[Capítulo 18]

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El terremoto tardó un rato en detenerse.

Entre más pensaba en eso, más frenético y asustado me ponía, por lo que se volvía una especie de círculo vicioso en el que no sabía cómo detener el hechizo... Contrahechizo, pensé, ¡contrahechizo!

Y olvidé cuál era.

Sabía que otro mago podía conjurar el contrahechizo, pero no estaba seguro de cuáles eran las condiciones para que sucediera. Miré a mi alrededor en pánico, y mis ojos se encontraron con Bailán. A juzgar por su mirada, él sabía que yo era el responsable del terremoto, el cual, poco a poco, empezó a crear unas especies de líneas y franjas a lo largo de la tierra. Parecía que iba a abrirse por completo y hacernos caer hacia la nada.

—¡Parece que hay un problema! —gritó la comentarista con sorpresa—, ¡uno de los magos no quiere que los demás crucen la línea de meta... Y miren: el reloj de arena está a punto de terminar! ¿Será esta la primera vez que veremos un enfrentamiento donde nadie pase legalmente la primera etapa?

—¡Conjura otro hechizo! —gritó alguien a mis espaldas. Era Andery.

Le hice caso.

—¡Alembrene! —grité, que era el primer hechizo que había aprendido de Caleb. Únicamente iluminó mi báculo y, para variar, no causó ningún otro atentado de apocalipsis.

El terremoto se detuvo. Todos los magos habían dejado de hechizarse los unos a los otros y, con el poco tiempo que quedaba, todos se enfocaron en cruzar la línea de meta.

—¡Dos minutos! —exclamaron los comentaristas al unísono, y empezaron una cuenta regresiva que me puso los pelos de punta.

Al comenzar a correr hasta la meta sentí que mis piernas me fallaban y mi corazón se me salía por la boca. Tuve que esquivar un par de gruesas zanjas en la tierra que no auguraban nada bueno y que yo mismo había creado (al parecer, yo era mi peor enemigo). Apreté los labios con fuerza y miré hacia el frente.

La línea de meta estaba ahí. Había una franja que brillaba en dorado y que los competidores estaban cruzando uno a uno. Estaba justo por debajo de un arco grande y de piedra, y más allá había una estancia oscura y con personal que atendía a los heridos.

—¡Un minuto y treinta segundos! —volvieron a informar los comentaristas. Aún me quedaban un par de metros por cruzar.

Seguí corriendo como si mi vida dependiera de eso y maldije entre dientes. Al mirar por encima de mi hombro, caí en la cuenta de que Andery estaba por detrás de mí.

Ella estaba en el suelo. Había tropezado con una de las zanjas y parecía haberse torcido el tobillo.

Mierda.

Detuve mi marcha y, sin permitirme pensarlo detenidamente, corrí en dirección opuesta a donde se suponía debía ir. Oí al comentarista decir algo como "¡Oh-oh, parece que tenemos a un mago desorientado!", pero le ignoré. Llegué hasta donde estaba Andery y la ayudé a levantarse, rápidamente vi que realmente tenía el tobillo mal; para empezar, lo tenía apuntando hacia donde no solían apuntar los tobillos sanos.

—¡¿Qué haces?! —chilló ella, mas no tenía tiempo de dar explicaciones. Le pasé un brazo por debajo de las axilas y con el otro sostuve con fuerza mi báculo, que también me sirvió como punto de apoyo.

—¡Acerter! —grité, dando por fin con el hechizo que quería. Sentí como si de pronto me hubiera tomado cinco tazas de café y cuatro Redbull. Abrí los ojos de par en par y, cargando con la mitad del peso muerto de Andery, corrí hacia la meta.

No sabía cuánto tiempo faltaba o si al menos habíamos alcanzado a llegar. Solo supe que, en un momento, el efecto del hechizo potenciador de energía se fue de mi cuerpo y me dejó con una amarga sensación de ansiedad e inquietud.

Good As It Gets © [COMPLETA] [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora