Capítulo 5

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Los años transcurrieron sin acontecimientos reales. Hadrian progresaba como se esperaba de él, un verdadero prodigio mágico.

Pociones parecía mejorar aún más después de que Harry defendiera los métodos de enseñanza de Severus. Trabajaron las demás pociones con rapidez y entonces encontró un ala de doxy en sus manos. Aunque no fuera para una poción, su tutor estaba a su lado y le enseñaba la forma correcta de prepararlas y le interrogaba sobre los métodos de almacenamiento y los encantamientos que afectaban a las propiedades mágicas que necesitaban. También recorría los jardines con él, aprovechando sus conocimientos y los del jardinero para enseñarle dos años de herbología en 6 meses. A los 9 años ya le pedían que preparara las pociones más sencillas de las que habían hablado.

-¿En serio?- sonrió Hadrian.

-Por supuesto. Tendrás que aprender pociones que no se enseñan en tu plan de estudios para serle útil al Señor Tenebroso. Será mejor que empieces ahora si esperas conseguir algo-.

Seguía siendo siempre severo y era más rápido para reprender a su alumno por casi añadir demasiados bazos de murciélago que para elogiarlo por cualquier cosa que hiciera. Pero Harry seguía mejorando. Cada vez que preparaba una poción sin necesitar ayuda, cosa que no ocurrió hasta que tuvo casi diez años, Severus le revolvía el pelo cariñosamente. Era la única vez que parecía sonreír, como si Harry fuera el único que podía hacerlo sonreír.

Dominar hechizos era peor. Después de lo bien que había realizado el encantamiento levitador, la gente esperaba grandes cosas de él, pero no estaba funcionando tan bien. Para empezar, Hadrian se resignó a leer y releer sus libros de hechizos, queriendo captar toda la teoría y entendiéndolo todo antes de volver a intentarlo. En teoría, podía realizar hechizos de primer y segundo año en todas sus asignaturas. Intentar hacer hechizos no le funcionaba al pobre Hadrian, se quedaba agotado y no podía salir de la cama en una semana después de esforzarse demasiado. Sólo quería que su señor se sintiera orgulloso.

Su padre regresó de una reunión con su señor el día del octavo cumpleaños de Harry, temblando y pareciendo estar dolorido. Le pidió a Bellatrix que llevara a Harry al Callejón Diagon, con el permiso del Ministerio para que Hadrian tuviera su varita antes de tiempo y la sugerencia del Señor Tenebroso de que tal vez Harry no estaba haciendo magia mejor porque simplemente no tenía una varita para mejorar el enfoque de su magia. Harry hizo un mohín al recordar que el día anterior, y la semana anterior, le había preguntado a su padre si le daría una varita, y que éste le había dicho que era demasiado joven y que ya se la daría cuando estuviera preparado. Eso le hizo sentirse menos preocupado por lo que el Señor Tenebroso había dicho o hecho para hacerle temblar. Hizo que su padre entrara en razón.

Su madre estaba ansiosa por llevarlo fuera. Estaba casi ahogado en una capa de viaje y no podía ver delante de sí mismo. Sabiendo que no debía protestar, se dejó llevar por su madre y esperó el alivio de volver a casa con su varita. Sonó un timbre y su madre lo ayudó a subir un escalón hasta una de las tiendas que bordeaban la calle. Hadrian fue a quitarse la capucha, pero la mano de ella le agarró la muñeca. Hacía demasiado calor y se sentía claustrofóbico bajo la capa, pero lo toleró para darle tranquilidad. Bellatrix habló con una voz graznante y desconocida antes de liberarlo. Tomó una bocanada de aire almizclado y miró a su alrededor. Cajas y cajas de varitas se alineaban estante tras estante por toda la tienda. Mirara donde mirara, había una caja de varitas.

-Empecemos, ¿de acuerdo?- Un antiguo mago sonrió, reuniendo cajas para que Hadrian las probara. Tardaron media hora en encontrar una varita que no provocara un desastre cuando Hadrian la agitara, pero otra media hora infructuosa antes de que el anciano suspirara. Miró a Hadrian a los ojos, ladeó la cabeza y murmuró para sí como un loco. La gente podía decir lo que quisiera del Señor Oscuro, pero al menos él nunca hablaba así consigo mismo. Luego, con un breve parpadeo para mirar a su madre, Hadrian recibió una última varita.

-El núcleo es de pluma de fénix. Curiosamente, el fénix en cuestión sólo desprendió otra pluma-. El hombre frunció el ceño -Una varita poderosa, en manos de un hombre poderoso. Capaz de grandes cosas. Terribles, impensables, pero grandes-.

Hadrian reconoció la mirada. La nube que vidriaba los ojos de alguien y el tono apagado de su voz, intentando evitar sentir el miedo que pensar en aquel hombre solía inspirarle. Después de tropezar en el quinto cumpleaños de Hadrian, Draco estaba decidido a hacerlo mejor. Cada vez que había tenido una fiesta de pijamas con Draco, los chicos se habían escabullido para aprender lo que significaba ser un mortífago, sabiendo que su legado sería ser los mejores seguidores que su señor podía esperar. Era la forma en que los Malfoy hablaban de los logros de su señor en la guerra, la forma en que Lucius miraba cuando necesitaba ver a su señor. Su señor había hecho cosas terriblemente grandes.

La madera se sintió caliente en la mano de Harry y sus ojos se abrieron de par en par cuando su magia pareció fluir con más fuerza en su sangre. La sensación no se parecía a nada de lo que había sentido, ¿o sí? El tacto de la magia, formándose en sus hombros cuando tenía cinco años. La magia de su señor en su piel, casi demasiado cálida y hormigueante de peligro. Aquella fue la última vez que se sintió así de excitado y, una vez más, se preguntó cuándo volvería a ver a su señor. Con suerte, no hasta que aprendiera algo nuevo que enseñarle.

-Entonces, ¿esta varita es hermana de la varita del Señor Tenebroso? Comparten un núcleo-, dijo su madre boquiabierta. -Es una señal-.

Harry no lo entendió, pero instantes después su madre se recompuso y recuperó su estatura de sangre pura. Le pagó la varita y le volvió a poner la capa de viaje. A la salida, Hadrian se armó de valor y preguntó cuándo volverían a visitarlo. El plan era su décimo cumpleaños, dentro de tres semanas. Así que tenía tres semanas para aprender algo impresionante. O tan impresionante como pudiera.

No es que importara, su señor nunca venía.

-Lo siento, Hadrian querido-, su tía frunció el ceño. -Sé que has estado trabajando duro para impresionarlo, pero la incursión surgió de la nada-.

Harry asintió, mostrando sólo el ceño ligeramente fruncido en señal de su decepción. -¿Por eso está aquí vigilándome? ¿Porque mamá y papá están con él?-.

Era un pequeño consuelo saber que estaban allí. Su señor estaría a salvo, porque aunque su madre nunca había perdido los estribos con él, él había visto lo que podía hacerle a alguien cuando se consideraba irrespetada. Y había una razón por la que sus padres trabajaban tan bien juntos. Y con el Señor Tenebroso a su lado, estaba seguro de que volverían. No necesitaba las inútiles palabras tranquilizadoras de su tía, había una razón para que se quedara con él.

-Además, nuestro Señor quería que discutiera algo contigo. Cree que es hora de que sepas la verdad, sobre tu papel en nuestras filas-.

CONSORT SLYTHERINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora