora.
—Como me sigas puteando diré que que sí eres mi novia, y que sí vamos enserio— la amenacé.
—No me importaría. Daría que hablar durante días— Ava rio.
—Tú estás mal— dije cogiendo otro puñado de palomitas.

Alguien tocó a la puerta.

—Piedra, papel, o tijera para ver quién abre— dijo Ava poniendo ya su puño detrás de la espalda.
—Bien. Piedra... papel... o tijera... un... dos... tres... ¡ya!

Ava sacó piedra, y yo tijera. Mierda.

—Perdiste— dijo Ava mientras celebraba su victoria.
—Solo es abrir la puerta— rodé los ojos y me levanté.

Me acerqué a la puerta y abrí. Una figura musculosa, pero no mucho, alta, y rubia estaba ahí. Thomas.

Iba muy bien vestido, con una camisa de cuadros que le sentaba como a un guante, y unos vaqueros negros con roturas, acompañados de unas air force negras.

Él precioso, y yo con un top negro, unos shorts del mismo color, unos calcetines de colorines, y un moño mal hecho. Vaya pintas tenía.

—Hola Ada— saludó Thomas.
—Mmm... hola.
—¿Está mi hermana?

Me aparté de la puerta señalándole dónde estaba su hermana, y él le dijo algo.

Luego se sentó al lado de Ava y robó palomitas, yo cerré la puerta, y fui a por mi móvil cuando comenzó a sonar.

Mi madre me estaba llamando, ya había hablado con ella hacía una hora. Algo había pasado.

—¿Aló?— contesté.
—Ada...

La voz de mi madre llena de preocupación, hizo que todas mis alarmas se activaran.

—Mamá... ¿qué ocurre?
—No quiero que te alarmes —sorbió—, pero... han hospitalizado a la yaya hace unos minutos.
—¿QUÉ?— mi corazón pegó un salto.

Ava y Thomas me miraron comprobando que todo estuviese bien. No lo estaba.

—Escucha... no es grave... bueno... eso creen...
—¿Eso creen? ¡Mamá, dime la verdad!— grité.
—Cielo...
—¡Ni cielo ni pollas! —grité enfurecida—. ¡Ya no soy una cría! ¡Quiero la verdad!
—No ha sido grave... ha sufrido un infarto.
—¿¡Y ESO TE PARECE QUE NO ES GRAVE!? —grité aún mas enfadada—. ¡POR DIOS MAMÁ! ¡TIENE SETENTA AÑOS! ¡A SU EDAD TODO ES GRAVE!

Vale, quizás me estaba pasando. Pero mi abuela lo era TODO para mí. Cuando pasé aquellos años, ella fue la que me apoyó, y la que estuvo ahí pasase lo que pasase. Ella me defendió mas de una vez, cosa que no había hecho ni mi madre.

—Ahora está bien... —dijo mi madre en una voz tranquilizante—, estará hospitalizada y en observación durante veinticuatro horas, si todo va bien, en tres días le darán el alta.
—Mañana estaré allí— informé.
—¡No! Créeme que no querrás venir.
—Es mi abuela, mamá.
—Tu p.... —se cortó a sí misma— él estará aquí.

Solo de saber quién, mi cuerpo ya se había paralizado.

—Bien. —Dije cortante—, infórmame de todo. De todo, mamá— recalqué.
—Sí... adiós...
—Adiós.

Colgué la llamada y me llevé una mano a la frente frustrada. Empecé a caminar por el cuarto sin saber que hacer. Quería ir. Quería estar con ella. Pero no con él allí. No podía. Mi cuerpo no me lo permitía.

—¿Estás bien?— Ava se levantó al ver mi frustración.

Estaba conteniendo las ganas de llorar. Quería estar con mi abuela, no, necesitaba estarlo. ¿Quién me decía que iba a superar eso? ¿Quién me afirmaba que esa no sería mi última oportunidad para verla?

Empecé a asentir con la cabeza con desesperación mientras las lágrimas amenazaban con salir.

Ava me miró con pesar, y su mirada me brindó confianza, empecé a negar con la cabeza y dejé las lágrimas salir.

Ella me abrazó, y me derrumbé en sus brazos. Jamás había llorado delante de alguien que no fuera mi abuela o mi madre, y ahora lo estaba haciendo. ¿Hasta qué punto confiaba en ella? Debía ser mucho como para mostrarle este lado vulnerable de mí.

Alguien se unió al abrazo, por un momento, había olvidado que Thomas seguía en el cuarto, y acababa de quedar como una llorica delante de él.

Me sequé las lágrimas e intenté recuperar mi respiración, me separé del abrazo y los miré a ambos, que me miraban con pena.

—No soy de llorar... perdón— me disculpé.
—No tienes que pedir perdón, no por esto, Ada— Thomas sonrió de lado.
—¿Qué ha pasado?— preguntó Ava.
—Mi abuela... ha sido hospitalizada hace unos minutos... ha sufrido un infarto.
—¡Por Dios! —Ava se llevó una mano a la boca—. ¿No tienes dinero para ir? Yo te lo dejo encantada.
—El dinero no es un problema. Digo... no soy rica, pero tampoco me falta... es solo que no puedo ir.
—¿Por qué?
—Hay alguien que no puedo ver— expliqué brevemente.
—Si necesitas algo dínoslo. Ahora tenemos que irnos, nos ha llamado nuestra madre, necesita que la ayudemos a descargar algunas cosas— Thomas me acarició el hombro.
—Claro... adiós. Y gracias.

Ambos se fueron por la puerta, y yo me quedé con el corazón en un puño. Me pasé el día pegada al teléfono. Lo único que comí en todo ese día, fue aquellas palomitas mientras veía la película, nada más.

OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora